Un demagogo célebre por sus hazañas privadas llega a la presidencia de Estados Unidos con el lema America first y un peligroso tufo totalitario. El argumento podría estar inspirado en la actualidad pero es la novela de Philip Roth La conjura contra América (2004), que llega mañana a HBO.
David Simon, feroz crítico del gobierno de Donald Trump, ha sido el encargado de adaptarla junto a Ed Burns, co-creador de The Wire. La plataforma se lo propuso hace años, pero el productor y guionista ha reconocido que fue la llegada de Trump al poder lo que le convenció de la pertinencia del encargo. A Simon no le gustan las cosas fáciles, le exige un compromiso al espectador, pero la recompensa merece la pena. El mejor ejemplo es esa The Wire que retrataba el negocio de la droga en la ciudad de Baltimore, pero también Treme, sobre la Nueva Orleans posterior al Katrina o The Deuce, su última serie para HBO, una incursión en la industria del porno en la Nueva York de los 70 y 80.
La conjura contra América es una miniserie de seis episodios que sigue, con bastante fidelidad a la novela, las andanzas de una familia judía de Newark (Nueva Jersey) en los Estados Unidos de los años 40. Roth proponía una mirada alternativa a la historia reciente de su país, en la que Charles Lindbergh, héroe nacional tras haberse convertido en el primer aviador en cruzar el Atlántico de oeste a este, derrota en las presidenciales a Frankiln D. Roosevelt. Lindbergh seduce a los votantes con un discurso aislacionista, contrario a implicarse en la Segunda Guerra Mundial y a luchar contra la Alemania nazi, apelando al populismo y al miedo mientras el antisemitismo va calando cada vez más entre la población.
Como en la novela, la serie equilibra el peso político de la trama con la inocencia de la mirada de un niño de 10 años, Philip (Azhy Robertson, de Historia de un matrimonio), el hijo pequeño de esa familia que está inspirado en el propio Roth y que traslada al espectador lo que supone crecer en ese cargado ambiente.
Pero la serie alterna otros puntos de vista. El padre, Herman (Morgan Spector) es el héroe anónimo americano, que rechaza un ascenso para proteger a su familia y es fiel a sus ideas; Zoe Kazan (nieta de Elia Kazan) da vida a Bess, en su papel de perfecta madre y sostén de retaguardia de la familia típico de la época; y Anthony Boyle es el tío Alvin, el héroe (o no tanto) de guerra, que se alista en el ejército canadiense para poder tomar partido.
Dos de los personajes que más juego le dan a Simon son los que están en el lado incorrecto de la historia: John Turturro como Lionel Bengelsdorf, un rabino atraído por el poder que le hace el juego a Lindbergh convencido de que su antisemitismo no es real; y Winona Ryder, la tía Evelyn, hermana de Bess y cómplice de Bengelsdorf. Ryder, icono del Hollywood de los 90, confirma así que ha vuelto para quedarse, después de aquellos escándalos por robo y uso de drogas que la apartaron durante años de la escena pública hasta que la serie Stranger Things volvió a colocarla en el centro.
Además de hacer un retrato verosímil y conmovedor de una época y unos personajes, Simon y Burns dejan en el aire la pregunta y la reflexión. Lindbergh triunfa con un mensaje simple: se trata de él o la guerra. ¿Qué ha ocurrido para que ese tipo de propaganda sin matices vuelva a ser eficaz en la actualidad? En ese sentido, La conjura contra América se alinea con otras series recientes como El cuento de la criada, que proponen un relato ficticio y escrito años atrás para advertir sobre los peligros actuales.
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