Islas del Guadalquivir es una antología que reúne lo esencial de los tres libros que publicó Villalón (Andalucía la Baja, 1926; La Toriada, 1928 y Romances del 800, 1929) y una notable cantidad de poemas que permanecieron inéditos más de cincuenta años después de su muerte. Entre ellos, una extraordinaria cosmogonía, “Kaos», y poemas de cortes diversos: neopopulares, humorísticos, ecologistas, espirituales y hasta surrealistas. Los versos de Fernando Villalón, son “ emorables», como escribió Fernando Ortiz, tan cargados de fuerza poética que, después de leídos, acompañan y cautivan para siempre al lector.
Fernando Villalón (Sevilla, 1881 – Madrid, 1930), conde de Miraflores de los Ángeles, fue ganadero de toros bravos. Su ideal, criar toros tan temibles como aquellos que lidiaron Pedro Romero y Pepe-Hillo en los albores del siglo XIX, lo condujo a la ruina. Pero lo que perdió el ganadero lo ganó el poeta. Villalón almacenó en su memoria y sensibilidad paisajes, colores, perfumes, canciones, semblanzas, hasta que brotó la necesidad de convertir esas sensaciones e impresiones en poesía.
Zenda publica, seleccionadas por Jacques Issorel, las tres estrofas del poema «Audaces fortuna juvat timidosque repellit» que Villalón publicó en Nueva Revista, en 1930.
AUDACES FORTUNA JUVAT
TIMIDOSQUE REPELLIT
I
Incendia tu cuerpo en el mío, y simula una evasión
del presidio de la normalidad;
y con una aurora en cada mano, paladearemos juntos el
placer de la alegría sin trabas.
Haremos poemas como nos dé la gana.
Con la pluma o con el cuerpo.
Sin ropa de nadie.
Sin levitas de academia, sin chaquets de sabios, sin
trincheras de señorito.
Sin la blusa del obrero tampoco;
libres y sin ropa,
y los pulmones plenos de respirar atrocidades bellas.
Cielo y sol. Hotelera la tierra solamente.
Con el pensamiento en las manos borraremos la huella
de lo pasado,
comiéndonos nuestras vidas azogueña
II
Nunca más mi brújula bailadora buscará la virtud con la
punta de su zapato de acero.
Y mientras el sol lleve de la mano al día para engañarlo, yo
dormiré con la noche solo.
No creo en el uno ni en el dos.
El misterio del cero se apernacó en mis espaldas.
Y corro con Él –centauro de pena– por las calles
concurridas,
abriéndome paso entre las llagas que separan los pechos de
las espaldas.
Las llamas no son rojas, ni el fuego consume lo suficiente
para que tengan que extinguirlo los bomberos con su
ansia.
Yo me basto para apagar con las manos una vida que arda
por los cuatro costados,
y doblando sólo un dedo apagaré mi día, jaca jerezana que
doblará sus nalgas caladas por el toro negro.
Soy piloto de la tierra.
Haré hacer guardia a las hormigas encarnadas ante el
palacio del duc,
los pingüinos llegarán hasta el ecuador haciendo reverencias:
todos los lagartos de la tierra asistirán a mis desposorios,
y jineteando el caimán de los siete colores –con mi
amada a las ancas–,
asaltaremos decididamente la residencia del obispo.
III
Cautivas las manos por las esposas, y los pasos
contados por los eslabones de la cadena,
son arrastrados sus pensamientos por los caminos,
vestidos de máscara;
mientras a la santa pistola le tiemblan los gatillos entre
las matas desgajadas.
Una paloma le lleva en el pico todos los días una gota
de sangre para que fabrique el nido de la venganza;
y ni el huracán se compromete a cerrar la herida que en
el aire deja la estela de su vuelo.
Los días amanecen como antorchas moribundas
y en el espejo de sus ojos multiplico el rayo de luz
quemando sus ligaduras…
Todos los puñales de los oprimidos temblaron dentro
de sus vainas.
La indignación torció los ojos del justo,
y contrajo las bocas de los santos –muertos de pie sobre
sus altares–.
Nacen los niños con cuernos y con los sexos cambiados,
las doncellas se van con los monstruos;
mientras los poderosos, con sus servilletas pendientes
del cuello,
digieren sudor bajo sus corazas de oro…
Nueva Revista. Notación literaria, núm. 5,
Madrid, 14 de febrero de 1930, p. 4.
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Autor: Fernando Villalón. Título: Islas del Guadilquivir. Editorial: Renacimiento. Venta: Casa del libro
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