Para el novelista español Ignacio Vidal-Folch escribir ficción es una buena manera de escapar de la azarosa vida a la manera de un Dios con licencia para crear mundos o cambiar los ya construidos. «La ficción redondea la vida de manera musical y organizada. La vida es caótica e imprevisible, mientras la novela es un trabajo de corrección hasta que pasa lo que debe pasar», aseguró en entrevista con Efe el autor de 63 años desde la Ciudad de México.
Originario de Barcelona, Vidal-Folch escribió un par de libros satíricos en su juventud. Su antes y después en la escritura llegó en 1989, cuando lo enviaron de corresponsal a naciones de la Europa del Este en coincidencia con el derrumbe del campo socialista. El corresponsal experimentó numerosas vivencias que le dieron la sustancia para escribir ficción acerca de lo que siguió al derribo del muro de Berlín. «En el este de Europa vi cosas que valía la pena contar. Empecé en Praga con la Revolución de Terciopelo, y de ahí viajé de manera atropellada por Bulgaria, Rumanía, Yugoslavia hasta que se descompuso y Albania», recuerda.
El resultado fue la aparición de obras como La libertad, que retrató la realidad de Rumanía, Turistas del ideal, o su más reciente Pronto seremos felices, que se presenta en el Festival de Cuadernos Hispanoamericanos que se celebra en la Ciudad de México. «La ficción me permitía decir cosas que como reportero no podía decir sobre otras personas y sobre mí. La novela me permitió fantasear, ser más cruel o más amoroso de lo que se puede ser en la vida real. Fui más libre», reconoce.
Así, el autor desveló pasajes de un sistema que pretendió sustituir el capitalismo y cayó en sus mismos errores, pero sin la prosperidad económica ni la libertad de su antecesor. «El comunismo hubiera funcionado si el hombre fuera mejor. Todos los defectos de la vida burguesa del sistema capitalista se reprodujeron con sus variantes y sus menores eficiencias. El desastre de Chernóbil fue una imagen poderosa del hundimiento de un sistema que funcionó», observa. Aunque siempre se consideró un hombre de izquierdas en su día a día en Praga, Sofía, Budapest o Belgrado, Vidal-Folch vivió en carne propia las pequeñas historias provocadas por dogmas y dictadores y usó las imágenes para darle vida a su literatura.
Con un toque de humor que heredó de sus lecturas de Ramón del Valle-Inclán, los libros del catalán se sumaron a los varios que, aunque fueron escritos desde la ficción, resultan materiales históricos. «El humor lo descubrí cuando me tomé la primera copa. Entendí que la vida podía ser menos seria de lo que pensaba, luego dejé de tomar copas, pero sigo pensando igual», revela. Su última novela es un ejemplo de ironía. Desde el título se burla de la insistencia del comunismo en un mundo futuro mejor, pero siempre en el futuro. «En los tiempos de las últimas purgas en la Unión Soviética Stalin dijo que por entonces estaban mejor y vivían más felices, y en una visita a un país asiático del bloque vi un cartel que decía: «Prosperidad en 10 años». Así era: no ahora, pero pronto», cuenta.
El humor de la prosa de Vidal-Folch se ratificó en su crónica Escuela de tolerancia, que formó parte de una edición especial de Cuadernos Hispanoamericanos presentada en coincidencia con el Festival en México que se celebra estos días. Juega el autor con la idea de explicar qué lo une a España (en tono burlón habla de la Policía y la selección de fútbol), aunque reconoce que en su país tiene dificultades reales. «España tiene problemas, pero no hablo de ellos en la crónica. Es baja la natalidad, no hay sueldos altos y como consecuencia la gente es más infeliz y hay algunas secciones del país que son separatistas. Eso, estés a favor o en contra, indica que hay algo que no funciona bien», señala.
Catalán, culto y con vivencias, no duda en considerar poco auténticos los movimientos a favor de la independencia de Cataluña. «El nacionalismo catalán es un capricho de gente rica que tiene todo y quiere una revolución que no cueste vidas, pero sin muertes no hay revolución. Espero que todo les salga mal, y yo creo que les va a salir mal», observa.
Luego regresa a su literatura y confiesa estar en el proceso de una nueva novela, corta, sobre la Albania del año 1991. «Es el fondo del cajón de mis experiencias», reconoce.
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