Hubo un tiempo, aunque hoy en día nos cueste creerlo, en el que la expresión latina horror vacui —traducida como “miedo al vacío”—, se empleaba habitualmente en cartografía y topografía para describir los espacios en blanco que aparecían en los mapas. Este terror también lo sufrían los expedicionarios al viajar a lugares en los que desconocían todos los elementos geográficos y etnográficos por donde iban a transitar.
En 1799, un oficial del ejército de Napoleón descubrió, en el delta del Nilo, un fragmento de una antigua estela funeraria egipcia escrita en una roca de granodiorita en la que se encontraba grabado un decreto del faraón Ptolomeo V. El texto aparece litografiado en tres escrituras diferentes; en la parte superior, la escritura corresponde a jeroglíficos que empleaban los sacerdotes; en el tramo medio de la piedra, el texto está redactado en la escritura denominada demótica, lenguaje egipcio más moderno empleado de manera cotidiana; la escritura que ocupaba la parte inferior correspondía a la traducción al griego del decreto. A esta piedra se la conoció a partir de entonces como “la piedra de Rosetta”.
En la segunda década del siglo XIX, Jean François Champollion y T. Young finalizaron la colosal tarea de descifrar el significado de los jeroglíficos tallados en la piedra de la Rosetta. Este hecho provocó que en Europa se desatase una desenfrenada pasión por la egiptología, siendo muchos los países del Viejo Continente que organizaron expediciones arqueológicas para descubrir las raíces y misterios de la cultura de las Dos Tierras. Siguiendo la estela de los arqueólogos, muchos geógrafos retomaron el interés que habían mostrado en la antigüedad, entre otros, Alejandro Magno, Nerón y Heródoto por descubrir los misterios del Nilo, empezando por su lugar de nacimiento, conocido como las Fuentes del Nilo.
En el siglo XIX, la ciudad que impulsaba el conocimiento mundial de la época era Londres, capital del Imperio Británico. En 1830, se crea la Royal Geographical Society, que se convirtió en la principal valedora y promotora de las expediciones cuyo objetivo era descubrir lugares ignotos en Oriente Medio y el continente africano.
Los primeros viajes organizados para buscar las fuentes del Nilo optaron por realizar la exploración remontando el curso del río. Estas expediciones se encontraron, una tras otra, con fracasos estrepitosos al aventurarse en un inmenso territorio desconocido, defendido ferozmente por sus habitantes; tribus que estaban muy escarmentadas por el sufrimiento que, durante generaciones, les habían infringido los tratantes de esclavos.
Las expediciones debían organizarse, con la dificultad que ello entrañaba, en los puntos de partida de la costa africana. El viaje se convertía desde el inicio en una aventura, ya que los exploradores eran trotamundos. Los expedicionarios necesitaban la ayuda de hábiles guías que les ayudasen a conseguir todo lo necesario para llegar al siguiente punto de abastecimiento, para así poder sobrevivir durante largo tiempo. Al frente de la expedición se encontraba un reducido grupo de hombres blancos que debían ser científicos, escritores que recogiesen los avatares de la expedición, investigadores, topógrafos y médicos, es decir, un equipo multidisciplinar de superdotados intelectuales que, además, fuesen capaces de convertirse en arrojados aventureros. La parte más importante de las expediciones era que alguno de sus integrantes pudiera regresar para mostrar las pruebas de sus logros.
Candice Millard narra, unas veces con un elaborado estilo literario y otras con un sencillo estilo periodístico, la vida de los exploradores británicos Richard Burton y John Hanning Speke durante la aventura que se embarcaron con objeto de localizar las Fuentes del Nilo, partiendo desde la costa del Índico hacia el África Central. A lo largo de la expedición, el lector contempla como se suceden fracasos y desgracias en forma de enfermedades, enfrentamientos con los nativos, accidentes, robos, etc.; en donde, las más de las veces, el desastre se alía con el infortunio y lo que iba mal, termina yendo a peor. Buena prueba de estos desastres es que Burton se dio cuenta, en el inicio de su primera expedición, de que su exploración había acabado casi al empezar. Este fracaso no le impidió seguir intentándolo.
El viaje expedicionario hace que los participantes vivan en continua tensión, a medida que pasa el tiempo se deteriora la convivencia y afloran envidias, disensiones y egos que provocan graves enfrentamientos entre Burton y Speke. Concretamente en la expedición aparecieron opiniones contrarias en cuanto al reconocimiento de los objetivos conseguidos. La polémica creada entre ambos amigos hace que Speke decida traicionar a su compañero con objeto de defender su verdad. En el viaje de regreso Burton cae gravemente enfermo, lo que provoca que se retrase y llegue primero Speke al Reino Unido. A partir de ese momento, Millard da comienzo a la parte más atractiva de la novela, en donde con un ritmo vivo cuenta los avatares que depararon los enfrentamientos entre Richard Burton y John H. Speke. La historia del descubrimiento de las Fuentes del Nilo cuenta con varias paradojas, siendo la más sorprendente la que depara el final de la controversia en la que, con la sociedad británica y la Royal Geographical Society como testigos, asisten a un hecho trágico y a unos acontecimientos que con posterioridad darán la razón a uno de los dos rivales.
El río de los dioses es una obra compleja en la que Candice Millard tuvo que investigar centenares de documentos y bucear en una bibliografía de más de cien obras, incluidas las escritas por Richard Burton. Puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que la autora tuvo que enfrentarse a su horror vacui para poder rellenar los posibles huecos que existían con respecto a la apasionante existencia de unos hombres que, a desprecio de su vida, se embarcaron en unas expediciones para conseguir rellenar los vacíos existentes en los mapas y la etnografía africana de la época; objetivo que, a la vista de su libro, consigue lograr con holgura.
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Autora: Candice Millard. Título: El río de los dioses: Genio, coraje y traición en la búsqueda del origen del Nilo. Traductor: Juan Trejo. Editorial: Folch & Folch. Venta: Todostuslibros.
Buenos días.
Que los decimonónicos Burton y Speke no se enteraran de la historia previa de los polvorientos andurriales por los que iban pase.
Ahora que la muy versada autora del libro objeto del comentario (aunque haya, según su glosador, “buceado” por cientos de documentos) no se haya enterado de la existencia de Pedro Páez de Xaramillo, jesuita él, de hace cuatrocientos años es más chocante.
O no.
Vamos, que, más que bucear, se mojó un poco y puso cara de agotamiento. Cara. Agotar, no agotó el tema.
Juan. La autora reconoce en su libro que en siglos anteriores el jesuita fue el primero en alcanzar las fuentes del Nilo.
Gracias por la aclaración.
Desde luego que hablé por hablar. Sin conocer al detalle el texto original.
Salté por la inercia acumulada en tantas otras ocasiones a las que dan lugar ciertos prejuicios ajenos que hacen saltar los propios.
Gracias otra vez.
Saludos cordiales.
Muy, pero muy interesante para los que como yo no hemos profundizado mucho en el tema Egipto.
He podido comprobar a lo largo del tiempo y espero continuar así que gracias a las reseñas de Ramón villa voy completando mi particular «horror vacui» histórico.
Muchas gracias!!