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Gran Sol

En ocasiones, sucede que el lector desprevenido y desocupado se enamora de un estilo de escritura. Se reconoce en él como en la superficie bruñida de un espejo. Asiste al despliegue de una gran prosa intempestiva en espirales cada vez más profundas. Al preciso deslizarse de los enunciados por los rincones de una vida, iluminando en su traslado los objetos que la configuran con un nuevo sentido, humano, demasiado humano. Si el lenguaje es sombra, el sol, ¿de qué es metáfora?

Carolina Sanín (Bogotá, 1973), deslumbra y despierta admiración a partes iguales en este conjunto heteróclito de escritos donde, como declarara Montaigne al comienzo de sus Ensayos, ella es el asunto y el motivo de su indagación y su palpo. Y lo hará bajo la advocación de lo claro, lo diáfano, lo luminoso, no ahorrando al lector, sin embargo, el pinzamiento del terror al penetrar en lugares oscuros y escabrosos. Y con un pie sólidamente plantado en la arcilla fértil de los clásicos grecolatinos y bíblicos (esa maravillosa digresión sobre Aquiles y el amor, Príamo y la dignidad, Héctor y el rencor alrededor del escudo forjado por Hefesto a petición de Tetis, o aquel otro texto límpido donde rescata el conocido episodio homérico de las Vacas del Sol), y el otro en el asfalto recrudecido de la memoria personal más contemporánea, su infancia, la relación con sus padres, sus continuos cambios de domicilio en épocas en que los afectos, aún tiernos, buscan arraigar y asentarse. El amor, la ausencia animal, el hueco visceral del cuerpo amado y la panoplia sensitiva de su encanto: sabor, olor, tacto, contorno y sonido.

"Un estilo solar que resigue los contornos y dibuja a mano alzada geometrías capaces de llevar la mirada del lector más adentro y más lejos"

El gozo principal que depara la lectura de El Sol es el natural ensamblaje entre su páginas de categorías éticas y referencias culturales de alcance universal puestas al servicio de una observación minuciosa, implacable y tierna de cuanto rodea a la autora, la conmueve o inquieta. Ejercicios de estilo en que la gramática, incapaz ya de proseguir, se resuelve en aforismos deslumbrantes de linaje presocrático: «La noche es el día por dentro» o rabínico, a lo Edmond Jabès: «¿El pelo es a la cabeza como qué cosa es al corazón?».

En un tiempo como el actual, en que ciertas literaturas parecen confundir la exploración del yo, la cartografía del cuerpo y la indagación del deseo con la desgarradura, con lo fragmentario, con la asonancia, cuánto celebramos la existencia y la circulación del gran estilo, de un estilo solar que resigue los contornos y dibuja a mano alzada geometrías capaces de llevar la mirada del lector más adentro y más lejos.

Como en aquel bello homenaje que Baudelaire dedicara a Franz Liszt y en que remarca la inseparable dualidad que alberga el arte del compositor austrohúngaro, mezcla de firme determinación y voluble fantasía («Línea recta y arabesco, intención y expresión, rigidez de la voluntad, sinuosidad del verbo, unidad del fin, variedad de medios»), la prosa de Carolina Sanín es sólida en su búsqueda y fantasiosa en sus hallazgos.

Una gran fiesta de celebración del lenguaje a la que todos los lectores están invitados.

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Autora: Carolina Sanín. Título: El Sol. Editorial: Random House. Venta: Todostuslibros.

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