La escritora coreana Han Kang, que acaba de publicar en España La clase de griego (Random House), ha señalado que «la lengua es una herramienta de expresión, pero el lenguaje puede ser resbaladizo».
En su tercera visita a Barcelona, Kang, que ganó en 2016 el prestigioso Premio Booker Internacional con La vegetariana, ha dicho que «aunque la novela fue escrita hace doce años, la relectura confirma que sigue muy fresca».
La clase de griego (Random House) se sitúa en Seúl, donde una mujer asiste a clases de griego antiguo; y su profesor le pide que lea en voz alta pero ella permanece en silencio; ha perdido la capacidad del lenguaje, así como a su madre y la custodia de un hijo de ocho años.
Su única esperanza de recuperar el habla es mediante el aprendizaje de una lengua muerta, el griego clásico.
El profesor, que acaba de regresar a Corea después de pasar media vida en Alemania y se encuentra dividido entre dos culturas y dos lenguas, también afronta pérdidas: su vista empeora irreversiblemente a cada día que pasa, y convive con el miedo de saber que, cuando llegue la ceguera total, perderá toda autonomía.
«Hasta el nacimiento de una novela pasan muchas cosas puntuales y muchos rastros se entrecruzan y culminan en el nacimiento de una historia», ha apuntado la autora, y en este caso todo comenzó en 2001 tomando un café con su editor después de publicar sus poemas.
El editor había estudiado filosofía de la Grecia clásica y le preguntó si para ello era necesario estudiar el griego clásico y le contestó que sí, por supuesto; y también le habló de la complejidad de esa lengua.
Fue así como descubrió las diferencias con el coreano, que una palabra contenía el significado, el tiempo verbal y su categoría y que no era importante el orden de las palabras en la frase. «Es increíble que una lengua tan precisa y compleja llegara a desaparecer», ha dicho.
De estas premisas surgió «escribir una novela con dos personajes en la que una mujer va perdiendo su habla y un hombre va perdiendo su vista, y ambos situados en una clase de griego clásico».
La protagonista, como la propia Kang, escribe poemas, y por tanto para ella la lengua es una herramienta muy importante para expresarse, pero «el lenguaje siempre es resbaladizo, como si se lanza una flecha con un arco, pero cae a medio camino y no da en la diana».
La situación emocional de la protagonista y la pérdida de esa capacidad de lenguaje se traduce en el texto en que «no se expresa en primera persona, sino en tercera, y su vida además se llena de silencios».
A medida que avanza la narración, el ritmo de la novela se ralentiza y esos silencios se van incrementando, «hasta convertir las palabras casi en islas», continúa la autora, que atribuye a sus inicios en la poesía esa «recurrente reflexión sobre el silencio» en sus novelas.
Ganar el Booker le ha permitido ser traducida a varios idiomas y conocer a lectores de diferentes culturas, pero, asegura: «Cuando me pongo a escribir dejo de pensar en los lectores y solo pienso en la novela con la esperanza de acabarla o con el temor de no conseguirlo».
Kang, que ha llegado a Barcelona desde Madrid, ha podido constatar que muchos lectores la saludan en coreano, algo que no vivió cuando estuvo en 2018: «Se nota que la cultura coreana es más conocida en España».
No oculta su preocupación por las largas jornadas laborales en Corea, que espera que se acorten en el futuro.
No le he leìdo y, después de esta reseña, lo lamento. Habrá que remediarlo.
La lengua es resbaladiza, sobre todo cuanto màs complejo es el pensamiento que la soporta. Es difícil, muchas veces, poder transmitir con el lenguaje lo que pensamos, aunque pensemos con palabras pero no todo. Y, ahí está también la subjetividad para interpretar lo que otros dicen y lo que piensan. A veces, los silencios son más precisos y más intensos que las palabras.
Pero no tenemos otra cosa. Poder expresarnos, aunque sea de forma imperfecta, es un don que nos ha concedido la naturaleza. Y somos seres sociales por ello.