Me temía lo peor y así ocurrió. El tráiler dejaba poco espacio a la duda, aunque, mientras bajaba la calle Princesa camino del Renoir Plaza de España, todavía albergaba un mínimo de esperanza. Pero no. A la adaptación cinematográfica del maravilloso libro de Laurent Binet HHhH (El cerebro de Himmler se llama Heydrich, en deutsch) que ha realizado Cédric Jimenez, le falta media historia y deja en los lectores del Premio Goncourt a la primera novela del 2010 una sensación agridulce. Nos falta algo, tanto como la mitad. Supongo que es hora de advertir del Spoiler, si acaso ustedes no conocen el final de Reinhard Heydrich…
En lo que a éste se refiere, chapeau. La vida del SS-Obergruppenführer, Reichsprotektor de Bohemia y Moravia, también conocido como el «Verdugo de Hitler«, el «Carnicero de Praga«, la «Bestia Rubia» o el «Hombre del corazón de hierro» —tercero en la jerarquía nazi y su Jefe de Seguridad, amén del intelecto tras la Solución Final— está más que correctamente representada; desde sus lúbricas mocedades en la Kriegsmarine al 4 de junio de 1942, cuando falleció debido a la septicemia por la infección en las heridas resultantes de la Operación Anthropoid (la víctima parecía humano, mas no lo era). Pero como uno se había leído el texto, sintiéndome algo engañado con el resultado fílmico, mientras pasaban los minutos en la oscuridad de la sala, empecé a sacarle peros, cruelmente. Verbigracia, pese a los 15 años que recorre el film, Jason Clarke, el actor protagonista, no envejece nada y, aunque lo tiñan de rubio ario y lleve de serie los ojos azules, en la cinta tiene la faz demasiado ancha como para encarnar con verosimilitud a Heydrich (Sergio Ramos se da un aire mayor).
Además, en la Praga a la que llegan los paracaidistas en aquel frío invierno habría nieve, mucha, como no es el caso, y en mayo, el día del atentado, el Mercedes no podía haber circulado junto a cunetas llenas de otoñales hojas secas. Y así, un largo y quisquilloso etcétera. Tras cinco años de mi vida analizando películas históricas, tanto el morro como los oídos se me han vuelto muy finos y cuando escucho a los fritzies decir “yes, Sir” en lugar de “jawohl, Herr”, para mí, la cinta pierde credibilidad (claro está que los alemanes no han querido llevar a la pantalla a una de las figuras más oscuras de su pasado). Para colmo, en aquel cine no vendían palomitas ni Fanta de naranja. Un desastre.
El libro, otra vez más, es mejor. A diferencia de la película, HHhH narra una historia doble. Por un lado, la del criminal nazi, por el otro, la del propio autor redactándola. Sobre Heydrich y su asesinato ya hay mucho en negro sobre blanco —véase la monumental obra que Robert Gerwarth le dedicó en 2011—, pero lo que diferencia al texto de Binet con respecto a sus congéneres es precisamente el carácter autobiográfico y, si quieren, metaliterario. Pasando sus hojas asistimos a la creación de la obra en sí —¿cómo trabaja un escritor?, ¿por qué este asunto?— mientras observamos al niño Laurent cogiendo de la estantería familiar una historia de la Gestapo y a su padre dejando caer ciertas palabras —“partisanos”, “checoslovacos”, “atentado”, “liquidar”, “1942”— en el cajón de la memoria de su hijo para ser rescatadas años más tarde, ya en 1996, siendo un profesor de francés recién llegado a la academia militar de Bratislava.
Como investigador no puedo dejar de alabar el hilo conductor de este ensayo, el propio modus operandi del autor accediendo a la oscura personalidad de Heydrich, estudiándola, para desgajarla posteriormente en breves capítulos que mantienen al lector en vilo, ansioso de más. Para mí es fácil empatizar con la obsesión que llegó a sentir Binet por un sujeto tan interesante —no hay duda que lo era, pese a su monstruosidad— y aún más de comprender su turbación al tomar conciencia de ello (Sympathy For The Devil?). El rastreo de la pista, la caza de la presa…hasta matarla. Para documentar este libro, según nos revela, leyó casi todo acerca del personaje, visitó los lugares donde acontecieron los hechos finales y vio las distintas películas que, cada una a su manera, ya habían contado la historia que él se proponía reescribir. A ésta no le faltaba nada para ser un completo thriller de éxito: un malo, malísimo, capaz de ordenar el exterminio de millones de personas y volver a casa para tocar el violín serenamente, la épica misión de un comando parachutado para ejecutarlo, el espionaje, un arma que se encasquilla en el momento menos oportuno, la persecución, el cianuro, la tradición, el martirio…Sólo —y no es poco— había que saber contarla de una manera distinta y HHhH, a diferencia de la película El hombre del corazón de hierro, lo consiguió. Leyendo sus páginas se quiere saber más —¿acaso no es lo mejor que puede darnos un libro?— y afloran en la mente profundas reflexiones éticas, ¿había que matar a Heydrich?, ¿es legítimo el asesinato?, ¿cómo se ponderan las represalias? Con estas cuitas llegué hasta Malasaña para recalar en la Ardosa deliberadamente. Sé que allí tienen un grifo de Pilsen Urquell, la cerveza checa más famosa, y con un doble en la mano brindé por la memoria de Gabčík y Kubiš, los dos paracaidistas que en aquel lejano 1942 sembraron el caos en Praga ganando la mano al Tercer Reich.
Al salir del bar ya era de noche y la luz naranja de las farolas creaba psicodélicos reflejos en los charcos del suelo. Aleatoriamente sonó a mis auriculares el Your Heart Is As Black As Night de Melodi Gardot. En sabia retirada de un viernes que acababa de empezar, volví a casa sorteando los restos de sus primeras víctimas: botellas hechas añicos, cristales rotos…afortunadamente, Heydrich había muerto.
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Autor: Laurent Binet. Título: HHhH. Editorial: Seix Barral. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro
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