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Guía de viaje por el Imperio romano

Guía de viaje por el Imperio romano

Marco Sidonio Falco es un romano de noble cuna que, con la intención de que su libro sea apto para una audiencia no romana, ha contratado los servicios del Dr. Jerry Toner, para que le ayude en su escritura. Jerry Toner es fellow y director de estudios clásicos en el Churchill College de la Universidad de Cambridge. Ha publicado varios libros, entre ellos Sesenta millones de romanos. La cultura del pueblo en la antigua Roma (Crítica, 2012). Ambos nos guían en un recorrido por Grecia e Hispania, pasando por Egipto y Britania.

Zenda reproduce las primeras páginas de Guía de viaje por el Imperio romano.

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INTRODUCCIÓN

Saludos desde la antigua Roma. Mi nombre es Marco Sidonio Falco, un romano noble de nacimiento. Con la ayuda de mi asistente, el Dr. Jerry Toner, he escrito un relato de mi recorrido por el Imperio romano en su apogeo. Únase a nuestro viaje hacia el este para disfrutar de los grandes festivales de Grecia y explorar el centro cultural de Atenas. Acompáñenos a visitar la joya de Éfeso y comparta nuestro viaje por el Nilo para ver las antiguas pirámides y la colosal estatua parlante de Memnón. Viajando hacia el oeste por el granero del Imperio, se deleitará con la fecundidad de Hispania, de la que conoceremos cómo se extrae el oro y cómo se crían los buenos caballos de esa provincia, y la belleza de la Galia, antes de cruzar a Britania, donde también sufrirá lo peor que la vida provinciana puede ofrecer. No todo será sencillo, y experimentará los terrores de los viajes por mar, las chinches y la pésima comida de las posadas de carretera, y los peligros de los bandidos. Mi guía ofrece consejos prácticos para sobrevivir a todas estas dificultades. Es el Imperio romano el que ha hecho posible todos estos viajes. Su excelente red de comunicaciones, tanto por carretera como por mar, ha generado una circulación fácil y segura. Los romanos hemos cartografiado el mundo, tendido puentes sobre los ríos y cortado caminos a través de las montañas. Sin embargo, casi ninguno de los que desean conocer los aspectos más destacados del Imperio tiene idea de por dónde empezar. Esta guía les dirá todo lo que necesitan saber.

Con esta manera de comunicar un viaje no hay lector que se resista, y para ello, Zenda adelanta las siguientes dos notas: primero la del autor, es decir, la del romano Marco Sidonio Falco, y a continuación, la de su comentarista, el experto Jerry Toner. 

NOTA DEL AUTOR

¡Qué prodigio es el Imperio romano! A lo largo de su inmenso territorio, que se extiende desde Britania, en el norte, hasta Egipto, en el sur, y desde Hispania en el extremo oeste hasta el Éufrates, en el este, grandes ciudades resplandecen con fino mármol y ofrecen a sus ciudadanos el mayor lujo público imaginable. En la campiña, las tierras florecen con exuberantes cosechas y rebaños de ganado fecundo pacen en los ricos pastos. La población ha experimentado un gran crecimiento y la prosperidad abunda por todas partes. Eso es algo que ya debería saber, porque las propiedades de mi familia noble están repartidas por las provincias del imperio, a menudo adquiridas como recompensa por nuestra participación en la conquista de las mismas. Cuando, muchos años atrás, Filón de Bizancio enumeró sus siete maravillas del mundo, no tenía la menor sospecha de lo que todavía estaba por venir. Aquellos monumentos han sido superados cientos de veces por las glorias del Imperio romano: sus anfiteatros, sus palacios, sus acueductos, sus templos y sus carreteras. Ningún hombre instruido debería abandonar este mundo sin haberlas experimentado.

Jerry Toner

¿Qué clase de compañero de viaje podría uno desear en semejante gira? Un hombre de ingenio, carismático y de fácil conversación, diría yo. Un hombre capaz de soportar con sosegada serenidad y resignación las ocasionales adversidades que puedan surgir a lo largo del camino y en el mar. Un hombre cuyas fundadas opiniones ayuden a matar el tiempo durante las inevitables horas de espera con

animada conversación sobre cualquier tema, desde los asuntos más serios de la actualidad hasta las glorias de los poetas épicos y los chismorreos más frívolos. Al que uno jamás escogería es a un brittunculus: un despreciable britano de poca monta. Un britano quejica, por si fuera poco, cuya vida ha transcurrido entera en la pequeña ciudad de Duroliponte y cuya mente es de lo más provinciana que uno pueda imaginar. Un hombre cuya educación clásica parece haberle resbalado por encima sin dejar el menor rastro y que prefiere descifrar los garabatos y los grafitos de la plebe vulgar cuando podría estar leyendo a Virgilio. Un hombre que prefiere la cerveza al vino. Semejante hombre es Jerry Toner. No obstante, para que mi guía alcance a un público tan amplio como merece, la necesidad obliga. Que los dioses me ayuden. 

NOTA DE COMENTARISTA

Los viajes y el turismo despegaron durante los largos siglos de paz romana, la Pax Romana del imperio, cuando viajar resultaba relativamente seguro y fácilmente accesible y asequible, si no para el público en general, al menos para un grupo más amplio de lo que históricamente había sido el caso. Los enormes barcos de transporte de cereales que navegaban hacia Roma para alimentar a sus masas subempleadas llevaban consigo, previo pago, a centenares de pasajeros que dormían en cubierta y rogaban a los dioses para que les permitiesen llegar sanos y salvos. Para los adinerados, realizar una gira por los lugares emblemáticos de Grecia y Egipto era una de las ventajas que ofrecía el imperio, una forma de obtener placer de los territorios conquistados por los romanos. Sin embargo, los viajeros no solo estaban interesados en contemplar las vistas. Los relatos que escribían de sus viajes contenían largas digresiones sobre la mitología relacionada con cada uno de los lugares, su historia, la logística de su periplo y meditaciones sobre todo tipo de temas. El propio texto de Falco sigue una línea muy similar y representa una especie de baedeker del mundo antiguo. Huelga decir que el hecho de que yo haya contribuido a su publicación no significa que apruebe muchas de las opiniones expresadas en dicha obra.

La estabilidad del Imperio romano fomentó también otra clase de viajes: los representantes y funcionarios imperiales acudían allí donde eran enviados para llevar a cabo tareas de gobierno local y para supervisar importantes proyectos, mientras que los soldados se trasladaban a sus acantonamientos allí donde estuvieren. Los terratenientes acaudalados solían viajar para inspeccionar sus propiedades. El comercio y los oficios florecieron, y los mercaderes transportaban sus productos a los mercados de todo el imperio, a menudo estableciéndose durante el proceso. Los artistas y artesanos se desplazaban allí donde había trabajo, y los animadores callejeros, adivinos y practicantes religiosos transitaban por las ciudades en busca de audiencia. Los ricos enviaban a sus hijos a aprender las artes de la oratoria en las grandes escuelas de Grecia, mientras que los enfermos viajaban en busca de curas en los famosos centros de sanación. La reputada red de carreteras, que al inicio era de uso militar, impulsó también los viajes. Era como si el Imperio romano estuviera en perpetuo movimiento. Todos aquellos viajeros llevaron consigo su cultura y, en consecuencia, muchas de las grandes ciudades adquirieron un nuevo nivel de cosmopolitismo. La gente se llevaba también a sus dioses, de modo que las religiones de la parte oriental del imperio introdujeron nuevas formas de experiencia religiosa, muy alejadas de las del panteón tradicional.

Marcus Sidonius

Mi papel de secretario de Marco Sidonio Falco durante un largo y penoso tour por el vasto Imperio romano me ha proporcionado una experiencia que jamás olvidaré. Ha habido momentos álgidos: los fascinantes monumentos y santuarios de las ciudades, los extraños rituales y la abrumadora diversidad. Pero también ha habido muchos momentos bajos: la distraída indiferencia ante el sufrimiento de muchos, la altiva arrogancia frente a los provincianos, la inquebrantable creencia en la superioridad de Roma y sus valores. El imperio obligó a muchos a viajar. El aplastamiento de revueltas como la de los judíos terminó en el desplazamiento de pueblos enteros. Millones de esclavos fueron enviados lejos de sus hogares hacia el lugar decretado por sus propietarios. Así pues, Falco simplemente refleja lo que encontramos en las fuentes. Sabemos mucho más sobre lo que los romanos pensaban — los ricos, claro— que sobre aquellos a los que gobernaban. Como sucede con gran parte del mundo romano, tenemos material que resulta comprensible, pero también hay mucho

que pone a prueba nuestra imaginación y hace que nos esforcemos por comprender su visión del mundo. Frente a semejante evidencia me percato siempre de lo mucho que se nos ha perdido del mundo antiguo.

Marco es reservado en cuanto a su tiempo, pero la mayoría de sus opiniones reflejan las del Alto Imperio, aquella época que Gibbon consideró el período de la historia universal en el que la condición de la raza humana fue la más feliz y próspera. Nada de lo que dice Falco es pura ficción. Todo está basado en una serie de fuentes contemporáneas, aunque adaptadas para hacerlas accesibles al público moderno. He añadido breves comentarios a su relato al final de cada capítulo para contextualizar algunas de sus opiniones y contrarrestar algunos de sus prejuicios irreflexivos. Junto con la bibliografía sugerida al final del libro, dichos comentarios guiarán a quienes estén interesados en profundizar más sobre el tema y les indicarán dónde pueden obtener más información acerca de las fuentes primarias subyacentes, quién las escribió y por qué, y sobre los debates académicos modernos.

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Autores: Marco Sidonio Falco y Jerry Toner. Título: Guía de viaje por el Imperio romano. Editorial: Crítica. Venta: Todostuslibros.

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