Gonzalo Torné. Foto: © MTSlanzi
El dinero, como bien sabe Gonzalo Torné, es una vocecita que nos habla todo el rato. Por suerte a unos menos que a otros. Cuánto tienes, cuánto necesitas, cuánto puedes comprar, son algunas preguntas a las que todos nos respondemos diariamente. Por eso es tan potente.
En la búsqueda de entender cómo vivimos acompañados de este pensamiento, el novelista catalán ha escrito El corazón de la fiesta (Anagrama). En ella, una mujer de clase media va enriqueciéndose gracias a su noviazgo con el hijo bastardo de un político corrupto, hasta el punto de que pierde toda noción de realidad. Esto le sirve a Torné para mostrar al lector esa locura desde cero, desde que la protagonista empieza a tocar el dinero. ¿Cuánto es demasiado? ¿Cuánto suficiente? Para muchos, nunca. Como muy bien define el escritor: “La riqueza siempre es una pobreza en función de otra riqueza”. Después de leer esta obra, uno puede llegar a entender por qué muchos se autodestruyen por él.
—¿Qué corazón y de qué fiesta?
—Es un título que puse muy al final. Me gusta porque tiene un sentido inicial y, a medida que vas leyendo, va cambiando. El corazón es el centro y la fiesta va de muchas cosas, pero fundamentalmente de la que ha hecho la clase política a nuestra costa, pagada con los fondos alemanes. Algo que me parece el denominador común de los últimos 15 años de política: un latrocinio constante.
—Ese latrocinio constante está patrocinado por el dinero. El tema fundamental de la novela, que la recorre y corrompe.
—Sí. Me interesaba hablar del dinero casi como voz interior. Hay estupendas novelas sobre el dinero, pero hay menos que lo abordan desde esta perspectiva. En nuestra cabeza hay múltiples voces que nos hablan todo el rato. Una de ellas es el dinero: cuánto tenemos, cuánto necesitamos… El libro es una exploración de cómo vivimos acompañados de ese pensamiento. Algo que es muy euforizante, pero también es muchas veces destructor.
—En esa indagación que has hecho, ¿qué conclusiones has sacado?
—Más que una conclusión, la sensación que he sacado es que el dinero es un ente independiente, que al mismo tiempo está pegado a nosotros. Que nos domina no sólo como personas, sino también como sociedad. Hasta el punto de que se considera que la acumulación de riqueza es más importante que las condiciones de vida de los ciudadanos, que en qué situaciones dejamos a otros países, o incluso la destrucción del ecosistema donde vivimos. El dinero como aspiración, pero también como locura destructiva.
—Muy ligados al dinero aparecen dos términos en el libro: clase e identidad.
—En el caso de la clase es claro. La clase en el fondo no deja de ser una casta que no es tanto por nacimiento, sino por poder económico. A día de hoy se sabe que cambiar de casta pasa a un 2% de personas, que es normalmente donde ponemos el foco para hacer ver que hay un ascensor social. En el fondo, el dinero es filtro: hay lugares en los que no puedes entrar, hospitales… Entonces es verdad, es uno de los principios de la novela porque lo que genera el dinero son clases. También hay una cierta identidad relacionada con el dinero y derivada de la clase a la que perteneces. Un ideario de lo que se supone que debe hacer una persona de clase media, burgués…
—Estas diferentes identidades de clase las representas a través de una protagonista que va ascendiendo según aumenta su poder adquisitivo. El dinero así es el hilo conductor que está detrás de todo.
—Sí. Hay novelas que hacen parodia del rico, pero a mí me interesaba primero coger la clase política que no es rica. Estos no deberían ser ricos, aunque sí tener una vida bien acomodada. Quería saber por qué se corrompen. Así, aunque sepas que son corruptos, me parecía más interesante abordarlo desde un personaje que es de clase media trabajadora, que en muchas novelas son los buenos. Ellos también son sensibles de caer en el hechizo del dinero. Con esto no quiero decir que todos son iguales o que estén unos y otros: lo que muestro es que todos somos vulnerables. Esa evolución de una persona que al principio le ayuda también se vuelve para ella en el único objetivo de su vida. Y algo que nunca se puede satisfacer. Hasta tal punto que hace poco un multimillonario que bajó un escalón en la lista Forbes se deprimió. Un tipo que tiene el PIB de Honduras se tiene que medicar. Es un dinero que no se va a poder gastar nunca. Esa locura del dinero me gustaba que se viera desde un personaje que empieza a tocar el dinero con el lector.
—¿Por qué crees que se da esa situación, hasta el punto de que personas que tienen dinero y estatus social puedan acabar en la cárcel?
—Porque no se puede parar. Yo esto lo intento analizar, pero no tengo respuestas. Pongo el ejemplo en el libro de la gaviota, que no tiene nada que ver con el PP, ya que es un animal que no tiene instinto de saciedad. Hablando con otros periodistas, me decían que son unos yonkis del dinero, y es cierto. A mí me gustaba más plantearlo como una maldición.
—Este inconformismo del dinero lo muestras según va avanzando el libro con diferentes situaciones. Una de ellas es cuando el Bastardo le dice a Violeta que ya no le puede pagar lo que quiera, porque antes, cuando era pobre, su cabeza no podía pensar como una rica.
—En el libro Violeta al principio es de clase media, pero los otros son tan cabrones que los ven como pobres. Al principio la riqueza puede ser tener dos residencias, pero puedes llegar a tener veinte. Siempre hay un nivel de riqueza a donde tu riqueza no va a poder llegar. Hay demasiado dinero para comprarlo con dinero. Y es lo que le pasa a ella. En la novela lo explico así: la riqueza siempre es una pobreza en función de otra riqueza.
—Estas ideas de riqueza entran en contraste con otras que aparecen en la novela, como “el divorcio es el nuevo estado de bienestar”.
—En el libro hay tres personajes que no están contagiados por el dinero, y uno de ellos es quien dice esta frase.
—Centras el libro en Cataluña, y bebe mucho de allí, pero podría ser cualquier otra comunidad autónoma.
—Yo esto lo defiendo, aunque me dicen que no. Tiene ciertas particularidades, pero es un episodio más del caciquismo postransición. No debe haber una sola comunidad autónoma donde no se haya dado un personaje así. Lo que pasa es que puestos a trabajar, elegí Cataluña porque lo conozco más. Sí que hay unas particularidades del espacio que metí porque me interesaba hacerlo bien.
—Me gusta pensar la novela de Crematorio, de Chirbes, como una novela paralela a la tuya.
—No he leído Crematorio y lo estoy pasando fatal [risas]. Yo lo que me planteé es la parte política, porque son los enanos en el mundo del dinero. Este tipo de políticos de la novela se sienten más ricos que los ciudadanos, pero en realidad son gente que está como trapicheando. La gran dificultad de esta novela era no hacer berlanguismo, no hacer parodia. No tenía ningún interés.
—Intentas no hacer parodia, pero la novela está plagada de humor. Y creo que es algo que la salva de la crudeza.
—Yo creo que es horrible. Y más la parte central. Yo he querido dejar de lado la sátira, porque el que la usa no piensa únicamente que tiene razón, sino que además no tiene que demostrarlo. No permite que entren otros discursos y acaba hablando solo. A mí me interesaba mucho que personajes por los que no tengo mucha simpatía tengan buenos discursos. Respecto a la parodia, el mayor problema que le veo es que al final humaniza al político. «Es un capullo el ladrón, pero te irías a tomar algo con él». Yo quería mostrar la brutalidad que hay en estas personas, y creo que si hay un tipo de humor, muchas veces deriva de la brutalidad. La brutalidad con la que se dicen las cosas muchas veces funciona como risa, como defensa. Si hay algo que es muy difícil es el humor.
—Leía la novela en términos de humor, de la evolución que vive la protagonista, una mujer que al principio no se cree que pueda estar de vacaciones en una playa paradisiaca y que acaba casi llamando pobre a su marido por no pagarle un viaje a la Antártida.
—Sí, puede ser humor. Pero ya te digo que esto es más de los lectores que del escritor. Aunque sí que hay veces que hay un tono cómico. Es difícil fijarlo. Pero sí, yo me río muchas veces.
—Antes has dicho que te has preocupado por poner a tus personajes buenas palabras. Se nota que hay trabajo de lenguaje y que es una novela con mucho ritmo.
—En todas las novelas tengo que proponerme alguna cosa que me divierta. Y en esta, aunque ya lo había hecho antes, la parte central estaba obsesionado con que fuera muy rápida, tanto que está casi escrita como si fuera un travelling. En muchos párrafos yo podría contar más, como por ejemplo el embarazo. Pero yo cuento con que el lector ya lo ha leído muchas veces, que está condensado en un párrafo. Mi idea es que la novela no te dejara descansar: acabas un tema y empiezas rápido el siguiente. A medida que avanzaba pensaba que si era una pesadilla del dinero, me parecía bien que estuviera escrito así.
—Incluso hay algunos cambios muy bruscos.
—Hay algunas elipsis muy bruscas, que me gusta mucho hacerlas. Sobre todo cuando hay cambios de personajes. Esto es lo que sucede muchas veces en la vida real. Cuando te enteras de que alguien empieza a salir con otro, no tienes un escritor de fondo que te cuenta toda la situación. En esta novela intenté hacer personajes tontos, y creo que he fracasado, pero al menos no hay muchas explicaciones psicológicas. Es una novela muy reflexiva, pero muy poco de motivación psicológica, más de acción.
—Me ha llamado la atención que en la novela dejas de lado los nombres propios y utilizas más etiquetas.
—Esto era intencionado, porque otro de los temas del libro es cuánta lealtad puedes tener al grupo que supuestamente te representa. Por ejemplo: una mujer puede ser feminista, pero no tiene que estar a favor de todo lo que dice una mujer con altavoz. Igual que un catalanista. Hay un espacio en el cual tú tienes cierta deslealtad o coqueteo con las ideas contrarias. Para representar eso me parecía interesante que los personajes llevaran la etiqueta de lo que son. Así, el Bastardo lleva este nombre, por ejemplo. Pero también el Rey.
—De esta forma, creas unos personajes que juegan en escalas de grises.
—Es que la vida es así. Ni siquiera tu mejor amigo te convence siempre. La construcción literaria de buenos y malos es una especie de traición al arte. Intento que los personajes se parezcan a la vida. Intento crear personajes que actúan en representación de sí mismos, como principios de fuerza. Como todos en la vida, que persiguiendo nuestros deseos fastidiamos a la gente.
—Y este es otro de los temas principales del libro: vivir también es intentar no hacer daño al resto.
—Yo muestro siempre la idea en mis novelas de que intentar hacer el mínimo daño sería una manera de vivir muy higiénica. Más, muchas veces, que tener una gran causa. Lo malo de esta decisión, de apartarte del espacio público, es que si le das la espalda queda ocupado ese espacio por esta gente. Si no haces política, te la hacen.
—¿Por qué escribir esta novela? ¿Y por qué ahora?
—Yo quería escribir una novela sobre el nacionalismo, pero no la he escrito. Llega un momento en el que estás un año y medio de vacaciones y empiezas a buscar un tema. La podría haber escrito hace tres o cuatro años, no es una réplica. Es una invitación a conversar. No tengo pretensión de denunciar nada; todo eso está en los periódicos. Sobre todo por los retos técnicos. Hay una constelación de temas que al final terminan dando la novela. Hay muchas fantasías.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: