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Sobre «haters», el Grinch y el Señor Ebenezer

Sobre «haters», el Grinch y el Señor Ebenezer

Ahora que estamos en navidad es tiempo propicio para desempolvar viejas tradiciones y recuerdos, ¿y por qué no? obras que nunca dejarán de tener sentido en esta época. Incluso casi me inclino a pensar que en estos tiempos que corren, su revisado tiene más interés que nunca, demostrando su carácter imperecedero más allá del paso del tiempo.

En este fantástico y tecnológico siglo XXI que estamos viviendo, donde quien se creía portador de inmunidad diplomática puede recibir una enérgica caricia durante un intercambio de opiniones acerca del límite de lo tolerable de una broma oculta, las noticias vuelan y se replican de forma instantánea, de ahí el acertado empleo de la expresión “viral”. Es en este hervidero de noticias, muchas de ínfimo interés, y en esta algarabía de desinformaciones tendenciosas y oportunistas, donde ganan poder algunas de las criaturas más peligrosas que moran por la red. Los “trols” y los “haters”.

De los “trols” cibernáuticos bien tendremos oportunidad de hablar en otra ocasión si se diera el caso. Tan sólo decir que al igual que los seres de quienes toman nombre, son individuos tremendamente estúpidos, pues no se encuentra explicación más válida que la esencia de la estulticia a su comportamiento. Gozan creando caos y desconcierto en foros y tertulias, siembran comentarios absurdos y provocan las iras de quienes se interesan por buscar un debate enriquecedor. Nunca cesan en su propósito hasta generar el hastío y el abandono de quienes caen en sus redes.

Interesémonos en los odiadores, “haters” en el ciberespacio, porque da igual lo rico que sea nuestro castellano, todo en la red es mas “cool” (he aquí otra estúpida muestra) si se dice con anglicismos, aunque hablemos en nuestra lengua madre.

"Lo que parecen olvidar los “haters”, cuyos egos aparentan estar reforzados en estas fechas, es que ninguno de sus argumentos es verdaderamente original. "

Los “haters” se alimentan de su propia bilis. Ésa que escupen sobre noticias, personas o conceptos tratando de pudrir y contaminar la esencia de aquello que desprecian para pretender demostrar a los demás, en una inagotable e inalcanzable búsqueda de autosatisfacción personal, que tanto ellos como su opinión están por encima del bien y el mal. Sólo es aceptable su argumento, todo lo contrario es deleznable a sus ojos.

Y así llegamos a la época navideña y los “haters” se afilan los colmillos. Mientras la gente desempolva sus adornos, sus recuerdos o se prepara para pasar unas fiestas tranquilas, muchos también en el más absoluto de los agnosticismos, los “haters” también desempolvan sus rancios discursos hablándonos del hastío que les supone la Navidad, la original y trabajada crítica al consumismo navideño o el riguroso estudio estadístico que expone que la población solo tiende a ser buena en esta época volviéndose seres odiosos y egoístas el resto del año. Y hago un alto en el camino para recordar que hablamos de “haters”, odiadores profesionales. Vaya por delante el libre pensamiento y que no a todo el mundo le gusta la Navidad, ni tiene por qué gustarle como no a todo el mundo le gusta el verano. La diferencia con los “haters” es que éstos últimos parecen tener cierta incontinencia en su continua necesidad de recordárselo a todos cuanto les rodean y a todas horas, a pesar de que nadie les haya preguntado.

Lo que parecen olvidar los “haters”, cuyos egos aparentan estar reforzados en estas fechas, es que ninguno de sus argumentos es verdaderamente original. Y su actitud no llega a la sombra de los dos grandes “haters” navideños de la historia de la literatura. Ebenezer Scrooge y el Grinch.

Empezando por quien quizás sea el menos complejo en su construcción, el Grinch.

Creado para un poema corto en 1955 por Theodor Seuss Geisel, más conocido como Dr. Seuss, el Grinch es el odiador irracional de la Navidad por antonomasia. Tras aquella primera aparición en 1955, el personaje quedó definido finalmente como protagonista, o antagonista según se mire, del cuento infantil escrito en verso ¡Cómo el Grinch robó la Navidad! Publicado en 1957. Descrito como un ser peludo, y posteriormente verde en la gran mayoría de sus apariciones, el Grinch odiaba la Navidad sin motivo fundado alguno, irritado en lo alto de su montaña por los cánticos y gritos de felicidad de los habitantes de Villaquién. Pese a que la muy posterior adaptación cinematográfica del año 2000 planteó la existencia de un trauma infantil que lo llevó a ser como era, y así justificar el personaje. El ser original era la viva esencia de un “hater”, un odiador visceral impulsado por tener “un corazón diminuto”

El trasfondo que el Dr. Seuss quiso dar a su cuento fue el de la Navidad como una época de búsqueda de paz, amor y buenos sentimientos, capaz de superponerse e ir más allá del consumismo de aquella época y que aun continúa hasta este siglo tanto para bien como para mal. Puesto que cuando se habla de que el Grinch robó la Navidad no fue sino que robó los regalos de todo un pueblo pensando que así amargaría la existencia de los que allí vivían, siendo mayor si cabe su sorpresa al escuchar cantos de felicidad procedentes de Villaquién en la mañana de Navidad pese a haber sido despojada de sus regalos y adornos. Mostrando con esos cánticos surgidos de los ciudadanos al compartir la alegría de esa mañana el verdadero sentido del espíritu navideño.

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Mucho más complejo que el Grinch del Dr. Seuss fue Ebenezer Scrooge, protagonista, probablemente muy a su pesar del clásico Cuento de Navidad de Charles Dickens.

En pleno siglo XIX, como crítica al capitalismo industrial, y en su incesante lucha por resaltar las peripecias de la lucha de clases y las penurias de los más desfavorecidos en el Londres victoriano, Dickens inmortalizó la esencia seglar de la Navidad en un relato que desde entonces nunca ha pasado de moda.

"El Grinch nos enseña que aunque pretendamos creer que los sentimientos navideños son efímeros y marcados por el mero consumismo, la realidad es que los sentimientos nacen de nuestros corazones y de lo que nosotros queramos creer."

Pues si en el Grinch teníamos un personaje de engranaje simple que odiaba la Navidad por la inercia del odio. Ebenezer Scrooge es la encarnación de una vorágine de sentimientos puramente humanos en una sola persona a quien la vida le ha dado a entender tristemente que su única forma de sobrevivir es ser un odiador. Una infancia donde la soledad a menudo fue compañera de viaje, la pérdida de quienes se fueron y la de quienes lo abandonaron al sentirse alejado por su inconsciente y creciente egoísmo. Experiencias olvidadas que dejaron un poso de amargura en el protagonista y que penden de su cuello como cadenas invisibles impidiéndole levantar la vista para observar el conjunto de emociones que trae la vida.

Todos tenemos fantasmas que nos atormentan y en eso el señor Ebenezer era un experto puesto que fueron ellos quienes le enseñaron no sin insistencia que siempre hay algo por lo que apartar la pena, que siempre hay algo por lo que merece sonreír y que celebrar, aunque al final sea porque seguimos vivos y eso siempre supone un arco de posibilidades impredecibles.

El Grinch nos enseña que aunque pretendamos creer que los sentimientos navideños son efímeros y marcados por el mero consumismo, la realidad es que los sentimientos nacen de nuestros corazones y de lo que nosotros queramos creer. La tentación de olvidar todo lo demás dejándonos arrastrar por las compras y los papeles de envolver está ahí, es la guinda de un pastel que tiene muchas más connotaciones emocionales y personales positivas. Una guinda de la que desgraciadamente no todos pueden disfrutar igual, pero que en aquellos casos en los que tengamos esa suerte no tiene por qué obligarnos a olvidar el verdadero trasfondo que hay debajo si nosotros no se lo permitimos.

Scrooge nos recuerda que la vida es compleja, que cada uno termina siendo moldeado por sus circunstancias, y que podemos engañarnos en que somos más felices en la soledad de nuestra autocompasión, cuando la realidad es que la vida es corta y que pase lo que pase siempre hay nuevos caminos y gente con la que compartir el camino pues compartir de una forma u otra siempre enriquece.

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Ya está aquí la Navidad, ha llegado, a nuestras ciudades, a nuestros trabajos y a nuestros hogares. Ha llegado a Zenda. No se puede negar que la comercialización amenaza con envilecerlo todo pero no podemos engañarnos con la venda de que no está en nuestra mano salvar lo que hay más allá. Podemos dejarnos llevar por el fácil y manido reproche de que se pretendan buscar los buenos sentimientos en esta época del año cuando nos hemos estado olvidando de ello los once meses anteriores, pero ¿es ese un motivo de reproche? Quizás a veces no se quiere ver que es más fácil pensar así que proponer que esta época nos recuerda la oportunidad de volver a intentar ser mejores desde ahora para tratar de seguir siéndolo en adelante. Quizás no lo consigamos, quizás fallemos dentro de unas semanas o unos meses y nos veamos el año que viene intentándolo de nuevo pero no saldrá nada malo de ese propósito.

El año se acaba, es Navidad y ya sólo me queda citar el final de “Cuento de Navidad”,   así que, con el permiso de ateos y agnósticos pues no lo digo yo sino que lo dijo Dickens:

¡Que Dios nos bendiga a todos!

Y a los “Haters”… ¡¡Paparruchas!!

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