Heena Baek es una figura de máximo prestigio en la literatura infantil contemporánea (en 2020 recibió el Premio ALMA, uno de los galardones internacionales más importantes, en reconocimiento a su trayectoria) y una artista sin par en su especialidad: los álbumes ilustrados construidos con fotografías de dioramas. Heena Baek escribe sus historias, modela sus personajes, construye sus escenarios, compone las escenas, las capta y luego las monta.
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—Sus álbumes ilustrados concentran muchos elementos: narración, escultura, fotografía… ¿Cuánto hay en ellos de cine, de teatro y de “casa de muñecas”?
—Los elementos cinematográficos, teatrales y de marionetas varían de un libro a otro. Pero lo más importante siempre es la historia. Creo que el resto de los elementos se utilizan en función de ella, ampliando o reduciendo, con el objetivo de contarla de la mejor manera posible.
—Un elemento fundamental de sus álbumes ilustrados es la «fascinación»: todos ellos sitúan al lector en una situación extraordinaria que se abre de repente en las «costuras» del mundo cotidiano.
—Me alegra mucho que lo haya sentido así.
—Y sin embargo, a pesar de esta «fascinación», sus personajes son muy reales, no hay idealización en ellos. ¿Renunciar a la belleza potencia su efecto, les conduce hacia la verdad por el camino del humor?
—Intento ser prudente a la hora de enviar un mensaje, pero creo que los personajes realistas y sin glamour ayudan a los lectores a identificarse con el protagonista o a establecer un vínculo entre el mundo del álbum ilustrado y el mundo en el que vive el lector.
—Dentro de esta representación no idealizada, los retratos de los rostros resultan muy llamativos: son extraordinariamente vívidos, sus primeros planos son de una gran intensidad psicológica, quedan grabados en la mente del lector.
—Creo que las expresiones faciales de los personajes son muy importantes porque transmiten emoción, creo que hacen que la escena cobre vida.
—Otro elemento, en línea con lo anterior, es su ubicación en espacios físicos reconocibles y presentes (viviendas contemporáneas, espacios urbanos…). Usted cuida mucho la verosimilitud de estos espacios en los que de repente tiene lugar lo mágico, a menudo asociado a elementos del folclore, presencias del pasado, seres celestiales… ¿Es una forma de crear vínculos entre el presente y lo posible, entre lo que vemos y lo que procede del reino colectivo de la imaginación?
—Sí, me dedico a la fantasía, pero prefiero las pequeñas fantasías basadas en la realidad a las fantasías extravagantes, me gusta que parezcan lo bastante verosímiles como para que los lectores crean que les pueden pasar a ellos.
—En muchas de sus obras el elemento central es la comunicación, el encuentro imposible que surge y permite una nueva relación con el mundo. Animales, muebles y seres de otros mundos pueden hablar… Los pensamientos se verbalizan. ¿Hasta qué punto esta comunicación surge de la soledad característica de las sociedades modernas?
—Creo que eso forma parte de ello, en efecto, pero también me gustan las historias en las que personajes que no son perfectos, que no son brillantes en muchos aspectos, encuentran consuelo en sus relaciones y superan sus dificultades. Creo que la única forma de superar un mundo duro es apoyarse los unos en los otros y vivir juntos.
—Otra constante en su obra es la comida (dulces, helados, sopas…), así como la escatología burlesca (mocos, ventosidades, cacas de perro…). Sus niños son seres de carne y hueso y parece que quiere hablarles recordando ese principio material tan importante en la infancia, fuente de comicidad.
—No estoy segura de si quiero que mi obra sea quien comunique algo al lector (prefiero que sea él quien establezca una relación con la obra), pero cuando hago un libro mi principal público objetivo son los niños prelectores de entre 3 y 5 años, así que intento encontrar elementos que les gusten.
—El lector de sus álbumes aprecia un virtuosismo creciente en la selección de los ángulos de las fotografías, en la iluminación y la creación de atmósferas (agua, vapor, noche…). ¿Es esto consecuencia de su búsqueda de lo mágico, de su deseo de convertir sus álbumes ilustrados en una experiencia que deje maravillado al lector?
—Cuando trabajo en tres dimensiones, presto atención a la iluminación y al tiempo, porque es fácil crear una imagen artificial, y creo que en cada escena, ya sea un cuadro o una obra tridimensional, la emoción de la escena debe expresarse intuitivamente a través del color y la composición, algo a lo que presto mucha atención cuando dirijo una escena, porque la composición viene determinada en gran medida por la luz y la oscuridad y el ángulo de la cámara.
—Por último, ¿qué álbumes ilustrados maravillaron a la niña que fue Heena Baek y cuáles asombran a la creadora que es hoy?
—Hay tantos libros que me influyeron de niña que es difícil reducirlos a unos pocos, pero el que me hizo aspirar a ser autora de álbumes ilustrados fue Peter Rabbit, de Beatrix Potter.
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