No debe resultar fácil llevar a cabo el reto de traducir a imágenes la que, históricamente, está considerada como la segunda novela más vendida de Japón. Nos estamos refiriendo a Ningen Shikkaku o, lo que es lo mismo, Indigno de ser humano, reconocida como la obra maestra de Osamu Dazai —seudónimo de Tsushima Shuji— (1909-1948). Considerado figura clave de la novela japonesa del s. XX, sus trabajos son auténticos clásicos contemporáneos. Indigno de ser humano representa su testamento literario, pues el mismo año de su publicación coincide con el último de vida del autor.
Con el doble suicidio del Dazai y Yamazaki —la pareja murió ahogándose en un canal del Río Tama, atados sus cuerpos a una cuerda roja, símbolo de su unión amorosa—, el novelista dejaba a su familia en una precaria situación económica. Cabría comprender la situación interna por la que ambos atravesaban para asumir esta drástica interrupción vital. En el caso de Dazai, su desasosiego anímico proviene ya de la infancia, pues sus padres apenas le prestaron atención en sus primeros años. La literatura se convierte en refugio, de la misma forma que la escritura servirá posteriormente de herramienta terapéutica.
A pesar del éxito obtenido con la escritura, pronto su personalidad atravesará por graves episodios depresivos. Parece ser que en todo ello fue clave el hondo impacto que supuso la muerte de su admirado Ryūnosuke Akutagawa —autor del célebre cuento Rashōmon, adaptado al cine junto con su otro cuento En el bosque por Akira Kurosawa—. A partir de esa fecha necrológica, 1927, Dazai inicia una vida disoluta marcada por el abandono de los estudios y la dilapidación del dinero en el consumo de alcohol y prostitución. A ello hay que unir su acercamiento a la ideología marxista y militancia en el Partido Comunista de Japón, además de la huida con la geisha Hatsuyo Ōyama y el primer intento de suicidio en su compañía. Tras el tercero, llegará a hacerse adicto a la morfina, de la que buscaría desintoxicarse recluido en una institución mental.
Todo ello queda reflejado en su novela donde, como imaginamos, abundan los momentos dramáticos. Su personaje protagónico, Yōzo Ōba, representa una vida marcada por la tragedia y el sufrimiento interno, el cual oculta fingiendo una falsa felicidad frívola como máscara para la supervivencia. Ōba —álter ego del escritor— acabará sacando a la luz su verdadera forma de ser narrando su biografía en primera persona. Para ello, deja escritos una serie de cuadernos que suponen los tres capítulos principales de la novela. Los otros dos sirven de prólogo y epílogo y tienen como protagonista a un personaje externo neutro interesado en la historia de Ōba.
Como decíamos, la adaptación visual de Indigno de ser humano se plantea como un auténtico reto para otros creadores. No obstante, desde su publicación ha visto diferentes traducciones en ámbitos como el cine, al anime e incluso al manga. En este último caso, el encargado de llevarlo a cabo ha sido Junji Ito, célebre por sus cómics especializados en el género del terror. Su exitosa y prolífica producción llevó a que Netflix recopilase el pasado año algunas de sus historias bajo el formato de serie de anime con Junji Ito Maniac: Relatos japoneses de lo macabro.
Por su parte y desde 2014, ECC ha editado en España buena parte de la obra del mangaka en series como Junji Ito: Maestro del terror, Junji Ito, Terror despedazado o Junji Ito: Relatos terroríficos. No obstante, por encima de sus historias más o menos breves, ha destacado la publicación del extenso volumen que no es sino una original adaptación del clásico de Osamu Dazai. Reunidos en uno solo los tres tomos en los que originalmente se dividía este trabajo —y que a su vez dio a conocer por separado la editorial—, lleva por título precisamente Indigno de ser humano. Sus 608 páginas —que se reparten en 24 capítulos o “cadenas”— sorprenden por la maestría con la que Ito adapta una novela tan importante para la cultura nipona. Se advierte, claro, el respeto hacia la obra literaria original, pero a su vez se integran sorprendentes innovaciones, como la inclusión del propio Dazai como un personaje más al inicio y al final del manga. Al comienzo asistimos a su suicidio final, mientras que en las últimas páginas encontramos al escritor como partícipe de una suerte de acertado juego simbólico: Dazai conoce a Ōba en el centro mental en el que ambos han sido recluidos. Se hace aquí evidente la carga autobiográfica de la novela, por cuanto ambos personajes son en realidad la misma persona: una real y otra fabulada, cuya carne toma forma a partir de las experiencias vitales de la primera. Dazai parece encontrar la salvación —al menos, momentánea— al encontrar a Ōba, convertirse en su compañero cómplice y hacerle el futuro sujeto protagonista de la que será su obra maestra. No obstante, acaba perdiendo su fe en él —es decir, en él mismo— cuando tiempo después vuelve a “visitarle” y descubre en lo que se ha convertido: un muerto en vida.
Otro elemento a tener en cuenta y que tiene mucho que ver con esa parte plástica o estética de la obra de Ito, es la recreación del mundo pictórico de Ōba: su imaginario, representado en dibujos o cuadros, nos muestra esa parte terrible por oscura de su personalidad, donde expresionistas como Munch o inclasificables como el Goya de las Pinturas Negras influyen a la hora de dar forma a ese infierno interior al que el protagonista se encuentra abocado. Lo imaginado y lo real dialogan, alternándose el dibujo pulcro y limpio —al que Ito nos tiene acostumbrados como seña de identidad— con el acumulativo y desbordado de lo onírico. Es el mundo de pesadillas que Ito sabe reflejar como ningún artista actual en el arte de dibujos secuenciados.
Por último, existe un tema recurrente —por no decir obsesivo— en esta adaptación: la presencia de un erotismo que raya lo pornográfico, en unas ocasiones justificado y en otras en parte gratuito. Algo que sin duda tiene que ver con la cultura japonesa, tan pudorosa en su aspecto público y cultural pero que, inevitablemente, brota donde menos se piensa. Una forma de canalizar esa autocensura hacia lo sexual, y que Ito despliega —como comprobamos— sin ningún tipo de cortapisa o tapujo. En concreto, la mujer sigue presentándose como objeto de deseo —su cuerpo mucho más exhibido que el del hombre— dada la tradición patriarcal tan presente en Japón. Un recurso como decimos descarado y que, quizá, haya sido utilizado a modo de reclamo de cara al incremento de ventas del manga.
En cualquier caso, Ito nos trae una obra afortunada donde parecen desembocar perfeccionados los recursos que conforman su imaginario perturbador, unidos en pos de la creación modélica de una gran adaptación literaria. El arte alcanza así un grado más de excelencia y demuestra que puede estar en cualquier manifestación creativa, incluyendo aquella originalmente destinada a un público popular —no olvidemos que el cómic surge en los periódicos, a modo de distracción de aquellos bloques de hormigas de tinta llamados artículos—. ¿Y por qué no podrían alcanzar la categoría de arte aquellas creaciones destinadas al público mayoritario? Es ahí donde se demuestra que el arte puede entretener y poseer calidad.
A modo de conclusión, Ito corrobora que la revisión de un clásico histórico siempre es posible, y que por eso es clásico: por su capacidad para reinventarse. Por su universalidad.
—————————————
Autor: Osamu Dazai. Título: Indigno de ser humano. Ilustraciones: Junji Ito. Traductora: Olinda Cordukes Salleras. Editorial: ECC Ediciones. Venta: Todostuslibros.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: