Italo Calvino

Fue justamente el 23 de marzo de 2018 cuando decidí que la próxima redacción escolar que debía «cazar» para exhibir en esta sala de trofeos que es Divitos y literatos tenía que ser la de Italo Calvino. 

Fue justamente el 23 de marzo de 2018 cuando murió el escritor tarraconense Jordi Tiñena.

Fue justamente el 23 de marzo de 2018 cuando murió el profesor que más me hizo amar las letras; el único profesor con el que, en el instituto, saqué una matrícula de honor, aún cuando venía de repetir curso y de haber sacado un Muy Deficiente en esa misma asignatura (literatura catalana)… pero con otro maestro, claro.

—Com has fet aquest canvi, noi? —me preguntó.

Y yo no supe qué responderle sin que sonara a peloteo extremo, así que, en vez de contestar algo como «porque usted sí que es un buen profesor que sabe contagiar su pasión a los alumnos», me quedé balbuceando como un bobo, y no me extrañaría que Jordi Tiñena hubiera pensado que quizá se había precipitado al ponerme esa nota tan alta. Fuera como fuera, me recomendó la lectura de El baró rampant en la traducción al catalán de Maria Aurèlia Capmany, libro que disfruté enormemente.

Y es justamente el recuerdo de esta escena lo que asaltó mi mente el 23 de marzo de 2018 al enterarme de la muerte del autor de Dies a la ciutat o El somriure del viking; y por ello ese mismo día, a modo de homenaje, decidí que debía conseguir un trabajo escolar del autor de El barón rampante, justo el que tenéis aquí; y en esta ocasión no me importaba explicaros el cómo lo conseguí, sólo me importaba explicaros el porqué.

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