Pros y contras de la saturación de plataformas
Hay algo de huida hacia adelante en la necesidad de las plataformas de alimentar su interfaz con contenido. Porque sí, esa es la palabra que se utiliza en las altas esferas para denominar esos productos que nutren Netflix, HBO Max, Disney+ y Amazon Prime. Y también hay algo de compulsivo en la manera de consumir estos contenidos —series, películas, documentales, realities— por parte de un espectador que, efectivamente, tiene más oferta que nunca, pero que cada día que pasa puede, podría, causar una temida baja en su suscripción. Una huida hacia delante totalmente justificada si lo que queremos es mantener la curiosidad del cliente por el qué vendrá después.
El streaming amenaza con incrementar nuestro estrés, pero también con acabar con las salas de cine, reservadas cada vez más a grandes productos corporativos basados en propiedades intelectuales reconocibles. Esta semana, Ridley Scott, 83 añazos de realizador visionario (con sus pros y sus contras, ¿o acaso ustedes dirigen cada día una obra maestra?) atribuyó al desinterés millennial el fracaso de sus últimos filmes, la portentosa El último duelo y la pasable La casa de Gucci. Se equivoca, pero como Maurizio Gucci (Adam Driver) en esa lucha entre tradición y modernidad en medio de montañas de dinero, también tiene razón.
Hablamos en ambos casos de dos películas adultas que necesitan de una fuerza motriz creativa que no esté basada en franquicias (como un director capaz por sí mismo de manejar y justificar todos los estratos de una producción); cine comercial como el que se ha venido haciendo siempre y que ahora encuentra su lugar en, precisamente, miniseries premium para su plataforma de pago favorita. Dos excepciones a la regla que, por tanto, han demostrado al confuso Hollywood post-pandémico que el riesgo se paga caro.
Pero cero dramas, siempre smile, dice Aless Gibaja. Steve Martin adujo, a propósito de su excelente Solo asesinatos en el edificio (no se la pierdan, en Disney+) algo tremendamente ecuánime: que esta nueva televisión le ha permitido hacer aquello que antes hacía para cine, pero en otro formato; es decir, una comedia de asesinatos con su colega Martin Short con un exquisito equilibrio entre sátira y sentimiento en una decena de episodios. Y como dijo Logan Roy a su hija Shiv en algún momento de esta tercera temporada de Succession (no se la pierdan tampoco, HBO Max), todo está en perpetuo movimiento, todo cambia, o al menos, lo de siempre adopta formas distintas.
La variedad de productos generada por las plataformas está fuera de toda duda. El cambio en las reglas del juego es ya visible para todos nosotros, espectadores, consumidores, aficionados. Pero en algún momento de este proceso el entretenimiento ha dejado de tener cierto sentido para algunos de nosotros. El espectador pierde el norte de sus propios gustos, productos caros acaban inexplicablemente olvidados sin ningún proceso de promoción (u ocultos en uno “sui generis” del que solo algunos imaginamos su presencia). Y mientras eso sucede, el carísimo algoritmo de Netflix, que esperemos no interfiera más de lo que ya hace en la fabricación de series (el descuido que transmiten algunas de sus producciones empieza a ser ya marca de fábrica) ha rellenado todos los huecos posibles.
A cambio, ganamos incluso blockbusters taquilleros pensados solo para la pantalla ya-no-tan-pequeña. Alerta Roja, con Dwayne Johnson, Gal Gadot y Ryan Reynolds, es cine de acción de los noventa estrenado directamente para usted a la vuelta del trabajo. Solo falla lo más importante, la infinitamente torpe dirección de Rawson Marshall Thurber. Netflix ha hecho un live-action de Cowboy Bebop que ni fu, ni fa, pero a cambio usted tiene el monumental anime para comparar en la misma plataforma. Sorrentino y Jane Campion van a estrenar película en Netflix, y HBO Max podría continuar el proyecto aparcado del multiverso de superhéroes de Zack Snyder una vez éste cayó en desgracia con la cúpula del estudio. Más variedad que nunca en un mundo que el algoritmo de Netflix podría catalogar como “inesperado”, “emocionante”, “de suspense”.
Prefiero seguir siendo un lacayo de la lectura o la televisión, que de Netflix