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¿Hay que prohibir a los rusos?

Zenda tiene el placer de juntar a dos escritores amantes de los clásicos, Carlos Mayoral y Santiago Velázquez. Recientes son sus últimas paternidades literarias: Mayoral acaba de publicar Yo no maté a Federico (Espasa), novela que recorre las últimas semanas de Lorca, mientras que Velázquez visita las librerías con Escribir en la nieve (Caligrama), una obra que recoge una veintena de semblanzas de escritores rusos. A propósito de la literatura rusa y de la cancelación de sus autores, a raíz de la reciente invasión rusa a Ucrania, Zenda convoca un encuentro, una conversación sobre la cultura de la cancelación en la actualidad sobre la que se cierne la eterna pregunta: “¿Hay que prohibir a los rusos?”.

A partir de esa cuestión, de la que aún desvelaremos poco, los dos autores entretejen un diálogo sobre censura y literatura, un diálogo en el que bulle su amor por los clásicos, en el que descubriremos la pasión por Dostoievski y encontraremos casuales concomitancias en algunos de los protagonistas de sus obras.

La conversación comienza con una breve presentación de los dos escritores, una breve autosemblanza que nos da cuenta de la conveniencia de esta charla.

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CARLOS MAYORAL: Soy un autor con cierta tendencia a hablar de clásicos. No sé exactamente por qué. Un autor con cierta tendencia a escribir sobre clásicos. De alguna manera siento que ellos me van indicando todo lo que digo, con lo cual no es perseguido, sino algo que me viene quizá dado por la niñez y la juventud. He publicado recientemente Yo no maté a Federico, una novela sobre los últimos meses en la vida de Lorca y los primeros meses después de su muerte, los primeros años más bien, los años 40. Me interesaba mucho ese contraste entre los últimos días de vino y rosas de Lorca, donde la cultura florecía por todos lados, versus esos años oscuros —luego tendremos ocasión de ahondar en ello— donde ya no es tanto que te prohibiesen escribir cuanto que la gente no quería escribir. Esto se lo escuché a Buero Vallejo: que no era tanto que les prohibieran escribir cuanto que no tenían ganas. ¿Por qué? ¿Para qué? Una especie de nihilismo escritor.

SANTIAGO VELÁZQUEZ: Me pasa como a Carlos. Los clásicos de la literatura son mi referencia, especialmente la literatura germánica, y muy particularmente la rusa, que descubrí siendo muy joven, extraordinariamente joven. De hecho, ahora me asombro porque veo a mis hijos —que están llegando a esa edad— y no los veo leyendo a Dostoievski, a quien yo descubrí muy joven. De ahí, de esa pasión de tantísimos años leyendo a estos autores, nace este libro, Escribir en la nieve, una recopilación de veinte biografías, a caballo entre la biografía y el retrato literario, de los grandes autores rusos, que acabé en enero, un poquito antes del inicio de la guerra, y que resultó ser un libro muy oportuno.

Ha realizado un compendio de breves semblanzas de escritores rusos, los grandes clásicos. ¿Hay algún escritor que, a ambos, su vida o su obra, les atraiga especialmente?

"Ese estado de temor en el que vivió esta gente, tan represaliada, sin salir de su país, me parece fascinante por la dureza y la atrocidad con la que vivieron esa represión"

CM: Desde mis años de facultad me atrajo Dostoievski, su vida y su obra, que además se tocan en muchos puntos. Las grandes obras que creo quedarán en mi memoria, cuando todo claree, son las que de alguna manera me cambian el paso. Recuerdo perfectamente Memorias del subsuelo. Cuando leí la primera página, que decía algo así como “soy un ser infecto, soy un hombre despreciable…”, narrado en primera persona, me voló la cabeza. Tendría veinte años y me dejó totalmente noqueado. Y luego su biografía también. Creo que es una biografía apasionante, quizá no tan trascendental como pudo ser la de Tolstoi, pero es una biografía que me marcó mucho.

—SV: Dostoievski fue el autor con el que descubrí la literatura rusa. El episodio fundacional de su vida, que es cuando con 28 años están a punto de fusilarle, me parece formidable desde el punto de vista biográfico: atado a un poste, le vendan los ojos, alzan las armas y están a punto de apretar el gatillo cuando llega un soldado gritando: “¡Alto, alto, el zar ha conmutado la pena!”. En ese momento él se viene abajo, después de haber estado muchos meses en la cárcel, pensando que estaba a punto de morir. A partir de ahí nace otro Dostoievski. Hay otros autores como Ajmátova, por ejemplo, la poeta que no salió nunca de su país, donde vivió represaliada, que no escribió sus poemas en papel por miedo a que se los encontrasen, y se dedicaba a memorizarlos y recitarlos en voz baja a las visitas y a los amigos. Ese estado de temor en el que vivió esta gente, tan represaliada, sin salir de su país, me parece fascinante por la dureza y la atrocidad con la que vivieron esa represión. A diferencia, por ejemplo, de Thomas Mann, que cuando sale exiliado de la Alemania nazi dice “donde esté yo está Alemania”, Ajmátova decía “donde está Rusia estoy yo”. Me parece fascinante —desde un punto de vista biográfico— quedarte en un sitio cuando sabes que vas a ser perseguido, represaliado y oprimido.

Este episodio ocurrido a Dostoievski que habéis comentado me parece el punto de unión entre vuestras dos obras. Dostoievski pudo ser un nuevo Dostoievski, tuvo una nueva vida, mientras que Lorca, sin embargo, no tuvo la oportunidad.

CM: Sí. En el caso de Dostoievski el elemento es más contextual, en el sentido de que él se crio en un ambiente, la Rusia de los zares, quizá más represivo. El episodio de Federico tal vez sea más una historia de enajenación colectiva tremenda, y empezando por eso, también tenga un punto más de injusticia por lo que tiene de azar. Pero sí, hay un nexo ahí en el que no había caído. Además, tengo entendido que el padre de Dostoievski era también terrateniente, y no sé si fue asesinado.

SV: Sí, lo asesinaron sus propios siervos, aunque intentaron disimular la muerte diciendo que había sido un accidente.

CM: Sí, son dos escenas muy similares.

En su obra hay una constante: todos los grandes autores del siglo XX han sido perseguidos por el poder político o ignorados por el público. ¿Es tan nueva la cultura de la cancelación, o lleva ya existiendo un tiempo?

CM: En ningún caso es nueva. De hecho, tiene siglos. Quizá existan estamentos de poder que pretendan que sus jerarquías no sean molestadas. Para mí lo que sí es novedad es que a menudo en la nueva cultura de la cancelación sea el pueblo, durante siglos represaliado, el que ahora intente represaliar. Eso me parece una gran diferencia respecto a la censura, digamos, canónica. Pero no es nuevo, ni mucho menos. Insisto en que quizá exista desde que existe cierto estamento de poder.

Se acaban de prohibir las importaciones, por parte de la Unión Europea, de carbón ruso. ¿Se puede llegar a prohibir la cultura o la literatura rusas?

"Esta separación entre el ser humano y la cultura me parece que cada día tiende a dejar de existir con más fuerza"

SV: Ha habido un intento, cuando estalla la guerra de Rusia contra Ucrania, la invasión en el mes de febrero. A los pocos días ya había voces que pedían cancelar toda la cultura rusa: el teatro, el ballet… Llegué a leer que había que prohibir leer a Tolstoi porque de alguna manera financiaban las barbaridades de Putin. Quizá, como dice Carlos, probablemente desde un estamento más cultural, intelectual, se hayan oído voces críticas hacia la cultura rusa, pero es verdad que en el conjunto de las redes sociales —donde la gente expresa su opinión alegremente— se leen tropelías semejantes.

CM: Ahora se va a celebrar en Madrid una reunión de candidatos donde se deciden los participantes del Mundial de Ajedrez. Han prohibido la participación de Karjakin, ruso, por apoyar a Putin. Incluso eso, que es un apoyo explícito, me parece mal. Esta separación entre el ser humano y la cultura me parece que cada día tiende a dejar de existir con más fuerza. Estoy incluso en contra de que a alguien que haya apoyado explícitamente a Putin no se le permita participar como candidato al Mundial de Ajedrez, que se juega cada tres o cuatro años. Es una oportunidad única. Que se prohíba la participación de un gran maestro como Karjakin me parece increíble.

En ese sentido, ¿no creéis que Eurovisión ha sentado un mal precedente prohibiendo la participación de Rusia?

CM: Eso ya quizá sea diferente. Tiene esa parte estatal, y quizá el hacer daño a la cultura rusa haga que los estamentos culturales rusos se levanten. Esa medida la podemos llegar a discutir, pero, por ejemplo, el candidato que no se ha posicionado a favor de Putin sí puede venir. Eso es algo más personal.

Hoy más que nunca, ¿se debe leer a los rusos?

SV: No sé si más que nunca, pero hay que leer a los rusos siempre. Creo que los autores rusos forman parte de la cultura occidental, aunque muchos tengan tendencias más orientales o eslavas (Tolstoi tuvo etapas más eslavas o proorientales), pero creo que nadie en su sano juicio discutiría que la cultura rusa, la gran literatura rusa, forma parte de la literatura universal, y por tanto europea. Creo que quien no la lea se pierde un verdadero placer estético como pocos. Los autores rusos tienen una facilidad para narrar la vida, con una profundidad… como pocas veces una literatura ha podido presumir. Ha habido una época en la que estaban escribiendo Dostoievski, Tolstoi, Turguénev, Chéjov, Gorki… Eso pocas veces en tan poco tiempo se da. Aquí en España se dio en la Generación del 27, a la que pertenece Lorca, que hubo muchos exiliados, no solo los que se quedaron aquí, que fueron eliminados por la barbaridad de la Guerra Civil —como fue el caso de Lorca— sino gente que tuvo que salir al exilio y nunca regresó (Cernuda, Salinas, Juan Chavás…), y gente que sí pudo regresar; y autores que no salieron, que de alguna manera hicieron la vista gorda hacia el régimen, lo apoyaron (Gerardo Diego, Dámaso Alonso). Al final siempre es complejo, y en el caso de la literatura rusa hay que leerla.

"Ucrania ha sido un país que siempre ha estado en mitad de Europa, asediado por Polonia, por Rusia durante siglos, por el Imperio Otomano, por el Imperio Austrohúngaro…"

CM: Yo sí creo que es hoy más necesario que nunca, si bien partimos de una premisa, que puede ser real o no, de que en este conflicto, de alguna manera, del lado occidental, o democrático, igual el primer paso que hay que dar es entender al enemigo. Quizá leyendo a Gorki o a Dostoievski igual entendemos algunos de los resortes por los que una potencia como la rusa haya dado este paso. Por mucho que parezca una atrocidad, hay que entender estos resortes.

SV: Si me permites, hay además un concepto de Imperio Ruso, desde la propia fundación del Imperio Ruso —que por cierto, tiene su primera capital en Kiev—, que siempre ha estado ahí. Con los zares, el Imperio Ruso zarista; con el bolchevismo, igual. Y Ucrania ha sido un país que siempre ha estado en mitad de Europa, asediado por Polonia, por Rusia durante siglos, por el Imperio Otomano, por el Imperio Austrohúngaro… Es el segundo país en extensión más grande de Europa, muy ansiado por los países limítrofes. Hasta el año 91 pertenecía a la URSS. Ese ideal del imperio, que está reviviendo Putin, esa idea totalizadora, entre zarista y bolchevique y no se sabe muy bien qué, está ahí. Bulgákov, escritor ucraniano que aparece en el libro, vive en sus propias carnes esas tensiones políticas entre Ucrania y Rusia. Sin embargo, en aquel momento, Ucrania estaba plenamente integrada en la URSS.

Precisamente una de las motivaciones para cancelar la literatura rusa, o la cultura rusa, es que se argumenta que sirve para legitimar esa invasión y que la cultura rusa, al fin y al cabo, es un elemento más de propaganda política.

SV: Yo no creo que esto sea así cuando hablamos de estos autores que ya forman parte de la Historia. No sé si habrá algún autor contemporáneo que esté exaltando a Putin como Leni Riefenstahl en la Alemania nazi o Eisenstein con Lenin. No sé si eso existe ahora. Si eso existe no es digno de ser apoyado. Otra cosa es todo lo que ha hecho Rusia en el ámbito de la cultura, de la arquitectura… ¡Es incontestable!

CM: La mayoría de los clásicos rusos disparan contra Putin. Guerra y paz es un disparo contra el napoleonismo de Napoleón, digamos. De alguna manera no sólo no lo legitiman, sino que van contra él. Es obvio que hoy día Tolstoi iría contra este movimiento.

SV: Sin duda.

Se habla también de una idea de descolonizar la propia academia, en el sentido de que en todos los estudios de literatura eslava siempre predominan los escritores rusos. En realidad, la idea no es tanto cancelar a los rusos, sino elevar, alzar, dar voz a otras literaturas de la zona.

SV: Sí. Puede ser. Hay autores ucranianos como Andrukhovych que son muy importantes.

CM: Gogol.

SV: Gogol era de origen polaco, exacto, y Mayakovsky era de origen georgiano, como el propio Stalin. Pero actualmente hay literatura ucraniana bastante pujante, y de todos los países de la órbita de la antigua URSS, que creo que somos capaces de decir unos cuantos autores. ¿Descolonizar la literatura rusa? Al final todos estos escritores escribieron en lengua rusa.

CM: Ese matiz es interesante.

SV: ¿Descolonizar? Puede ser, puede ser. Hay un ensayo reciente de Marta Rebón que habla de esto, de cómo el concepto ruso, la predominancia de la lengua rusa, se ha comido a otras lenguas más pequeñas y ha provocado que haya una supremacía rusa.

"Por mucho que ahora quieras alzar a autores en lengua ucraniana no va a pasar, va a ser impostado"

CM: Ese matiz lingüístico es interesante porque guarda, de alguna manera, paralelismo con España, con las grandes culturas. Al final esto es un estudio diacrónico y Lope escribió en castellano, Quevedo en castellano… La predominancia de una lengua tiene un carácter histórico que no podemos evitar. Por mucho que ahora quieras alzar a autores en lengua ucraniana no va a pasar, va a ser impostado. Hay un componente histórico, sociolingüístico, que no se puede salvar. Lo que ocurre es que Tolstoi escribió en ruso, y Tolstoi hay uno en la Historia. ¿Es justo? Depende de lo que entendamos por justicia. ¿Es imposible? Sí.

SV: Piensa, además, por ejemplo, en autores rusos como Nabókov, que empieza a escribir en ruso hasta que se exilia. Cuando llega a Estados Unidos, sin hablar inglés, se da cuenta de que, si quiere decir algo que sea más o menos relevante y llegar a un público, tiene que irse al inglés. Sufre mucho hasta que consigue dominar el idioma. Luego lo dominó excepcionalmente bien. Al final, cuando un escritor lleva esa pulsión de tener que contar cosas encuentra el camino. Las grandes obras de Nabókov están escritas en inglés, las primeras —en ruso— son obras menores.

Existe una idea de realizar una limpieza étnica de las bibliotecas. Se ha calculado que si ahora se eliminasen todos los ejemplares, originariamente escritos en ruso, de las bibliotecas de Ucrania, su catálogo se reduciría a la mitad. ¿Qué opinan de esta limpieza étnica de las bibliotecas?

CM: Un movimiento atroz, por supuesto. Ni lo concibo. Decía Nietzsche: “Queman primero mis libros para quemarme después a mí”. Tiene algo macabro el hecho de quemar libros. No lo entiendo. Vuelvo a lo de antes, Tolstoi es Tolstoi y da igual en qué idioma escribiese. Sus ideas y su legado están muy por encima del hecho incluso de que fuera ruso. Vale para todos. Vale para Cervantes, Shakespeare, Homero. No sabemos quién era Homero, pero ahí tenemos la Odisea, la Ilíada. ¿Qué me parece esa idea? No estoy de acuerdo; a quien se le haya ocurrido es un canalla.

"Me recuerda a la Inquisición española que, cuando no le gustaban algunos libros los sacaba a las plazas para quemarlos. Me recuerda a Fahrenheit 451"

SV: Opino igual. Me recuerda a la Inquisición española, que cuando no le gustaban algunos libros los sacaba a las plazas para quemarlos. Me recuerda a Fahrenheit 451. Quemar libros es quemar la cultura, es quemar opciones, quemar ideas, posibilidades. Ese no es el camino. Creo que el camino es fomentar la lengua que se quiera promover y facilitar que esos escritores que escriban en esa lengua tengan posibilidades. Habría que ver cuántos escritores ucranianos, que escriben en ucraniano, pueden publicar en su idioma natal.

CM: Algo más grave es el hecho de identificar una lengua con una determinada identidad. La lengua es tuya. Por mucho que hayas nacido en Kiev, si tu lengua materna es el ruso, ¿qué hay de malo en eso? El caso de Nabókov es paradigmático. ¿Es menos ruso por escribir en inglés? Hay algo peligroso en esa deriva identitaria de hablar solo idioma ucraniano.

SV: Es como si sobre los grandes escritores latinoamericanos dijéramos que tienen que escribir en quechua, o en un dialecto concreto. Ellos han hecho suyo el idioma. Otra cosa es el carácter político, la identidad nacional… cómo eso va creciendo y cómo cada uno define su territorio. Creo que al final se mezclan muchas cosas que son distintas. El idioma de alguna manera tiene que ver con la identidad. Ayer estuve con varias personas exiliadas (de Rumania, Chequia, Rusia, Méjico…) y cada una tiene su historia, y al final su vehículo de expresión es su idioma. Luego habrá diferencias de todo tipo con el régimen, con el gobierno, con el Estado, la cultura… Su forma de expresar es su identidad, y lo que ellos están viviendo es su lengua, que es el mayor patrimonio que tiene el ser humano, por encima de las banderas, de las fronteras y de todo lo demás.

Luis Buñuel decía en sus memorias (Mi último suspiro, Alfaguara), que existe un lazo oculto entre los españoles y los rusos. Quizá podría ser un interés, una querencia por lo irracional o lo trágico. ¿Cuál creen que es ese lazo entre los españoles y los rusos?

CM: Esa pregunta es más para Santiago, pero me ha llegado porque es verdad que en el caso de Dostoievski, que es a quien más conozco, siempre entendí que era bastante fan de los místicos españoles y del Quijote.

SV: Baroja lo decía también, que el alma rusa era muy similar al alma española, quizá por ese carácter trágico y de entrega. Es verdad lo que dice Carlos de que, en el caso del Quijote, la mejor adaptación es rusa, de un director llamado Kózintsev. Es una película formidable de los años 50, rodada en las estepas rusas. ¡La mejor adaptación cinematográfica del Quijote! Algo debe de haber cuando estas cosas suceden.

A pesar de todo esto, hay escritores y periodistas que han roto una lanza a favor de la literatura rusa y han hecho sus recomendaciones. ¿Cuáles son las suyas?

"Creo que el hombre es libre al margen de cualquier dogma, y no debería permitirse el acabar inmersos en tragedias como las de Dostoievski frente al pelotón de fusilamiento"

CM: La madre, de Gorki. Se llevan a cabo demasiadas tonterías en pos de una ideología. Creo que Pérez-Reverte decía “no tengo ideología, tengo biblioteca”. Ahí hay algo de eso. Aquella novelita de Gorki (que, por cierto, fue ideólogo del comunismo) tiene que ver con haberse ceñido demasiado a una ideología. Creo que el hombre es libre al margen de cualquier dogma y no debería permitirse el acabar inmersos en tragedias como las de Dostoievski frente al pelotón de fusilamiento, Lorca, o lo que está ocurriendo ahora mismo en Ucrania. Todo ello tiene un motor ideológico peligroso. Creo que huir de eso es necesario.

SV: El propio Arturo Pérez-Reverte, en algún artículo en Zenda, ha defendido a los autores rusos. Yo recomendaría, además de todos los grandes, a Platónov, que tiene Chevengur, publicada en España por Cátedra, que es portentosa. Aparte de esta, El maestro y Margarita, de Bulgákov, o Vida y destino, de Grossman, una de las grandes novelas del siglo XX, comparada con Guerra y paz del XIX. Estos autores tienen algo formidable, como la Generación del 27. Coges a cualquiera de ellos, desde los más conocidos como Lorca a los menos como Juan Chavás, entras en sus poemarios, ¡son todos excepcionales! Es que fue verdaderamente una marea de plata. Aquí pasa lo mismo: cojas al autor que cojas es impresionante. Eso es lo que persigue Escribir en la nieve: que la gente se acerque a los grandes autores.

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Ricarrob
Ricarrob
2 años hace

¡Qué barbaridad! ¡Pero quien ha inventado lo de la cancelación, por Dios! Algún pacato buenista, puritano y despreciable jacobino antisistema. Pero si nunca se cancela ningún escrito: ahí están el Mein Kampf, las obras del Marqués de Sade, Alicia en el país de las Maravillas, El Capital, etc., etc. Ningún escrito se cancela: la libertad está en leer lo que te dé la gana. Los escritores rusos no están entre mis preferencias, excepto Chejob, pero a partir de ahora los leeré con denuedo. Censurar hay que censurar a las personas, por su comportamiento, por su fanatismo, por su malsana ambición; hay que censurar a Putín y a toda la caterva de militaristas patológicos que le rodean. Los libros, nunca.