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Irene Papas, la imagen de la Grecia de todos los tiempos

Irene Papas, la imagen de la Grecia de todos los tiempos

Irene Papas cuenta que soñaba con ser la dueña de un barco donde viajara una compañía de teatro conformada por actores de diversos países. Pretendía representar, a lo largo de las costas del mundo, todas las obras griegas clásicas. Como mujer mediterránea que era, no fue cicatera soñando, y menos lo fue interpretando y escribiendo.

Irene Papas nació en 1929 y murió hace dos años. Fue una reconocida actriz griega que participó en producciones como Los cañones de Navarone y Zorba, el griego. Pero lo que quizá nos resulte desconocida sea su faceta como escritora. Así nos lo demuestra en Teodora y Casandra, dos monólogos teatrales que publica la editorial Primer Acto gracias a la coordinación y al trabajo de edición de los especialistas y admiradores de la actriz Alejandro Valverde, Ángela Monleón y Jaime Millás.

La obra es una recopilación de artículos, entrevistas y apéndices que contextualizan de manera magistral los dos textos dramáticos que escribió Irene Papas: Teodora y Casandra. La primera traducida por Ramón Irigoyen, y la segunda, que es inédita, traducida por Antonio Melero, especialista en la vida y producción de la actriz.

"De esta manera tan explícita y literaria a la vez escribe Irene Papas. La crudeza de su texto evidencia el desgarro vital y la dependencia que sufría la mujer en el siglo VI"

Teodora empezó su vida como concubina y puta y acabó como emperatriz y esposa del emperador Justiniano; y santa, como él. Teodora es un texto desgarrador por las imágenes que construye. Recuerden que Teodora fue hija de un domador de osos que muere devorado por uno de ellos. Sin padre y con dos hermanas, su madre tiene que sobrevivir: «Madre, ¿y quién es este? Es tu padre. ¿Y el de ayer? Aquel también. Ojos verdes, violetas y negras barbas, bigotes, otro sin nada, ¡imberbe!, alto, bajo, enorme. ¿Y por qué cambia? Porque es actor».

Irene Papas cuenta cómo Teodora soporta a los hombres que la vida le presenta: «Ha pasado mi padre —mi último padre— corriendo. Te han crecido las peras, me dice. Dentro de poco serás un limonero. Y me da un soez pellizco. Te odio, te odio, domador de osos. ¡Me haces daño! ¿Me haces daño? ¡Madre! ¡Madre, mira aquí!» Y así hasta la violación de Teodora, «un himen triturado, trozos de fango y de tierna membrana (…) y abrieron tus muslos con violencia que regaron tu regazo con mocos, que robaron de tus ojos la luz y tus putos labios llenaron de dientes, cortaron tus pezones. No eres nada, tu “yo quiero” yace muerto».

"No olvida impregnar sus versos con las ansias de libertad que también contenían, por ejemplo, algunas de las obras de García Lorca"

De esta manera tan explícita y literaria a la vez escribe Irene Papas. La crudeza de su texto evidencia el desgarro vital y la dependencia que sufría la mujer en el siglo VI. La mujer necesitaba un hombre, un marido para sobrevivir y ser tratada con dignidad. No obstante, Teodora llegará a convertirse en emperatriz de Bizancio, demostrando sus dotes como gobernante junto a su marido, Justiniano, una vida que Irene Papas traduce en relevantes imágenes para el género dramático.

El segundo texto que integra este volumen es el de Casandra. Es una obra que concibió con el mismo fin que Teodora: para escenificar y declamar como monólogo. Como afirma su traductor, Antonio Melero, Irene Papas representa la esencia artística de la gran dama del teatro griego clásico que fue durante toda su vida.

"Cuando leemos a Irene Papas establecemos un pulso contra el olvido de los episodios más fascinantes que protagonizaron aquellas heroínas"

Ambos textos revelan el amor de Irene Papas por la interpretación. Ella no olvida impregnar sus versos con las ansias de libertad que también contenían, por ejemplo, algunas de las obras de García Lorca, y cuya admiración apasionada hacia el poeta nunca escondió. Teodora y Casandra aúnan el legado helénico en una mujer y exponen algo que el padre de la actriz le inculcó desde pequeña: la aristocracia que merecía la pena defender era la aristocracia del pensamiento, encarnada, entre otras formas, en las clásicas tragedias griegas.

Cuando leemos a Irene Papas establecemos un pulso contra el olvido de los episodios más fascinantes que protagonizaron aquellas heroínas, que pudieron morir como putas, pero que acabaron como emperatrices.

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Autora: Irene Papas. Título: Teodora. Casandra. Traducción: Ramón Irigoyen y Antonio Melero. Editorial: Primer Acto. Venta: Todos tus libros.

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