Defender dos géneros tan sobados como la comedia gruesa y el espionaje de acción se antoja una tarea un tanto inútil. Muchos antes la han practicado pero, indiferentes a quienes vendrían después, han prendido fuego a toda la ciudad, por citar a ese nuevo personaje pop de nombre Napoleón. Hechos polvo, la nueva serie de Netflix de los creadores de Cobra Kai, utiliza toda esa quincalla, el material de derribo, para trabajarse una serie basura realmente divertida si sabemos dónde nos estamos metiendo. Porque algunos lo sabemos.
Los productores de Cobra Kai han tenido la idea de mezclarlo todo con el concepto “juerga” de Resacón en Las Vegas y todo ese corpus de películas dicharacheras de sexo escolar que ustedes conocen de Porkys, La revancha de los novatos y American Pie. El resultado es chusco pero destaca por su trepidante ritmo y una saludable bipolaridad en la que los interludios de relaciones humanas esta vez cobran la forma de sexo irresponsable y juerga sin fin. La misión, en efecto, pilla al equipo de élite protagonista en medio de una juerga con drogas, prostitutas y prostitutos, y sí, también un camello.
Heald, Hurwitz y Schlossberg sorprenden, sin embargo, a la hora de potenciar los desnudos (tanto masculinos como femeninos) y el vicio de los protagonistas con un ritmo trepidante que no cesa y que hace del descaro y el descerebre su mejor arma. Hay, también, ideas desnortadas pero entretenidas, como hacer que C. Thomas Howell, el actor con más caché del conjunto, entone su propia iteración de Este muerto está muy vivo. Al segundo capítulo estamos atrapados.
Mezclar terrorismo nuclear con resaca acaba resultando una ocurrencia exitosa en una comedia de acción que se atreve a romper algunos tabúes de la generación Z: en Hechos polvo hay sexo, desnudos y drogas en su vertiente más lúdica, muy, muy lejos de la desmoralizante (y en cierto modo moralista) visión del mundo de Euphoria y compañía, es decir, aquellas series que han esgrimido y acaparado la utilización de esos recursos en la nueva hornada de series.
Una pena, sin embargo, el descuido formal de la propia serie, incapaz de crear imágenes especialmente memorables incluso cuando los acontecimientos lo exigen. En este sentido, Hurwitz, Heald y Schlossberg caen en el mismo error que en Cobra Kai, una serie muy bien armada en guion y absolutamente honesta (y experta) a la hora de manejar el bagaje del pasado y transformarlo en folletín televisivo. Hechos polvo, afortunadamente, cuenta, como aquella, con la virtud del reparto, como la bellísima Shelley Hennig y Nick Zano, caracterizado como un galán de rebajas sospechosamente similar a Brad Pitt y Josh Hartnett.
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