Que lo gótico nunca pasa de moda es un hecho. Mientras ídolos de barro, supuestos fenómenos culturales y tribus urbanas enteras agonizan al calor del tecnocapitalismo, lo oscuro resiste. Desde que Horace Walpole (1717-1797) nos invitase a recorrer El castillo de Otranto en 1764 hasta la actualidad, las masas biempensantes no han dejado de reclamar su justa dosis de negrura, llámese esta Blade (1998), Lo que hacemos en las sombras (2019) o la esperadísima revisión del mito vampírico por excelencia, el Nosferatu (2024) de Robert Eggers. Ahora bien, tampoco es ningún secreto que nadar en una pecera, por profunda que sea, termina por agotar el agua y conduce al cliché. Por eso, que todavía existan mentes creativas capaces de adquirir un secreter añoso, retirar la imprimación ajada, lijarlo, cambiarle las patas y los tiradores, repintarlo, incorporarle luces led y —barniz mediante, que no somos bárbaros— dejarlo mejor que nuevo es todo un acontecimiento.
Corre el año 1908. La cultivada y audaz Xaverina von Attems, noble de origen austrohúngaro, parte en búsqueda de un pariente desaparecido, el conde de Strassoldo. Durante su periplo, adquiere una extraña maleta que necesitará para acceder a la morada del Nereôs cavalîr o Bràul, «aquel que brinca por los pasillos», una misteriosa e inquietante figura que podría ayudarla en su misión… pero no existe ayuda gratuita ni viaje del que volvamos iguales. Xaverina lo comprobará más pronto que tarde, cuando no tenga más alternativa que sumergirse en el pasado de su benefactor, así como en el suyo propio y, con su formación y perspicacia como únicas armas, embarcarse en una aventura que salta entre planos, que toca lo onírico, lo sobrenatural, lo mitológico, lo simbólico y lo espiritual.
Escritor, editor y analista cinematográfico, Rueda —a quien ya leyéramos en Lucificción (2020), también publicado por Orciny Press, microeditorial con uno de los catálogos más temerarios e inimitables del panorama en castellano— exhibe veteranía y conocimiento del género en un libro originalísimo por varios motivos: por un lado, parte de la acción transcurre en las proximidades de la región italiana de Friuli-Venecia Julia, un pequeño crisol de culturas que linda con Eslovenia, Austria y el Adriático, y que le sienta como un guante a las andanzas de nuestra noble investigadora; por otro, la propia Xaverina, una mujer aguerrida e inteligentísima que, en el relato de sus memorias, crecerá como protagonista; y eso sin olvidar al personaje del Bràul, inspirado en un ser demoníaco del folclore regional que nos inspira tanta desazón como piedad, y que podríamos emparentar con otros iconos de la ficción gótica, como el vampiro Lestat de Lioncurt alumbrado por la popular y muy influyente Anne Rice (1941-2021), el melancólico Vampire Hunter D (1983) de Hideyuki Kikuchi (1949), el también medio vampiro Alucard —hijo de Drácula en el mundo ficticio de la saga de videojuegos y series de animación Castlevania— o el elevado Michael Robartes creado por el poeta irlandés William Butler Yeats (1865-1939); a mayores, en el argumento se aprecian toques del Hayao Miyazaki (1941) más místico —el legendario creador de Studio Ghibli también suele reflexionar sobre la identidad de sus protagonistas sometiéndolos a conversaciones con figuras providenciales—, y es que no es arriesgado afirmar que estamos ante una historia clásica con alma de anime.
A todo lo anterior sumémosle un lenguaje cuidadísimo, una prosa culta y rica en matices, que, sin embargo, no renuncia al dinamismo ni al enfoque cinematográfico, y que va al grano; pese a lo intrincado de ciertos pasajes —en los que se juega con la física y las proporciones—, nada resulta abstruso, y el conjunto potencia el efecto de una historia de corta extensión que sabe a mucho más. Estamos ante un libro exigente, que no trata como corderitos a quienes se atreven con él, pero que recompensa con creces el esfuerzo lector.
¿Qué queda por decir? Desde la comodidad de nuestra butaca Voltaire, suspirando, contaremos cada minuto en el reloj de péndulo deseando que la intrépida Xaverina corra más aventuras, igual o más esclarecedoras que la actual. Mientras tanto, podemos releer El gabinete de los cien cajones, de Lluís Rueda, en las largas noches de invierno. Y que la oscuridad —y la curiosidad, con la que comparte tantas letras— siempre reine en nuestros corazones. ¡Amén!
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Autor: Lluís Rueda. Título: El gabinete de los cien cajones. Editorial: Orciny Press. Venta: Todostuslibros.
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