Entre las frases hechas que, por suerte, el siglo XXI ha ido dejando obsoletas para el pensamiento colectivo está la condescendiente «detrás de todo gran hombre hay una gran mujer». Otrora ajustada a la moral de la época, no hace falta rascar mucho para advertir el reconocimiento insuficiente que la historia ha hecho y sigue haciendo del papel de la mujer en la sociedad. Especialmente, de aquellas sin cuyo apoyo emocional, intelectual, financiero o familiar —y dejando a un lado su propio talento—, apellidos —de hombres— hoy imprescindibles, como Einstein, Tolstoi o García Márquez, es más que posible que no fueran tales; ahí tenemos los respectivos ejemplos de Mileva Marić (1875-1948), Sophia Tolstaya (1844-1919) o Mercedes Barcha (1932-2020), injustamente desapercibidas para el público común. ¿Cómo ponerle remedio a este agravio?
La joven e inocente Kae, perteneciente a un respetado linaje de samuráis, no puede creer que la bellísima y refinada Otsugi, esposa del estrafalario médico local, se haya acercado hasta su casa un día cualquiera. Aún menos cree el motivo: pedir su mano para su misterioso hijo mayor, apodado «Unpei», que permanece en Kioto finalizando sus estudios de Medicina. Casada ya por poderes, Kae se traslada a casa de sus suegros y se integra en la que será su nueva familia, donde Otsugi la acogerá como a una hija, pero todo cambiará cuando su marido, licenciado, regrese a la casa familiar.
La historia nos traslada al Japón rural de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, donde los avances médicos procedentes de escuelas como la portuguesa o la holandesa conviven con los rígidos códigos sociales de una sociedad todavía bajo el férreo mandato de los shogunes Tokugawa, y que tampoco se libra de problemas universales, como las penurias propias de los entornos humildes, la preocupación por el futuro de la descendencia o los omnipresentes conflictos familiares. Ariyoshi —a quien leímos en Las damas de Kimoto (Errata Naturae, 2022)— se inspira libremente en la vida real de Hanaoka Seishu (1760-1835) —primer médico en realizar una cirugía con anestesia general— para representar una batalla encarnizada: la que desde tiempos inmemoriales ocurre entre suegras y nueras. ¿Problema natural irresoluble o enfrentamiento forzado por el contexto?
No obstante, la célebre autora japonesa no se dedica al chiste, a ofrecer la carnaza típica, el chascarrillo propio de los más retrógrados ambientes tabernarios, ni frivoliza con una rivalidad desgraciadamente popular, sino que ahonda en la psique de dos mujeres contrapuestas, en las causas y efectos de una herida que sangra en silencio. Un narrador cuasiomnisciente en tercera persona y que salta de personaje en personaje nos ayudará a entender el complejísimo marco de relaciones interpersonales que vertebran la familia Hanaoka; pero, sobre todo, contaremos con un asiento en primera fila para asistir a la despiadada pugna entre Kae y Otsugi, nos doleremos con cada desplante, exceso y ausencia sufrida por la primera, protagonista por derecho propio, y quizás lleguemos a entender los motivos tras el comportamiento de la segunda.
Porque tal combate no tiene por trofeo otro que el favor, las atenciones y preferencia de Seishu, obsesionado con desarrollar un anestésico general lo bastante potente como para permitir la operación de ciertos tipos de cáncer. Decíamos al inicio que este es un libro sobre el sacrificio, y la afirmación cobra todo el sentido en la figura del joven médico, en quien convergen devociones y expectativas próximas a una idolatría enfermiza; no solo su esposa y su madre renunciarán a sí mismas para que Seishu alcance sus ambiciosos objetivos —llegando al punto de convertirse en sujetos de experimentación; situación que, por cierto, se retrató por Yasuzō Masumura en la excelente película La esposa del Dr. Hanaoka (1967)—, sino que también lo harán sus hermanas. Y como la ciencia es un dios de gustos cruentos, cada triunfo médico nos obligará a preguntarnos por el valor de la vida animal, por el sufrimiento que infligimos a nuestros compañeros de carne y hueso en este valle de lágrimas que es el mundo.
Las dos rivales son doscientas páginas escritas en una prosa sencilla y evocadora, y es una reflexión implícita —final devastador mediante— acerca del rol de las mujeres; en especial, de su triple papel como madres, hijas y hermanas, sometidas por las circunstancias para mayor gloria del hombre, trátese de maridos, hijos o hermanos, y en multitud de ocasiones enfrentadas entre sí como consecuencia de las todopoderosas estructuras familiares y socioeconómicas sobre las que ondea la turbia bandera de la tradición —máxime, en un país tan conservador como Japón. Por suerte, leer a Ariyoshi sigue teniendo el mismo y reparador efecto: el de abrir los ojos a la injusticia, y hacerlo con sutileza.
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Autora: Sawako Ariyoshi. Título: Las dos rivales. Traductores: Akihiro Yano y Twiggy Hirota. Editorial: Errata Naturae. Venta: Todostuslibros.
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