El escritor Gonzalo Giner, ganador del premio de novela Fernando Lara 2020, considera que los países occidentales «no han hecho los deberes» respecto al continente africano, al que no han ido «más que a quitar recursos», una situación que refleja en su novela La bruma verde.
Autor de novelas como El sanador de caballos y El jinete del silencio, Gonzalo Giner, veterinario rural en activo además de escritor, aborda en esta novela cómo el continente africano sigue padeciendo la huella colonial y la explotación del mundo occidental, una explotación de la selva que saca de su hábitat a las especies salvajes, que pueden trasladar del animal al hombre virus, señala Giner en una entrevista con Efe tras la publicación de La bruma verde (Planeta). La dicotomía entre el primer y el tercer mundo aparece a lo largo de esta novela «de aventuras», ha recalcado el escritor, que también habla de la labor que realizan los cooperantes, la corrupción del sistema en todos sus estratos y el trabajo de los científicos en África.
Tres personajes femeninos aparecen en la novela con mucha fuerza, una presencia con la que el veterinario y escritor, explica, ha querido homenajear a las defensoras del medio ambiente en el continente africano, casi todas ellas mujeres, conceptos que introduce en su novela porque, recuerda, escuchó a la primatóloga Jane Goodall decir que para convencer a la gente mejor que discutir es contarles una historia hermosa. Fue precisamente una conferencia a la que asistió de una colega española, la veterinaria Rebeca Atencia, directora de un centro de rehabilitación de chimpancés de la República Democrática del Congo, y «mano derecha» de Jane Goodall, la que le dio la idea de escribir una novela como La bruma verde: «Me quedé enamorado de lo que hacían, y pensé que quería escribir algo sobre ese asunto».
Las investigaciones de Goodall se reflejan en la novela de Gonzalo Giner, que se acerca al entorno de los primates a través de Bineka, una adolescente que ve cómo su aldea en el Congo es arrasada y convive varios meses con un clan de chimpancés. Junto con la adolescente africana, otra de las protagonistas es una directiva española de éxito que se traslada a la selva para buscar a su mejor amiga, una cooperante medioambiental que ha sido secuestrada.
Aunque considera que es una novela de aventuras y no de denuncia, Gonzalo Giner confía en que pueda concienciar a los lectores sobre la toma de medidas para intentar parar la explotación de este «pulmón verde» del planeta, víctima de la deforestación y los cultivos intensivos. Así, explica, deberíamos exigir que los muebles de madera lleven un certificado sobre su origen sostenible o que la soja o el aceite de palma que adquirimos tengan un etiquetado que aclare si se producen de una forma que no daña al medioambiente. El escritor ha criticado también hechos como que determinadas empresas pidan subvenciones para sus cultivos con la condición de mejorar las condiciones de la población congoleña y luego eliminen miles de hectáreas de selva sin cumplir esos requisitos.
Uno de los motores de la novela es la cooperante secuestrada, Beatriz, un personaje ausente que el lector verá a través de los ojos del resto de los personajes y que trabaja en la ONG Greenworld en la República Democrática del Congo, además de mantener una relación sentimental con un doctor congoleño unido a Médicos Sin Fronteras, una mujer que, precisamente, está al cargo de un proyecto de investigación centrado en los abusos de una gran empresa sobre las tierras congoleñas y sus gentes.
Los cooperantes de diferentes ámbitos que aparecen en La bruma verde están basados en la vida real, unos profesionales que, explica Giner, «se la juegan» todos los días y a pesar de ello siguen defendiendo sus valores e intentan «cambiar el mundo a cachitos».
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