Hay muchas maneras de viajar al pasado. Mi favorita es a través de los libros y uno de mis últimos viajes me ha llevado a la época más incomprendida. En el ámbito de la divulgación histórica, el mayor reto de la actualidad está en acabar con la concepción errónea de la Edad Media que existe entre el gran público. Y como todo proceso de difícil ejecución, la mejor manera de ejecutarlo es pasito a paso. Sin embargo, Katherine Harvey ha dado un machetazo entre la espesura para seguir abriendo camino. Los fuegos de la lujuria, editado por Ático de los Libros, supone un acercamiento íntimo a la cotidianeidad medieval que nos permite conocer mejor cómo se pensaba y actuaba por entonces. Entre sus páginas se cuenta una historia del sexo en la Edad Media y así, de paso, sabremos cómo adaptarnos al contexto si, por lo que sea, volvemos a aquellos siglos y surge algún affaire propio de alcobas.
Otro asunto a tener en cuenta antes de meternos en materia es que por mucho ombliguismo que padezcamos, la forma de entender y practicar el sexo cambia. Katherine Harvey ha escrito su obra centrada en la Europa occidental a lo largo de un período de unos cuatro siglos, aproximadamente desde el 1100 hasta el año 1500. Si mi concepción sobre el sexo puede ser distinta de la de mi vecino, imagina la variedad en un espacio tan amplio en lo geográfico y cronológico. Por lo tanto, hay que tener en cuenta que sólo podemos abarcar una parte del tema y en base a las fuentes disponibles sobre el mismo. La generalización es el pozo de todos los gozos historiográficos.
Para ligar en la Edad Media hay que tener en cuenta ciertos principios rectores que pueden ser difíciles de asumir para alguien del siglo XXI. A la cabeza están las creencias religiosas, obvias a priori, pero imprescindibles tenerlas en mente a diferencia de la actualidad en la que vivimos: la época más desacralizada de la historia. Hay teorías médicas, todavía más ajenas a nuestro moderno conocimiento, pues en el medievo estaba muy extendida la idea de que el semen se producía en el cerebro. Y luego está la ley, un entramado complejo que procuraba unir las ideas eclesiásticas y laicas:
“La regulación de la conducta sexual tenía que ver tanto con la moralidad como con el orden cívico; más que tratar solo de moldear la conducta de los individuos, las autoridades daban a entender el tipo de sociedad que aspiraban a construir”.
Esto no es exclusivo de la Edad Media. Estados Unidos implantó la Ley Seca en la década de 1920 y un amplio sector de la población estaba convencido de que prohibiendo el alcohol se acabarían todos los males de la sociedad. Y, claro está, si hoy día seguimos teniendo problemas para llevar a cabo una justicia rápida y eficaz a pesar de toda la ayuda tecnológica disponible, en el Antiguo Régimen directamente se puede distinguir la teoría legal de la práctica realizada en el día a día. Por ejemplo, una máxima era llegar virgen al matrimonio, pero:
“Los datos relativos a los nacimientos ilegítimos y los embarazos de novias son algo más reveladores y sugieren de forma clara que un número considerable de parejas mantenían relaciones sexuales prematrimoniales”.
Ahora bien, es necesario saber que hay señores feudales con capacidad para multar a quienes se atrevan a fornicar sin haber sido nombrados marido y mujer. Sin embargo, el sexo es un elemento fundamental para el matrimonio, que sólo se hacía efectivo si se llevaba a cabo la consumación. Formaba parte del proceso de casarse y cualquier suceso que impidiera el coito tras la ceremonia religiosa suponía un asunto tratado por los códigos legales. Se hacían hasta reconocimientos de impotencia, tal y como se recoge en un documento de 1441, realizado a un tal John Marche:
“Esta testigo y el resto de las mujeres calentaron [y] tocaron la verga del susodicho [John] con sus manos, lo abrazaron alrededor del cuello y lo besaron […]. [Su miembro] no fue capaz de levantarse ni mantenerse erecto, sino que, debido a su debilidad, [estaba] en todo momento como blanco, muerto, un pellejo vacío de principio a fin […]; tenía apenas la longitud y la anchura de uno de los dedos de esta testigo”.
El matrimonio de John Marche no sería efectivo y tendría que devolver la dote de su casi esposa. En cuanto al acto sexual en sí, si ya resulta difícil hacer una historia de las mentalidades al respecto, es casi imposible que conozcamos detalles tan íntimos y privados como las posturas, prácticas y maneras de hacerlo en la Edad Media. Pero Katherine Harvey bucea hasta hallar las pistas que nos permitan ver una fotografía lo menos borrosa posible.
Los fuegos de la lujuria también ofrece otros datos interesantes para saber manejarte en el medievo, como los encuentros entre personas del mismo sexo, entre aquellas de distinta religión, los estereotipos raciales, la visión acerca de la prostitución y la presencia del sexo en la cultura medieval, pues, a pesar de la consideración pecaminosa y los límites morales de la época, estamos ante un instinto humano universal y la naturaleza siempre se abre camino.
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Autora: Katherine Harvey. Traductor: Joan Eloi Roca. Título: Los fuegos de la lujuria. Editorial: Ático de los Libros. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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