Me lo advirtió mi representante: «No te hagas selfis en lugares elevados, y menos en la azotea del rascacielos más alto de Benidorm», y ahora, mientras caigo al vacío desde la antesala del cielo, mientras me aproximo al suelo embutido en mi cazadora de marca, pienso en las palabras de mi representante, pienso en cómo he podido ser tan estúpido, y en la muerte tan ridícula que me espera, en eso sigo una tradición familiar, a mi padre se le paró el corazón sobre una muñeca hinchable, mi abuela se asfixió con la octava uva de fin de año, pero también pienso en Dios, el único like que me falta, el más preciado, y en que en breve me reuniré con él, extraña manera de alcanzar el cielo, besando el suelo, Benidorm a mis pies, los satélites de Musk cada vez más lejos, los jubilados y los ingleses agrandándose, sin mezclarse, como hileras de hormigas y termitas que se miran con recelo, ya lo dijo San Juan de la Cruz: «¡No habrá quien alcance! / Y abatime tanto tanto / que fui tan alto tan alto / que le di a la caza alcance», es decir, que cuanto más bajo caiga uno, más cerca se encontrará de Dios, y yo voy como un misil hacia abajo, disparado hacia el alcantarillado de esta ciudad afilada y honesta, mi mente comienza a proyectar escenas de mi vida: la comunión, mis primeros mil seguidores, el desangelado funeral de mi padre, o aquella vez que me mencionó Ibai, aunque solo fuese para ponerme a parir, joder, Benidorm es precioso, la gente no se hace una idea de lo bonito que es, aquí cantó Massiel «Mi carro me lo robaron» y ganó Eurovisión, entre otros hitos, a mí me contrató el Ayuntamiento para hacerlo viral, para abrirse a los jóvenes, para sacarle los cuartos a la generación de cristal, decían que los viajes del IMSERSO tenían las horas contadas y que el Brexit había reducido el chorreo de ingleses, eso decían y claro, les pedí una pasta, seré imprudente pero no imbécil, tengo veinte años aunque el doble de vida, ya casi estoy, ya es hora de cortar el vínculo de sangre que me conecta al móvil: adiós, colega, adiós, mi amigo, vive tu vida, súbete a la nube y bájate la mística, ya casi estoy, ya distingo al Creador, ebrio y sin camiseta, barriga cervecera, con el escudo del Chelsea tatuado en la calva.
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