La comisaria Teresa Battaglia tiene más de 60 años y es diabética. Intenta desentrañar una oscura serie de crímenes, pero su mejor arma, su mente, se encasquilla debido a una enfermedad que la hace perder la memoria. Este es el personaje central de Flores sobre el infierno (Alfaguara), una novela de la italiana Ilaria Tuti, un thriller que ha vendido ya 100.000 ejemplares y que ahora se publica en España. Muchos la comparan con un fenómeno en ciernes como Dicker, D’Andrea y Lemaitre. Ella, de momento, se lo toma con calma. Su temperamento práctico —es economista— predomina por encima de cualquier euforia.
La novela está ambientada en una pequeña localidad alpina. El cadáver de un hombre desnudo, un bebé desaparecido y una sombra que vaga por los bosques ensombrecen la investigación que Battaglia intenta esclarecer junto al joven inspector Massimo Marini, un recién llegado a quien ella deberá acoger como pareja de investigación y que parece tener una habilidad natural para exasperarla. Un episodio del pasado, el sufrimiento de un grupo de niños en un orfanato, una localidad cerrada que no quiere hablar del tema... ¿Cómo desentrañar la maldad en esa maraña? A través de la compasión, así lo explica Tuti.
Escritores como Roberto Saviano, Luca D’Andrea, Mirko Zilahy o Donato Carrisi apuntan a una clara tendencia del negro y el thriller como corriente dominante en los últimos años en Italia. Hay incluso quienes hablan de Spaguetti Thriller. Hay poso de malestar en lo que estos autores escriben. ¿Son acaso una decantación del efecto Leonardo Sciascia o Andrea Camilleri? Sobre ese tema conversa Tuti en esta entrevista, pero deja clara, eso sí, una cosa: esta es una historia que hace visible lo que nadie quiere o es capaz de ver, una historia sobre la indiferencia y la perpetua necesidad de recomponer aquello que está roto.
Ilaria Tuti vive en la montaña, cerca de Gemona del Friuli. Fue en ese lugar remoto y apartado donde se inició en la literatura. Su madre le recitaba todas y cada una de las historias orales de aquel lugar remoto, relatos que impregnaron su sensibilidad y su imaginación, y que comenzaron a agigantarse en su interior con la lectura de los cuentos infantiles de los hermanos Grimm, que siguen siendo para ella la mejor herramienta para contar el mal a los niños. Acaso por eso llegó de mayor al thriller. Estudió Economía, pero se entregó a la pintura y ha sido ilustradora de una pequeña editorial. Una sensibilidad la condujo a la otra y se volcó en la escritura. Ha publicado varios relatos, y uno de ellos, La bambina pagana, obtuvo el Premio Gran Giallo Città.
—Su comisaria está enferma, lo cual la singulariza al mismo tiempo que la humaniza. ¿Por qué tomó esa decisión?
—Teresa tiene muchas fragilidades, pero su fuerza es la que tienen las personas corrientes. La capacidad de levantarse tras una caída. En su caso ser fuerte no significa ser indestructible sino preservar un centro, una fidelidad a sí misma y a lo que ella es, pero reinventándose para sobrevivir.
—Teresa es antagonista con su propio compañero, que es más mucho más joven.
—Marini es un personaje que creció poco a poco. Mientras que Teresa se me apareció de manera instantánea, él nació como una costilla de Teresa. Necesitaba un personaje que le permitiera a Teresa dar lo peor de sí misma, sacar toda la parte de sadismo que tiene. Es, claro, un sadismo pedagógico y maternal que pone a Marini a prueba para que supere sus dificultades.
—Su comisaria es la figura materna dentro de su propia unidad. Ella confunde, de hecho, trabajo y familia.
—Es una forma instintiva de ser madre. Yo lo comparo con el instinto de una leona: cuando los cachorros se alejan demasiado o hacen algo que no deben, ella los pone en su sitio de un zarpazo. Ese es el tipo de madre que sería Teresa.
—¿Cuál es la relación entre desafección y maldad?
—Es una relación muy sutil, porque en mi opinión existe en nuestro día a día. Paradójicamente, nos detenemos en los grandes males, pero lo que vemos cada día también lo son: la indiferencia, cuando alguien está sufriendo y no intervenimos o miramos para otro lado. En Italia, cuando ocurre un asesinato lo primero que hacemos es llamar monstruo al asesino. Colocamos una distancia de seguridad entre nosotros y el culpable. Es como decir «no tiene nada que ver con nuestro mundo» y, por otra parte, los amigos y familiares dicen que nunca se dieron cuenta. Ese es el verdadero mal: la indiferencia.
—¿Más que un relato negro hay en esta novela un relato moral?
—Es una reflexión que le propongo al lector. Cuando leo una novela me gusta encontrar alguna verdad, para aprender algo diferente. Cuando escribo una novela me gusta ofrecer lo mismo a mis lectores. Siento la responsabilidad de conocer aquello que narro.
—¿Cuál es el hilo conductor de esta saga?
—Teresa, sin duda. Para escribir una novela debe existir una vivencia, de lo contrario queda un vacío. Mis novelas buscan la investigación del mal en el alma humana, con una nueva clave: la compasión, que es lo que usa Teresa para acercarse no sólo a las víctimas, sino también al asesino.
—Teresa es mayor, está enferma. ¿Visibiliza ella a los marginados?
—Este libro es una declaración de amor a las mujeres.
—No me refiero a las mujeres, hablo de personas, de la condición general del marginado.
—También. La fuerza de una persona no significa ganar siempre, sino encontrar la energía para salvarse, y hay muchos personajes en esta novela que lo hacen. Los niños, por ejemplo, se salvan ellos mismos, encuentran una solidaridad que no consiguieron los adultos.
—Todo ocurre en un lugar cerrado, aislado. Una comunidad a la que su propia naturaleza impermeable la hace vulnerable. ¿Es una metáfora política de la Italia y la Europa actual?
—Es una reflexión sobre ciertas dinámicas psicológicas humanas, y que pueden darse en pequeñas comunidades de montaña o en una metrópoli. El hecho es que cuando los investigadores llegan a una realidad que tiene su propio equilibrio y comienzan a preguntar si alguien ha visto o escuchado algo, para sentirse seguros la respuesta tiene que ser necesariamente una negativa, si no sería como admitir una responsabilidad. Creo que esto es algo humano. No es justificable, pero desde cierto punto de vista es comprensible.
—Existe un fenómeno Spaguetti Crime. ¿Por qué? ¿Es por la influencia de autores como Leonardo Sciascia o Camilleri, o porque la situación social lo favorece?
—Pienso que se dan ambas cosas y se han juntado en este periodo histórico. En Italia existió una tradición de novela negra, pero cayó en el olvido y los lectores preferían otros géneros. Ahora se ha recuperado. El policiaco era considerado un subgénero, y sin embargo tenemos a Leonardo Sciascia, que es un autor enorme y aportó mucho a ese género. Sin embargo, durante mucho tiempo los críticos literarios prácticamente se negaban a leer y reseñar novelas policíacas. La ayuda llegó desde abajo, desde los lectores, que en este momento necesitan profundizar en ciertos temas y encuentran en el thriller el lugar para reflexionar sobre temas como la infancia traicionada, las mujeres, la inmigración… temas que aparecen en el telediario, que forman parte de nuestra vida y que pueden estar en una novela.
—¿Cómo llegó al thriller?
—Porque me interesan los temas psicológicos. Mi curiosidad me llevaba a investigar los rincones oscuros de la mente humana, que se conocen muy poco. A partir de un momento comencé a leer novelas de Donato Carrisi, y muchísimos temas de la psicología criminal los conseguí en sus novelas, y me pareció fascinante. Por primera vez en Italia conseguíamos tener una trama policiaca que se juntaba con una atmósfera muy fuerte de psicología y la mente de los personajes.
—Economista, ilustradora, escritora… Vaya síntesis, ¿no?
—Yo tengo dos almas. En Italia del norte, donde yo vivo, somos gente muy pragmática. Hablamos poco. Y para mí fue natural elegir económicas, porque se correspondía con mi parte pragmática y sería lo que me permitiría vivir, pero al mismo tiempo, desde niña tuve siempre una vocación artística, porque mi primera vocación fue la pintura y sigue siéndolo, al igual que la fotografía y la ilustración. En determinado momento entendí que era también una forma de contar historias. Pienso que los retratos que yo hacía eran mis personajes y que los paisajes que pintaba podían ser una ambientación. Tan es así que he intentado introducir en la escritura de este libro las técnicas pictóricas.
—¿De ahí que el detalle sea tan importante en su prosa?
—Yo imagino cada escena, la veo antes de escribir y simplemente lo que hago es traducir en palabras esa escena transmitiendo también sensaciones.
—En el policiaco italiano, ¿qué papel jugaría Teresa? ¿Abre camino?
—No sé si puede abrir un camino o no, yo así lo espero. Existen magníficos personajes de mujeres comisarias en la literatura italiana, pero son más clásicas. En el género del thriller esta sí puede que sea el primer personaje de este tipo.
—En el policiaco o el negro la mujer siempre es la víctima, o casi siempre.
—La mayoría de las comisarias son atractivas y decididas. Yo quería dar voz a una mujer que casi no existe en el thriller: una de casi 60 años. Ese fue el reto, y no sabía cómo iba a ser recibida. Los cuentos. Recuerdo que tenía un libro de cuentos ilustrados de los hermanos Grimm —ahora puedan resultar oscuros y trágicos—, y quizá fue una forma de contar lo que quedó en mí. Los personajes más malvados eran los que me generaban más curiosidad. Me hacían plantearme preguntas, y quizá por eso me gusta el thriller, que es a su manera un cuento negro para adultos, y que es la mejor herramienta que tenemos para contar el mal a los niños. La lectura comenzó con la tradición oral de mi familia. Mi madre me contaba los cuentos de nuestra tierra, los que le contaban a ella su abuela y su madre, y de ahí pasé a los libros.
—¿Qué autores fuera del entorno del thriller han influido en usted?
—Fuera del ámbito del thriller he leído a Primo Levi, Umberto Eco, Bulgakov, que escribió unas historias extraordinarias, también Elsa Morante, Michela Murgia … Hay una nueva generación de escritoras italianas que alcanza una voz fuerte, como Elena Ferrante o la novísima Manuela Canepa: su última novela me encantó.
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