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Historia y Gran Historia: otro modo de ver

Historia y Gran Historia: otro modo de ver

Los que tenemos ya unos años nos formamos en aquella división en ciencias y letras según la cual, no cabe duda, letras y humanidades se identifican y, desde luego, la historia es «de letras» (más frecuente era el «de ciencias» aficionado a la lectura que el «de letras» capaz de resolver una simple ecuación). División pintoresca, porque no pocos humanistas del Quattrocento, pongamos por caso, pasaban la mañana con Arquímedes y la tarde con el divino Platón. En el presente, otro rótulo, el de «ciencias sociales», viene a complicar las cosas, porque su relación con las humanidades es algo ambigua. No hay duda: la historia, de letras, se cuenta entre las ciencias sociales, pero la sociología, por ejemplo, también una ciencia social, ¿se identifica sin más con las humanidades, cuando se vale de métodos matemáticos?

Dentro de la propia historia, nuevas complicaciones. Ya sabemos que se puede hacer la historia de la Revolución Francesa, que se supone que es un conjunto de hechos con una entidad propia que permite aislarlos en la mesa de operaciones; pero también la historia de Roma, que abarca un milenio, o la de China, que abarca varios, o la del mundo, entiéndase que humano. Es el problema, bien conocido, de la larga duración. Ahora bien, tanto en un caso como en el otro, ¿es posible una historia sin presuposiciones, que los hechos mismos hablen, o se impone alguna filosofía general, un marco amplio respecto del cual encuentren su sentido los hechos examinados? Hoy vivimos en época de escepticismo: la crisis de los grandes relatos, que desconfía profundamente de marcos generales como el cristianismo o el marxismo. Lo que tampoco es nuevo, porque a finales del siglo XIX ya defendían muchos historiadores una historia juxta propria principia —según sus proprios principios, al margen de cualquier filosofía general— frente a los grandes intentos de explicación global, al modo de Hegel.

"Spier siempre se propone ser claro, cosa que se agradece; pero hay que advertir que, al tratarse de escritos varios con un propósito explicativo común, no escasea en repeticiones, que exigen algo de paciencia del lector"

Lo anterior son problemas que siguen ahí para el lector o lectora curiosos en materia histórica. Tópicos que se ven sacudidos por la lectura del libro que reseñamos. Reúne La estructura de la gran historia (1996), de Fred Spier, junto con una serie de ensayos suyos, publicados entre 1996 y 2019, a iniciativa de Luis Beltrán Almería, de la Universidad de Zaragoza. Spier, que se formó como químico, devino antropólogo e historiador, así que ejemplifica en su propia biografía académica la ruptura de límites que caracteriza a la gran historia (o Big History).

En cuanto al libro, Spier siempre se propone ser claro, cosa que se agradece; pero hay que advertir que, al tratarse de escritos varios con un propósito explicativo común, no escasea en repeticiones, que exigen algo de paciencia del lector.

El primer ensayo expone la teoría general. Si no me engaño, en esencia consiste, viendo continuidad entre lo que consideramos mundo físico y mundo humano, en pensar ambos como un solo proceso. Cuidado, no se trata de que el humano, dotado de conciencia, sea la corona de la creación —o la cima de la evolución— ni mucho menos. Spier intenta eludir constantemente el antropocentrismo. Más bien, el humano forma parte, insignificante desde luego, del universo físico. La historia, por consiguiente, debe ser del universo en su conjunto, o, en otras palabras, este debe pensarse en términos procesuales, es decir, históricos.

"El pensamiento de Spier es de un evidente holismo: de los regímenes humanos intencionales a las estructuras moleculares, el conjunto es más que la mera suma de sus partes"

Por táctica expositiva, supongo, Spier, para facilitarnos las cosas, empieza por lo humano. La historia humana se presenta como un proceso de resolver problemas, bien motivados por las personas consigo mismas; por la convivencia con otras personas; por la relación con el entorno no humano. Y en este recorrido aparece el que, sin duda, es el concepto central de Spier: el de régimen. Su definición reza: constelación de interdependencias que se ajustan a un orden en respuesta a problemas sociales, psicológicos y ecológicos.

En un momento dado, Spier recurre a la ecuación de Schrödinger: da igual que seamos legos en matemáticas o física, la cuestión es que se pone de manifiesto que se necesita un alto grado de generalidad para responder a un problema general; la contrapartida es el alto grado de abstracción de la fórmula. Pero solo así se puede apreciar la continuidad entre, por ejemplo, las relaciones que se aprecian en el átomo y en la sociedad. El pensamiento de Spier es de un evidente holismo: de los regímenes humanos intencionales a las estructuras moleculares, el conjunto es más que la mera suma de sus partes.

"Nos hace ver que, por ejemplo, el Génesis, como cualquier otro relato cosmogónico, representa ya un intento de explicar la totalidad del universo, incluyendo a los humanos como parte de él"

Así, se busca una “teoría del todo” y, para integrar los diferentes niveles de complejidad, Spier distingue entre regímen astronómico; orgánicos y biológicos; y culturales humanos. Se entiende mejor la intención de su teoría si nos detenemos en que estos últimos funcionan como principio estructurador de la historia humana, con tres grandes momentos o etapas: la domesticación del fuego, la transición al régimen agrario y, por fin, la industria, hasta llegar al actual régimen ecológico planetario. Cada etapa, naturalmente, implica diferentes relaciones de poder entre los humanos y con respecto al medio físico. Por ejemplo, el régimen agrario va unido a la creación de ciudades, formación de estados y castas sacerdotales, pero también a diferencias significativas en el nivel del mar, pues de algunas culturas sabemos que han surgido en zonas costeras. Es interesante que Spier persigue siempre relacionar lo que habitualmente vemos por separado.

Una segunda parte del libro reúne varios estudios breves. El epígrafe general nos da una idea: “Las tareas de la gran historia”. No podemos detenernos en todos los ensayos, pero sí querría dar una idea de algunos.

Spier nos cuenta la historia de la gran historia, pero no solo en el presente. Nos hace ver que, por ejemplo, el Génesis, como cualquier otro relato cosmogónico, representa ya un intento de explicar la totalidad del universo, incluyendo a los humanos como parte de él. Claro que la actual gran historia carece del momento normativo propio de los mitos fundacionales. Y a partir de ahí la interesante cuestión de la relación entre historia y religión.

"Hay en Spier un poderoso alegato no contra la especialización, sino contra la fragmentación del saber en compartimentos estancos"

Igualmente rastrea antecedentes en la Modernidad: Humboldt y, más próximo a nosotros, Norbert Elias, con su subrayado de las formas de coerción que nos imponemos a nosotros mismos como parte de la cultura. Desde luego en ese momento apasionante que es el 1800 alemán hay rasgos de holismo, tan característico de Spier, tanto en Goethe como en Schelling. Y por qué no recordar a Hegel, que, si no se ocupa del universo físico, sí pretende ver la dialéctica del espíritu en su totalidad.

Se sigue de lo visto —y es consecuencia lógica de lo anterior— que hay en Spier un poderoso alegato no contra la especialización, sino contra la fragmentación del saber en compartimentos estancos. Y un llamamiento a comparar teorías con vistas a integrarlas en el esquema general que él mismo propone. Algo de esto se expone en el estudio consagrado a tareas de investigación.

Podrá parecer que todo lo visto suena demasiado teórico, pero Spier no retrocede ante afirmaciones como “La Humanidad tiene una opción”, título de uno de sus estudios, donde plantea el debate, hoy imprescindible, sobre el futuro de la Humanidad en términos ecológicos. En esta misma línea hay que destacar “En busca de la felicidad. Una primera exploración de la moral en la gran historia”. Donde se persigue el surgimiento de lo que llamamos moral a partir de la cooperación y la competencia, como procesos necesarios para la supervivencia. Lo que vale para cualquier ser vivo, consciente o no, con la diferencia de que los humanos aparecen mucho menos determinados por la genética, esto es, son más libres. Y claro, cooperación implica adaptación y comunicación, nuevo indicativo de las posibilidades de la teoría: se explican así desde las sensaciones hasta el lenguaje.

"Subrayar la continuidad entre lo que consideramos mundo físico y mundo humano puede ayudar a entender mejor el surgimiento de cosas humanas como la moral"

Por otra parte, las formas de la cooperación permiten definir “quiénes son los de dentro” e introducir la diferencia de comportamiento entre ellos y “los de fuera”. Diferencias que surgen, defiende Spier, al hilo del régimen agrario. Tirando del cual llegaremos a que la Humanidad se pregunte hoy por la moralidad de su comportamiento frente a la Naturaleza. Lo que solo se plantea cuando aparece la conciencia de que los recursos no son ilimitados; y además permite sugerir la validez de la gran historia para orientar la conducta cara al futuro.

Resumiendo. Lo que Spier intenta es un andamiaje teórico que permite moverse de la célula a la historia al modo clásico. Necesariamente tiene que ser abstracto; se supone que el avance en teorías o disciplinas parciales hará ganar en concreción al esquema e incluso forzará a modificarlo. A cambio, las teorías parciales dejarían de moverse en orden disperso y encontrarían orientación y sentido. Subrayar la continuidad entre lo que consideramos mundo físico y mundo humano, al mostrar la base material de este, puede ayudar a entender mejor el surgimiento de cosas que creemos tan específicamente humanas como la moral. Y también puede ayudar a orientarnos hacia nuestra propia supervivencia como especie.

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Autor: Fred Spier. Título: La gran historia y sus regímenes. Traducción: Carlos Ginés Orta. Editorial: Prensas de la Universidad de Zaragoza. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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Ricarrob
Ricarrob
1 año hace

Una discordancia, entre otras. El escepticismo, sobre todo si es filosófico, es sano hasta cierto grado. La época actual no es de escepticismo, que siempre lo ha habido, sino de relativismo. No se pone en cuestión los grandes relatos sino la propia historia. Impera la decostrucción, la negación de épocas enteras como la Ilustración y el predominio del «relatillo» que inventa situaciones pasadas de acuerdo con la ideologìa poshumanista de hoy y el recocinamiento de lo ya sucedido con nuevos ingredientesdogmáticos. Relativismo a niveles históricos, nunca mejor dicho en todos los sentidos.

El libro parece interesante. Habrá que leerlo para juzgar.