Existen numerosas formas de adentrarse en la obra de un autor, de articular diferentes itinerarios para remontar los meandros de la creación de una voz que viene a formar parte del propio panorama literario. Hay lectores que se inician en la lectura por el primer título; un ascenso cronológico para acompañar acompasada o aceleradamente la evolución en el tiempo y en el arte del escritor afortunado. Otros, atraídos por una temática concreta, realizan el primer de una posible serie de pulsos. Hay quien sucumbe a la novedad y, a posteriori, desanda la bibliografía. De repente, una amistad recomienda o regala una obra y como fieles que creen en una fuerza no casual, aceptamos el reto. Y, por supuesto, son legión quienes ven su interés naciente y creciente tras el anuncio luminoso de la designación de un premio.
Así todo, Anagrama tuvo buen olfato al hacerse con los derechos del flamante premio Goncourt 2021, Mohamed Mbougar Sarr y su salvaje La memoria más recóndita de los hombres. Una novela que, además de ser merecedora del prestigioso galardón, llegó para recordarnos que apenas sabemos nada de la literatura senegalesa en particular y de la africana en general (exceptuemos a los dos o tres premios Nobel de un largo palmarés y a otros dos o tres más). Desde hace unas semanas la editorial nos ha invitado a desandar la obra de Mbougar Sarr —con excelentes traducciones de Rubén Martín Giráldez— con la aparición de Hombres puros, escrita y publicada en Francia con anterioridad a la laureada.
Para quienes hayan leído las dos novelas en el orden en que nos han sido brindadas les resultará complicado, puede que incluso atractivo, no caer en la tentación de ejecutar una consciente comparativa. Mientras que La memoria más recóndita de los hombres es una obra plural, coral, que exhala y exhibe oralidad encajando diferentes técnicas y estilos, con una narrativa milimétrica y ambiciosa, que acoge lo real y lo mágico sumando diferentes capas, con Hombres puros transitamos, en cambio, por una obra de coherencia lineal sin grandes arcos narrativos, aunque atractiva, atrevida y comprometida. Y, tras comprobar que entre la crítica se sigue contemplando la edad como medida de elogio, por qué no recordar la del autor, 28 años, en el momento en que De purs hommes vio la luz.
Mohamed Mbougar Sarr se atreve con un tema que bien le podría acarrear más trabas que elogios: la homosexualidad en Senegal. Mediante las peripecias del personaje principal, Mbougar Sarr, esparce y debate una cuestión universal, ¿cómo resistir y vencer la arrolladora hipocresía de las fuerzas conservadoras y dominantes de nuestra sociedad? El diálogo acoge también otra diatriba, quizás demasiado evidente, no por ello ausente en casi todas las generaciones: ¿cómo conjugar los distintos tiempos de los dos mundos del protagonista significados a partir de los versos de Verlaine y los sermones de los imanes en las mezquitas? El planteamiento, sin ser original (ni falta que hace) recoge el ruido ensordecedor de los rumores que atormentan y hacen salir a la calle a los movimientos inquisidores. Es un retrato de la visceralidad de quienes se pueden permitir danzar con los ojos tapados al son de las leyes del más fuerte, sin salir de la zona de confort, protegidos por la fuerza de la mayoría que no admite las ideas que alteran el orden. La violencia se presenta con golpes y con escogidos silencios; sólidos y temidos, puede que más dañinos. Es la ausencia de compasión, de amor, es la soledad representada con contundencia, en una sociedad donde se presupone bullicio, tambores y tetas al aire, una comunidad que el misionero considera acogedora, solidaria y generosa. Acierta el autor con el ritmo pausado de la trama que mantiene en gran parte de la novela, llegando a un crescendo en la parte final que coloca al lector en lo alto, en lo largo de un pasillo con luz molesta. Es coherente, un cambio de coordenadas que ejemplifica una atmósfera, la que respira el boxeador cuando besa la lona, y que, por desgracia, no existe tan solo dentro de la obra, dentro de un cuadrilátero.
Regresando a la comparación entre las dos novelas es sencillo y de agradecer comprobar que al autor le interesa un tema por encima de todos; es la propia literatura la que sostiene el eje de sus obras, las letras que suman un mismo mundo con variedad de cánones literarios (aunque a la mayoría de ellos no se les permita salir del armario).
Hombres puros es una novela sólida, repleta de dudas, autoconsciente y que, certera, no pretende resolver ni blanquear el mal común de nuestros tiempos.
Celebremos la aparición de Mbougar Sarr y adentrémonos en su obra y en la de autores de la cara oculta, nuevas voces, savia nueva, que amplían nuestro mundo traducido, mundo encorsetado.
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Autor: Mohamed Mbougar Sarr. Título: Hombres puros. Traducción: Rubén Martín Giráldez. Editorial: Anagrama. Venta: Todostuslibros.
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