Esta es la historia de la película titulada Gitanos de Castilla. Se empezó a rodar en el año 1953, en Valladolid, en algunas de sus calles y plazas monumentales, y en Medina del Campo y Tordesillas, porque así lo decidieron el bailador Vicente Escudero ―que escribió el guión y la protagonizó junto a la bailadora y cantante Eloísa Rey― y el director Ricardo Torres, un todoterreno de la cinematografía española que acababa de terminar su película Aguas sangrientas. En la industria cinematográfica española pasó Ricardo Torres por los puestos más significativos: director de fotografía, jefe de producción, montador y director. Además de un cuerpo de baile, acompañaban a la pareja protagonista Naty Rey y Manuel Requena, y los guitarristas Eugenio González y Pepe de Badajoz. La productora fue (así reza en los carteles) Latina Films, de Sevilla.
Pero la película no se conserva. O, al menos, se da por desaparecida. Nadie tiene ni el original, ni alguna de las pocas copias que debieron de hacerse. Existen, eso sí, afiches de promoción de la película, programas de mano (posee un ejemplar la Fundación Joaquín Díaz, en Urueña, Valladolid) e incluso existe una octavilla publicitaria (aparecida en un paquete de 1955, según la madrileña Librería del Prado, que nos la vendió) en la que se anuncia una sesión de cine nocturno, a las once, en una población no indicada, en la que se verá Gitanos de Castilla (Vicente Escudero) tras el acostumbrado NO-DO y la película española Órdenes secretas, subtitulada Pasaporte para un ángel, como plato fuerte.
Esta octavilla es el único testimonio gráfico que hemos encontrado en el que se constata la proyección de Gitanos de Castilla.
Ciertas pistas acrecentaron nuestra imaginación. Podíamos entender lo innecesario de imprimir el nombre de la población, porque la información va dirigida a un grupo reducido de convecinos, y por tanto se da por hecho que saben el nombre del lugar en el que viven, teniendo así el mensaje una intención vecinal. Deducimos que se trata de un barrio donde el trato es familiar por lo que se dice en el párrafo final: “Asistiendo con puntualidad, podrá conseguir alguno de los numerosos regalos contenidos en nuestros sobres sorpresa RESTI”.
El pie de imprenta de esta octavilla nos da pistas nuevas: se imprimió en Madrid, en una imprenta que no se nombra, pero se cita su dirección: calle Rodas, 26, en el barrio de Lavapiés del viejo Madrid. Este renglón solamente garantiza el lugar donde se imprimió la octavilla, pero no el lugar donde se proyectaron las películas. En su reverso advertimos unas anotaciones ―un tanto jeroglíficas― donde, a lapicero, se han escrito unas anotaciones contables. En la primera línea leemos: “felix 955 – 20, 21, 22, 23 y 24, que podrían ser el precio del alquiler de las películas y los días en los que se repitió el programa de cine. “Todos no” y unos signos más (+) y menos (-) que se corresponden con los días de la línea anterior, podrían referirse a la afluencia de publico cada uno de esos días. La palabra “marzo” aparece abriendo una llave que encierra la frase “director mágico”. Y en una línea inferior se aprecian estos datos: “Todo-660-” probablemente los ingresos habidos.
Pero ¿dónde?
Por su parte, Joaquín Díaz, a quien hemos consultado por poseer entre las colecciones de su fundación un programa de mano de la película Gitanos de Castilla y por la amistad de muchos años que cultivamos, aporta a nuestra investigación una teoría diferente. Es posible que el texto no corresponda al dueño del cine sino al impresor; y que éste fuera Ataúlfo Rodríguez del Llano, propietario de la imprenta de la calle Rodas, 26. La cifra “700” aparece en el pie de imprenta (700 EJS. = ejemplares) y parece claro que se refiere a la tirada que habría de hacer, con su minerva, de la octavilla en el mes 8 (agosto) de 55 (1955). La anotación que dice “Todo 660” podría ser el importe del trabajo.
En la nota que me envió Joaquín Díaz me hacía la siguiente advertencia: “Respecto a lo anotado, me da la impresión de que son algunas de las cosas que tenía que recordar y que apuntaba por detrás él mismo para que no se le olvidaran. Tengo algunas parecidas y pienso que la letra es la suya”.
Son muchos los síntomas de que la película estuvo viva, pero de Gitanos de Castilla ―que según Julio Fraile, biógrafo de Vicente Escudero, se estrenó en el Teatro Cervantes de Tánger― hoy en día no aparece por parte alguna. Ni en la Filmoteca Nacional, ni en la Filmoteca de Castilla y León, ni en el NO-DO, ni entre los materiales cedidos por el bailador a sus familiares de Valladolid, ni en manos de ninguno de los muchos coleccionistas de recuerdos del cine español, ni siquiera aparece referenciada en la Guía del cine español, de Carlos Aguilar, que recoge alrededor de 6.000 títulos estrenados desde 1897. Sólo perviven los carteles anunciadores, los de mano y la inclusión impresa en la programación de la citada octavilla publicitaria de 1955. Asimismo pervive ―y la hemos tenido en nuestras manos para hojearla― la copia mecanografiada del guión, con las acotaciones técnicas del director, Ricardo Torres, que poseen los hijos del matrimonio formado por Milagros Sandonís Escudero y Julio Fraile Muñumer, que recibieron, por voluntad de Escudero, el legado del bailador.
Todos estos argumentos indagatorios se originan el mismo día en que nació el argumento de la película: el 31 de julio de 1942, cuando Vicente Escudero leyó en el Ayuntamiento de Valladolid el guión literario o guión cinematográfico ―el argumento, por reducirlo a una palabra― de Gitanos de Castilla, que había escrito aprovechando un mes de inactividad profesional debido a un accidente en Barcelona, que le impidió llevar su ajetreada vida habitual. Presentó el proyecto y leyó el guión en una reunión convocada por el Delegado Nacional de Educación Popular, siendo alcalde Luis Funoll y Mauro. A aquella reunión asistieron el gobernador, señor Porres; el presidente de la Diputación, señor Rodríguez Vila; los directores de los periódicos El Norte de Castilla, señor Cossío, y de Diario Regional, señor Martín Abril, además de otras singulares autoridades civiles, académicas y universitarias.
“Tras la lectura, quedó esbozada la ayuda que autoridades y Corporación podían prestar a la iniciativa del simpar artista vallisoletano”, decía el periodista de El Norte encargado de redactar la noticia ―supongo que sería Emilio Cerrillo, responsable de la crítica en las secciones de Cine, Teatro y Toros (Pepe Alegrías) y buen amigo de Vicente Escudero―. Por lo visto, el artista había reunido días antes a los críticos de cine de la ciudad para darles un avance de su idea y mostrarles el guión literario a la espera de que “los enteraos” (según expresión muy usada por Escudero) le dieran su sincera opinión.
Todo lo antedicho ocurría en los meses finales del año 1942.
No debieron de ser muy diligentes quienes prometieron ayuda económica al proyecto, ya que pasaba el tiempo, incluso los años, y la película no arrancaba, síntoma evidente de que tal ayuda no se producía.
En el diario vallisoletano Libertad del día 14 de septiembre de 1943 se publicó una entrevista con Vicente Escudero en la que el bailador dice al periodista que ha iniciado una gestión que espera le salga bien y permita empezar pronto el rodaje de la película Gitanos de Castilla. Escudero no suelta prenda, pero el periodista sospecha que se trata de los primeros contactos con la productora Estudios Latina Films, de Sevilla, que figura en los carteles.
Hasta que un día del año 1953, transcurridos once años desde la jaleada presentación, encontramos en la hemeroteca de El Norte de Castilla una entrevista, en la popular sección 3 minutos, con el director de cine Ricardo Torres, que se disponía a iniciar el proceso de filmación, tras la localización de exteriores. Estos exteriores serían todos de Valladolid, Medina del Campo y Tordesillas, y los interiores se rodarían en los Estudios CEA (Cinematografía Española y Americana) de Madrid. El propósito inicial, según consta en la entrevista, era hacer un cortometraje, pero “si acertamos” (el corto gustaba y daba algún dinero) podría prolongarse hasta un largometraje. Dos notas al margen: la entrevista con Ricardo Torres la firmaba el periodista García-Platón, y llevaba, como era costumbre, una caricatura del entrevistado. Esta caricatura estaba firmada por Max, es decir, Miguel Delibes en sus inicios periodísticos, en los que echó por delante su habilidad en esta faceta artística, muy reconocida y debidamente estudiada en la actualidad. Por lo que atañe al autor de la entrevista, García-Platón era un seudónimo que utilizaba José García Rodríguez, quien había sido redactor jefe del periódico y era funcionario del Museo Nacional de Escultura.
Con todos estos materiales a la vista, surgen las especulaciones. Parece lógico pensar que las ayudas económicas ofrecidas por las autoridades y corporaciones no fueron suficientes y Vicente Escudero, una vez puesta en marcha la película, se vio en la necesidad de sacar dinero de su cartera para continuar la producción, un trabajo en equipo que suele consumir un cuantioso presupuesto. ¿Gustó o disgustó a los espectadores el baile español y flamenco ejecutado por Escudero y su troupe? ¿Se cansó de poner dinero y dejó el corto muy corto? ¿Mandó destruir la película al ver que no producía rentabilidad alguna una obra que con tanto esfuerzo había hecho un equipo heterogéneo de artistas?
Desafortunadamente, y de momento, son preguntas sin respuesta.
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