Un hombre honesto es siempre un niño.
(Sócrates)
Cicerón, autor de las Catilinarias y Filípicas, pensaba que una palabra valía más que mil imágenes. Sin embargo, si invertimos la frase, a veces las imágenes dicen más que las palabras, aunque la verdad es que ambas se complementan a la perfección y duplican el valor del discurso. Los cómics son las muestras más obvias. La más cercana la tenemos en la exposición Cómics: Sueños e historia, en La Caixa Fórum de Madrid, un breve repaso de aquellos espejos del pensamiento y de la imaginación que retratan los cambios sociales del siglo XX hasta la actualidad. Aunque sorprende la escasa presencia de Mafalda, sin duda, uno de los mejores reflejos caricaturescos de la realidad.
El nacimiento de Mafalda en Argentina coincide con el estreno de la minifalda y con distintos momentos histórico-políticos y culturales de la década, prodigiosa o no, del 60. Década convulsa de pre y post dictadores, en algunos países iberoamericanos y en España, que dio lugar a una generación de jóvenes revolucionarios que anhelaban el cambio social. Las ideas y acciones de la niña díscola son el reflejo de las inquietudes, el desasosiego y el cuestionamiento constante que invitan a pensar y actuar. En sí incitan a la reflexión, el contraste para salir del rebaño, como propone Nietzsche.
Ella quiere enderezar entuertos o parar el mundo para bajarse de él y crear uno nuevo. Pese a las contradicciones a las que se enfrenta, siempre contagia el color de su sagacidad y vivacidad. Es el aire fresco de su entorno. Su carácter franco aconseja, a veces, con dureza y autoridad, sin apocarse. Mafalda pone en práctica el Tratado de la amistad de Marco Tulio Cicerón: busca la fraternidad y la armonía en su microcosmos amical y macrocosmos social.
Mafalda es la niña-maestra del arte de pensar. Vive para pensar y piensa para vivir. Es la pequeña filósofa que desnuda el esqueleto interior de sus ideas para iluminar. Sin proponérselo, hace filosofía de cada instante, al transparentar su osada personalidad. Sus frases ingeniosas, reflexivas y polisémicas provocan muchos sentidos y efectos: insinuar, esclarecer, enseñar, imitar o evitar. Vive en permanente elección y, entre hablar o callar, elige hablar porque se niega aceptar la realidad tal cual es, desea el cambio para mejor, y cuando esto sucede, vuelve a oír la voz de Cicerón.
Mafalda está dotada de una agudeza irónica, fina e inteligente que hinca, sugiere, opina o manifiesta lo evidente y parece haber asimilado lo que afirmaba Bías de Priene, uno de los siete sabios e Grecia: “El hombre debe aprender que la sabiduría es el único instrumento que tiene para pasar de la niñez a la edad anciana con dignidad y sin altanería, pues es su posesión más valiosa y menos perecedera”. Mafalda es la niña digna que sostiene la balanza de la historia y defiende la dignidad. Quizás es seguidora de la genialidad del científico, filósofo y escritor francés Blaise Pascal, niño y adulto prodigio, en ciencias y en literatura francesa, cuyos pensamientos lúcidos aparecen dispersos en sus cartas.
La anecdótica vida de Mafalda, en realidad, es un fenómeno casi histórico en toda la regla porque, como decía Prosper Merimée, “je n’aime de l’histoire que les anecdotes”. Las “anécdotas son como las viñetas del saber concentrado […] donde con cuatro trazos un hábil dibujante nos pone al corriente de los asuntos que exigirían un largo relato”. En contra de lo que ordena, el rey Sardanápalo, al ver cercada la ciudad de Nínive, impone la siguiente consigna para mostrar su actitud vital: “Tú que pasas por esta puerta escucha el consejo del rey: come, bebe, goza. Todo los demás junto, se reduce a la nada”. Mafalda ama filosofar, aunque también es la niña hedonista que ama vivir y disfrutar de la vida, los juegos y los amigos, aunque igual que el Quijote anhela enderezar el mundo, resolver los entuertos, mientras Sancho disfrutaba del placer de comer y beber.
Como Aristipo, discípulo de Sócrates piensa que “si todas las leyes dejaran de existir, el filósofo no cambiaría de conducta”. Lo mismo la conducta de Mafalda obedece primero a su conciencia, antes que a los demás. Conversa consigo misma, obra por su propia voluntad e increpa sobre todo lo que la rodea. Prefiere abrir los ojos y ejercitar la mente, indagar, dudar, preguntar, buscar respuestas y explicaciones, sacar conclusiones, colegir, lanzar pullas. Igual que el filósofo Crates de Tebas parece afirmar “prefiero perder el oro a que sea el oro quien me pierda”, porque ella carece ambición material y monetaria.
Mafalda es la niña feminista, sin llegar a los extremos. A pesar de su corta edad, tiene una perspectiva equitativa del género para juzgar con ecuanimidad, justicia, igualdad y empatía. No tiene pelos en la lengua y rompe su silencio cuando se trata de defender, denunciar o apoyar una causa justa. Es la niña progresista que se cuestiona y cuestiona al sistema, aunque no pierde la fe en el futuro de la humanidad. Es la niña libertad que nos ejercita en el arte del inconformismo razonable: reclama sin quejarse, protesta sin llorar, alza la voz sin gritar, lucha sin pelear. No tiene prejuicios ni tabúes, y aunque es soñadora vive con los pies en la tierra y se alimenta de los hechos actuales.
Sin embargo, la guía primordial de su pensamiento proviene de Sócrates, en cuya expresión “no puedo enseñar nada a nadie, sólo puedo hacerles a pensar” se halla la verdadera esencia de Mafalda. Es la niña-mujer que desconoce el mundo, pero sí conoce la condición humana, identifica las ofensas y se preocupa por el futuro de la sociedad. Con total espontaneidad, sin perder la alegría, se despoja y despoja las máscaras de todos, con el instinto despierto, el olfato desarrollado para el peligro y fusiona mente y cuerpo.
Como abanderada de la libertad, Mafalda desarma el puzzle de su mundo para recomponerlo y nos induce a la concordia entre las diversas generaciones, sin perder el júbilo de la niñez que todos llevamos dentro. En ella la insensatez es una cualidad, ataca sin herir o hiere sin atacar. Ningún sabio, ni filósofo, ni maestro, ni inventor ha sido sensato. De serlo, no hubiese pensado, enseñado, inventado o creado.
¡Hay que ser insensatos sin interrupción!
Felicitaciones querida Anita. Te consideramos nuestro orgullo y naturalmente te queremos mucho.
Excelente!!! Artículo Anita, lo compartiré con amigos… Abrazos
Excelente artículo. Mafalda debería incluirse entre los tratados generales de la filosofía y Quino entre la lista de filósofos clásicos. Es la filosofía hecha comic.