Fiesta en Madrid y llueve a cántaros como en los días de Semana Santa. «Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será Él?», reza la gran lona verde que casi cubre la entrada de la iglesia de Nuestra Señora del Buen Suceso. En la acera de enfrente, un grupo de estudiantes pide unos minutos a los paseantes de la calle Princesa para hablar sobre Dios. Toma más sentido así la pregunta del cartel: «¿No será Él?». En el gran hotel que hay detrás del templo, Ian Gillan (Hounslow, Londres, 1945), vocalista de Deep Purple, se toma un café con espuma mientras observa el chaparrón con curiosidad llevando encima unas gafas de sol.
Ian Gillan ha visto tanto mundo como músicas ha escuchado. No en vano, su abuelo cantaba ópera y en casa se escuchaba mucha clásica y jazz, esta última disciplina gracias a un tío suyo. De hecho, su debut discográfico con Deep Purple se dio en Concerto for group and orchestra (Harvest, 1969), aquel directo grabado con la Royal Philharmonic Orchestra en el Royal Albert Hall de Londres el 24 de septiembre de 1969. Pasados más de 50 años, Ian Gillan sale ahora de gira con la Orquesta Filarmónica de Praga. «A Deep Purple siempre lo describo como un grupo instrumental». El integrante de la formación MK II (con Jon Lord, Ritchie Blackmore, Ian Paice y Roger Glover) habla de las sesiones de In rock (Harvest, 1970), Fireball (Harvest, 1971), Machine head (Purple Records, 1972) y Who do we think we are (Purple Records, 1973); las recuerda tan profesionales que, para él, era como ir a la oficina: «Todo el mundo llegaba a mediodía, se tomaba una taza de café o de té, un poquito de charla acerca de la familia, el fútbol… y escribíamos desde las 12 hasta las 6 en punto, cuando parábamos para tomar otra taza de té». Gillan, como si lo que narrara fuera una orden, da un sorbo a su taza. Asegura que aquello era «un no parar de improvisar». No desvía la mirada; es de ese tipo de gente que todavía mira a los ojos cuando habla (y escucha). También es de aquellos que estrechan la mano acogiendo la tuya entre las suyas. Tiene —lo que él llama— «química humana». Muchos matarían por pasar un rato con él. «¿No será Él?».
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—Su primer concierto con Deep Purple fue en The Speakeasy, en Londres, pero el repertorio, principalmente, era instrumental. ¿Por qué?
—No habíamos escrito ninguna canción aún. Quizá teníamos una o dos ideas, así que tocamos canciones viejas de los tres primeros álbumes del grupo. Queríamos cambiar a algo que sonara más centrado y poderoso. Creo que los tres primeros discos fueron experimentales y una gran unión para Jon (Lord), Ian (Paice) y Ritchie (Blackmore). Nick (Simper) es uno de los tíos más majos que he conocido nunca, es un gran bajista, y siempre está con la mente en otro lugar. Y Rod (Evans) era un auténtico compositor y llevó el límite de composición en los Purple al infinito. Así que, cuando Roger (Glover) y yo nos unimos a la banda, lo hicimos no sólo como bajista y cantante, sino como un equipo de composición. El concierto en el Speakeasy creo que fue más una sesión de improvisación, no lo recuerdo del todo, pero lo pasamos bien y eso es lo que buscábamos.
—The Mule es su primer tema con Deep Purple. ¿Es por Fundación e Imperio (Isaac Asimov)?
—Lo primero que recuerdo de The Mule es el diablo. Es básicamente un solo de batería.
—Ian Paice dice que la letra del principio está basada en él…
—La batería es toda suya, pero las letras son mías (risas). La letra la escribí junto a Roger Glover.
—¿Qué influencias literarias tenías en su juventud?
—Cuando era niño leí todo lo que me mandaron en el colegio. Ya te puedes imaginar: (William) Shakespeare, (Charles) Dickens… De adolescente, en torno a los 13 años, leí El Señor de los anillos por primera vez y, un poco después, empecé a disfrutar de los escritores nuevos, de libros para niños que se quedaron conmigo toda mi vida…
—¿Quién era el mejor?
—El mejor, para mí, fue Rudyard Kipling, que escribió, entre otros, El libro de la selva, pero tiene un libro titulado Barrack-room ballads que, leído entre líneas, es extremadamente político; centrado en el conflicto entre la armada británica y la India. Hay un poema precioso llamado Gunga Din en el que cuenta la historia de un soldado británico que tenía a un chico indio que trabajaba para los británicos llevándoles agua, balas y comida en las trincheras. El soldado británico es herido y Gunga Din, el chico indio, continúa ayudándole y entablan una relación muy cercana. Al final del poema, el soldado cambia completamente de opinión respecto a Gunga y el resto de indios debido a la gentileza y cuidados que éste le había dado durante la guerra. El soldado está herido de bala y se muere, mientras Gunga Din le tiene entre sus brazos, dándole agua, entonces el soldado dice sus últimas palabras antes de morir: «eres mejor hombre que yo, Gunga Din». Es muy poderoso. Aquello me influenció mucho, curiosamente, porque mi padre, cuando yo era pequeño, solía decir mucho «eres mejor hombre que yo, Gunga Din». Yo no lo entendía, hasta que lo leí. Así que se quedó conmigo.
—¿Solo Barrack-room ballads?
—También me ha marcado mucho Flatland: A Romance of Many Dimensions, de Edwin A. Abbott. Muchos de los críticos dijeron que era el reflejo de la sociedad victoriana; el protagonista es un cuadrado y la mujer es un triángulo y todo es un conflicto dimensional. Para mí es el reflejo de no ser capaz de entender cómo son otras dimensiones, física o metafísicamente, porque no podemos entender cómo se han formado ni podemos verlas. Cuando el Sr. Cuadrado baja a la calle y cruza lo que aparentemente es un círculo —han aprendido a distinguir las formas por sus sombras—, resulta no serlo porque en realidad es una esfera y eso le descoloca porque es tridimensional. Me he visto influenciado por miles de libros e historias en todos estos años. Mayoritariamente libros de aventuras. Un ejemplo serían los volúmenes de Patrick O’Brian (The Aubrey/Maturin Series) sobre el capitán Jack Aubrey, de la armada británica en el siglo XIX, y la crudeza de todas estas gestas. Esos libros me dieron perspectiva. Ahora la gente de la universidad en Inglaterra quiere reinterpretar, reescribir la historia, pero es imposible porque no han estado allí. Para entenderlo, tienes que olerlo, saborearlo. No puedes tener una visión objetiva. Igual que el arte contemporáneo, no puedes entenderlo si no tienes las gafas correctas, la ropa correcta, si no perteneces a esa generación… Cada 25 años se cambia de generación y, por ejemplo, Picasso ya ha pasado a ser arte clásico, lo que hace que no puedas juzgarlo objetivamente.
—Las bandas de rock de los 70 y de los 60 estaban influenciadas, sobre todo, por los libros de ciencia ficción. ¿Pero todas?
—Indudablemente, en muchos casos, sí en el rock progresivo. Cuando eres joven, eres fácilmente influenciable y lo que absorbes deja marca a veces. Pero eso no sale solo, sale mezclado con otras muchas cosas: el fútbol, las chicas, las peleas, los viajes, las diferentes culturas… Todo depende de la interpretación y de la conexión con los demás y con los músicos con los que estés trabajando, eso toma una forma u otra.
—También están las drogas. ¿A veces ayudaban a los escritores, músicos o periodistas para entender este tipo de literatura?
—Sí. Has mencionado a los periodistas y ellos han sido una gran parte del desarrollo de la cultura «sexo, drogas y rock and roll». Eran amigos y era muy divertido; bebíamos en los mismos pubs, íbamos a los mismos conciertos, mismas fiestas… Fuimos hace unas semanas a un concierto en Londres y teníamos un barco desde Westminster a Greenwich (éramos 160 personas a bordo). Bebimos vino y lo pasamos fenomenal. La mayoría eran periodistas que conocíamos desde los 60. Respecto a Deep Purple, era una banda más de alcohol: cerveza, whisky, vino… y fumábamos cigarros, pero no me fumé mi primer porro hasta que no tuve 38 años, es cierto, y moló mucho. Pero en la banda, en Deep Purple, nadie tomaba drogas. Ni cocaína, ni LSD, ni marihuana, ni speed…. Nada. Solo alcohol. En nuestro círculo solo bebíamos y puntualmente, y alguna persona fumaba marihuana, pero nada más.
—¿La formación MKII estaba menos influenciados por la literatura que la primera alineación? El segundo álbum de Deep Purple se titulaba The book of Taliesyn.
—Probablemente, sí. Ritchie, Jon e Ian querían centrarse en canciones o temas poderosos, pero más simples. A veces somos más contemplativos, más humanos. Nuestras influencias seguían siendo Elvis [Presley], Little Richard, Jerry Lee Lewis, Buddy Holly, Ray Charles… y los recuerdos, cada vez más distantes de la infancia, seguían teniendo fuerza. En mi familia, mi abuelo se dedicaba a la ópera y a mí siempre me gustó la música de la iglesia. Fui un chico de coro, un soprano (esto hace que me emocione). Hay algunas canciones —quizá tendría que revisarlo— que creo que sí que estaban influenciadas por la literatura, sin embargo, las primeras líneas estaban basadas en los temas de los artistas que nos gustaban de pequeños: Jerry Lee Lewis, Buddy Holly… Algunas canciones eran contemplativas, reflexivas… Otras estaban basadas en historias de ciencia ficción, como Place in line.
—¿Cree que los escritores y músicos de Reino Unido tienen una gran influencia de Irlanda?
—Sí, quizá una parte, pero una gran parte de esa influencia viene de la armada. Esta serie de libros de O’Brian de los que te he hablado, tienen una información abundante sobre cosas que incluso hacemos a día de hoy: la velocidad a la que decimos que va un avión o un barco son nudos. Cuando el capitán del barco preguntaba a qué velocidad iban, tenían que comprobar el viento para saberlo, así que ataban una cuerda a una pieza de madera llamada log que se lanzaba desde la parte de atrás del barco al mar. La cuerda iba corriendo por las manos y cada 6 pies había un nudo en la cuerda, así que ellos iban contando nudos. Esa medida de velocidad aún se utiliza en los aviones y barcos. Todo ese conocimiento estaba en esos libros.
—¿De dónde venía la mayor influencia?
—De William Shakespeare; él inventó un montón de palabras y conceptos. También hay un montón de buenos escritores en la época victoriana, en los últimos 1800, durante la revolución industrial. La historia celta habla de la invasión pero ha sido una invasión pasiva. Tenemos mucha suerte porque no somos una nación de sangre pura, somos una nación de gente con sangre mezclada: celtas, vikingos, noruegos… y, más recientemente, caribeños, africanos, indios… Todo está mezclado como en un guiso casero. Es increíble. Eso ha contribuido muchísimo. El país ahora tiene una increíble cantidad de escritores maravillosos de diferentes orígenes. Gracias al grupo he podido viajar muchísimo y aprender de diferentes culturas. La primera vez que fui a Japón no me lo podía creer. La cultura japonesa está incorrupta, no hay inmigración, no hay negocios de fuera porque para montar un negocio allí tiene que ser a través de una empresa japonesa o que mayoritariamente sean japoneses los que lo llevan, así que es increíble ver cómo mantienen sus tradiciones con el paso de cientos de años. Nuestros escritores, desde Dickens, han sido fantásticos… Otro de mis libros favoritos es Electric dreams, de Philip K. Dick. Me parece surrealista. El escritor estaba drogado, sin duda (risas). Dicen que la verdad sale a la luz cuando hay alcohol de por medio y creo que ocurre lo mismo con las drogas. Es una verdad oculta que ha sido suprimida… Cuando me he fumado algún porro, estaba sorprendido de lo que yo mismo escribía porque estaba totalmente liberado. No escribía de lo que otros pensaban o pensando en qué podrían ellos percibir, sino que estaba liberado. Mucha gente se comporta completamente diferente cuando están drogados. Parecen ser adultos responsables, serios, incluso algunos son padres, pero tienen cosas que no hacen delante de los demás por lo que puedan pensar: son mamá y papá, ellos no pueden decir eso o hacer esto otro.
—¿Es verdad lo sucedido durante la grabación de Disturbing the priest de Black Sabbath?
—Es una historia completamente verídica. El vicario, el cura, dormía durante el día y yo estaba en el estudio escribiendo y cantando. Recuerdo que era un día precioso de verano. Yo levanté la mirada hacia la sala de control y había un vicario con el alzacuellos blanco y me quedé bastante intrigado porque normalmente sólo estábamos el ingeniero y yo, así que me acerqué: «Buenas tardes, ¿puedo ayudarle en algo?». «Buenas tardes. No me gustaría molestarles, pero me preguntaba si podríamos llegar a algún acuerdo. Mire: martes y jueves, a las 4 de la tarde, tenemos ensayo de coro. Soy consciente de que es un día de verano y que las puertas están abiertas y que están grabando una música maravillosa —fue encantador, la verdad—, pero no somos capaces de oír lo que estamos cantando». Dije: «No hay problema, no pasa nada, cerraremos la puerta». Respondió: «No, si yo me voy ahora para casa, pero se lo comentaba para la semana que viene». Entonces le invité: «Ojalá lo hubiera sabido antes, teníamos las puertas abiertas para tener un poco de aire fresco, pero, de todos modos, ya casi he terminado, ¿le apetecería tomar una cerveza?». Nos fuimos a un pub en el pueblo y charlamos. Algunos años después, yo estaba en casa, en Inglaterra, y el teléfono sonó. Era mi amigo, Don Arden, tour manager de Black Sabbath. Estaban trabajando en México y me dijo: «No te lo vas a creer, nos vamos de la ciudad; el arzobispo estuvo en la televisión ayer y dijo que Black Sabbath son el anticristo y que no deberían estar en México, así que el tour fue cancelado. Y para probar que eran el anticristo, dijeron que la canción que lo refrendaba era Disturbing the priest». Así que me dijeron que todo era culpa mía porque yo escribí esas letras. La conversación continuó: «Nos vamos ya porque los cristianos están marchando por toda la ciudad y tenemos que llegar al aeropuerto para escapar». Me parece ridículo porque Disturbing the priest es una canción que surgió de tomar una cerveza juntos —el vicario y yo— por molestarle durante sus ensayos de coro. Nada demoniaco. Nada relacionado con el cielo o el infierno. Sólo era educación, no podría imaginar una reacción más inglesa. Era una malinterpretación.
—¿Y es cierta la historia de Stonehenge (con Black Sabbath) y que de ese suceso cogieron la idea para This is Spinal Tap?
—Otra historia verdadera. Era una locura. ¡Don estaba loco! Estábamos terminando de grabar Born again, preparándonos para el tour, y fuimos a un estudio de diseño en Birmingham para reunirnos y hablar del escenario, las luces… Cuando entramos, el tipo preguntó: «¿Alguien tiene alguna idea para el set del escenario?». Y Arden dijo: «Stonehenge». El tipo le repreguntó: «¿Cómo lo imaginas?». Don contestó que a tamaño real, por supuesto. Construyeron una réplica y cuando hicimos una prueba de producción en el centro de exposiciones de Birmingham, ni siquiera allí, en un edificio enorme, pudieron meter todo el escenario. Solo pudieron entrar tres partes. Estaban hechas de fibra de vidrio y se transportaban en contenedores. Se enviaron a Canadá para el primer concierto que era en un estadio de hockey sobre hielo en Montreal y sobresalía el escenario por encima del techo. Era hilarante. Alguien tenía conexión con una persona que trabajaba en la producción de la película This is Spinal Tap y habían pensado en usar un Stonehenge, pero no tenían el presupuesto necesario.
—Está en España girando con la Orquesta Filarmónica de Praga. A finales de los 60, In rock iba a ser su estreno en un trabajo de estudio de Deep Purple, pero fue interrumpido para la grabación de Concerto for group and orchestra en el Royal Albert Hall de Londres el 24 de septiembre de 1969. ¿No es curioso que su debut discográfico con Deep Purple fuera al final con una orquesta?
—Sí. Mi abuelo estaba orgulloso de mí porque me vio tocar en el Royal Albert Hall. Pero este tour en España es completamente diferente. El concierto de 1969 fue una pieza de música impresionante y fantástica creada especialmente para el grupo y la orquesta y tenía 3 movimientos que trataban sobre el conflicto: la batalla, quedarse sin aliento y avanzar en armonía.
—¿Qué es Jesucristo Superstar? ¿Una ópera rock? ¿Rock con una orquesta?
—Es lo que es: un concepto, una idea desarrollada… y es musical. ¿Eso entra en alguna categoría? No porque fue la primera, no había categoría creada de aquella, así que… ¿Cómo lo llamamos? Un musical, un álbum conceptual, una ópera rock… Todos estos conceptos están bien para definirlo, pero la definición no es tan importante como lo que realmente es. Hay un tipo en la Royal Opera House en Londres, amigo mío, que un día me dijo: «Lo que tú cantas siempre se ha llamado gritar». ¿Sabes por qué le llaman «gritar»? Porque antes, todas las definiciones, venían de la música clásica y no había una palabra que definiera esto. Era: barítono, soprano, alto… Cada definición cubría diferentes partes del rango vocal pero nadie en la historia de la música había cantado así antes, así que no había palabra para ello, por lo que lo llamaron «gritar». Inventaron una nueva palabra para definir mi voz: tenor passagio.
—El director Friedemann Riehle, con el que ahora trabaja, le mostró arreglos nuevos para Highway Star. ¿Qué le parecieron?
—Siempre fueron los mismos arreglos excepto que eran para orquesta. Quiero decir: todo seguía igual, lo único diferente era la energía. El director de orquesta es el que lo cambia todo y lo une todo. Ellos son grupos acostumbrados a leer diferentes programas pero, lo que le da sentido, es el director de orquesta, que mezcla las texturas de la orquesta.
—¿Tocáis Child in time en este show? Es una canción difícil.
—No. Es una canción imposible.
—¿Imposible? Está en Made in Japan.
—Claro, pero yo era mucho más joven. Pude cantarla hasta que tuve 36 ó 37 años. La voz cambia con los años y yo he ganado mucho en los rangos medios y he tenido que adaptarme. Fue lo mismo que le pasó a (Luciano) Pavarotti. Hablé con él varias veces de esto; tuvo que dejar de cantar ciertas arias muy famosas por ello. Para mí es simplemente algo físico, el paso del tiempo. Me recuerda a la iglesia, el modo en que cantábamos en el coro, disfrutando de la reverberación de las notas simples sin ningún truco, solo simplicidad… Era un grito de ayuda. De cualquier manera, Child in time es una canción para un tipo joven.
—Dice en su libro The Autobiography of Deep Purple’s Lead Singer: «En ese pequeño escenario, todas esas emociones me embargaron profundamente porque he disfrutado todas y cada una de las bandas, pero ahora parece que todos esos músicos, amigos y parientes se han alineado en el camino para llegar a este momento porque ‘esto fue todo’ y yo les saludo y quiero a todos y cada uno de ellos». Como Frodo empieza su camino, ¿cómo ha sido su caminar?
—Al principio, con las primeras bandas profesionales, éramos niños llenos de sueños, soñando con que la banda fuera cada vez mejor y, por supuesto, hubo muchas decepciones y aprender a vivir con ellas como músico profesional joven es muy difícil así que tienes que ser filosófico siendo mucho más joven de lo que deberías ser y empiezas a desarrollar lo que yo llamo «el humano oscuro». Comienzas a pensar sobre tu vida en general y yo pensé que no podíamos continuar escribiendo canciones sobre bares, mujeres, whisky y locuras; había más cosas en la vida que eso y empecé a ver el lado espiritual de las cosas. Estaba inspirado por Flatland y algunos otros escritores y por un cura que conocí cuando era joven que fue un gran consejero. Su completa apertura y espiritualidad y su experiencia ayudando a gente en África me hizo darme cuenta de lo que significaba Dios, cosa que yo no entendía al principio. Era algo cultural pero casi cada cultura del mundo, excepto los comunistas, tienen algún tipo de Dios o algún tipo de religión. Empiezan en un punto conjunto y luego se van dividiendo y enfrentando e, incluso, tienen diferentes interpretaciones del mismo libro y llegan a «la gente tiene que comportarse de este cierto modo».
—Volvemos a lo que me contaba hace poco…
—Te contaré una historia divertida… Empecé diferentes religiones y aspectos de las religiones. Una de ellas fue el calvinismo. Juan Calvino fue un cura protestante que empezó con el metodismo o algo así, que decía que cada pequeña cosa que haces, la haces por y para Dios y, por eso, lo tienes que hacer lo mejor que puedas. Yo no creía en el cristianismo ni en ninguna otra cosa pero creía que esto era muy cool. Justamente esto mismo se dice de manera muy parecida, casi idéntica, en el budismo. Este año, el 1 de Agosto, cuando fui a mi casa de Portugal, la fosa séptica estaba bloqueada completamente y mi hija, su pareja y mi nieto venían… Me había bajado del escenario el día antes, estando delante de 10.000 personas y ahora tenía que ponerme a cavar y a quitar la mierda. Mi nieto me preguntó qué estaba haciendo, y yo le dije: «Hago el trabajo de Dios». Es verdaderamente humilde hacer eso.
—¿Cree en Dios?
—En el último año he llegado a creer que mi Dios es la madre naturaleza. Ella no es realmente un Dios pero, si tenemos que tener uno, ella lo es para mí. Si quieres buscar un creador del universo, ¿quién más podría ser? Nada está escrito por un hombre, todo está a tu alrededor. Si quieres engrandecer tu espíritu y ser consciente, tienes que salir a la naturaleza. Además tiene la ventaja de que no tienes que rezar porque no va a responder ninguna plegaria. La madre naturaleza se preocupa de las especies pero no de la individualidad. A ella no le importa si te mueres. Si quieres explicar un Dios o una religión, no necesitas miles de páginas, porque lo único que estás haciendo es justificarte página tras página. Sólo necesitas una hoja para decir: «Ésta es la madre naturaleza». Y luego puedes seguir a lo tuyo.
En mi adolescencia debía haber estado escuchando Nirvana, Blur o a los Pixies, pero soy tan clásico que escuchaba, entre otros, a Deep Purple. Mi favorito, el redondo «Machine head», que guardo como oro en paño, en vinilo, porsu. Recuerdo que lo compré por el Discoplay. No sé porqué, pero Led Zeppelin y Black Sabbath me daban repelús; Deep Purple siempre ha sido mi banda favorita de rock duro clásico. Ian Gillan firmó los discos que más me gustan. «Strange kind of woman» me sigue pareciendo una canción con más frescura y lozanía que las decrepitudes musicales que oyen ahora los chavales, y hasta sus temas más comerciales, como «Call of the wild», te dan un calambrazo. Los chavales de ahora van a trabajar arrastrándose. Nosotros no íbamos restellantes de felicidad, pero sí con energía, tal vez porque no escuchábamos la misma música.
Que buena nota!!! Felicitaciones. Agradablemente sorprendido por los pensamientos de Ian, es un hombre de una profundidad inusual en el rock. Uno de los más grandes cantantes de todos los tiempos y el de más larga trayectoria sin dudas. Aquí me gustaría citar a Spinetta » un guerrero no detiene su marcha jamás» . Nuevamente felicitaciones.