Compaginar algo tan serio como los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU con una aventura infantil “a lo Goonie” no suena fácil. Pero a Itziar Miranda, que lleva 14 años interpretando a doña Manolita en Amar es para siempre, compaginar se le da de fábula. Itziar es autora de la exitosa colección Miranda, dedicada a biografías de grandes personajes femeninos, que elabora junto a su hermano Jorge, y ahora añade Miranda y Tato (Edelvives), una colección de cuentos para la que que los hermanos han “captado” al guionista y actor Nacho Rubio (Cámera Café y, también, Amar es para siempre).
—¿Itziar, Nacho, cómo es la vida de un actor de telenovela?
—Itziar: A mí me da estabilidad, no tanto económica como de horario. La serie no va tan a matacaballo como parece, pero es verdad que hay que estudiar mucho. Yo me levanto muy temprano, a las 5:30, porque a las 6:30 te recogen. Pero yo lo hago antes por mi faceta de escritora. Ese momento de soledad, de silencio, de la casa a oscuras es un momento delicioso; no hay ruido y nadie te llama, nadie te escribe. Eso solo lo consigues a esa hora. Y en el rodaje vamos rápido, a dos tomas, pero si vas con texto sabido es un reto fascinante para el actor. Tienes que ir a flor de piel, porque cuando dicen «acción» tienes que dar todo. Eso hace que nunca te aburras y estés siempre preparado. Engancha mucho.
—Dicho así es lo más cerca del teatro que puedes estar en una ficción grabada…
—Totalmente.
—Un profesor de narrativa me describió una telenovela como las capas de una lasaña: se van acumulando los acontecimientos como en la vida.
—Es que es la vida misma, y lo veo con los fans por todo el mundo que te dicen que formas parte de su vida. Los personajes en una serie semanal no tienen tanto arco, y llega un momento en que los actores te empiezan a exigir por qué no están en este capítulo, pero en Amar… todos salimos todo el rato. Hay mucho que contar.
—Si quisiera subirme ahora a la serie, ¿qué tendría que saber?
—Tienes que saber que es una serie que cuenta la historia de nuestros padres y que contó la de nuestros abuelos, y que dependiendo del año en que naciste podría estar contando ahora tu historia. Hemos contado incluso el principio de la democracia, desde un lugar amable pero sin pelos en la lengua, aceptando por qué cada uno pensaba como pensaba.
—Hay series excelentes como Los Soprano o The Wire, pero todavía nos da vergüenza reconocer que vemos telenovelas o que disfrutamos con El Equipo A. ¿Hay mucha etiqueta intelectual al respecto?
—A mí me ha salido mucho trabajo con grandes intelectuales gracias a Amar…, que es un ritual para muchos.
—Nacho: Viva el entretenimiento.
—Y hablando de rituales, está el de la lectura. ¿Cuál es el peor mal al que se enfrentan niños como Miranda y Tato?
—N: Si hablamos de fuera, los abusos y la explotación laboral. Pero en España, con una calidad de vida tan grande y estándares de sanidad y educación altos, quizá enfrentarse a la pobreza energética impacta a muchos niveles y despliega otros problemas. Y subiendo otro escalafón, a un niño de clase media sería el abuso. Son temas que en los libros, cuando toca, los nombramos, pero no nos metemos de lleno; uno de los debates a la hora de escribir era que queríamos hablar claro a los niños sin eufemismos que los despisten. Pero si se trata de un tema delicado o personal, como recurso metaficticio, lo que le decimos es «pregúntaselo a tus padres». Y que el lector lo hable en casa. Lo que hacemos es dar muchos datos y, cuando vemos que es la familia la que puede explicar ciertas cosas, que lo hagan. Yo a mis hijas les explico lo que es al abuso desde que tienen cuatro años, y no solo el sexual, sino el bullying. En el tema sexual, si se informan con porno acabamos con violaciones porque pueden creer que eso es sexo. Si no hay información se crean abusos.
—Hay componente didáctico, que viene de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, pero en los libros canalizáis muchos recuerdos infantiles.
—N: En el libro 3 hablamos de un pueblo de la España vacía, y los tres hemos vivido en un entorno rural.
—I: Hemos vivido en la España vacía, donde a la gente le daba vergüenza decir que pasaban frío en casa. Todos los personajes forman parte de una red familiar, donde incluimos amigos. El tema del libro cuatro lo vivimos con nuestra mejor amiga, pero como pasó en Madrid supimos que no se iba a morir. Ahí están nuestras vivencias.
—Miranda y Tato se encuentran siempre con tipos populares de la vida en el barrio. Y hablan mucha jerga.
—I: No la teníamos nada cerca (risas). El actor Álvaro de Juana nos hizo de coach, y fue un acierto brutal. A los chavales hay que hablarles como hablan.
—N: Nuestras expresiones son de los ochenta. Pero los hijos de amigos o sobrinos, porque nuestras hijas son más pequeñas, nos han dado el sello de aprobación.
—Como lector se nota mucho el esfuerzo por contar una historia estructurada. Se nota que estáis hartos de leer guiones.
—N: Nos has visto el plumero. Me acuerdo cuando los Miranda, tras quince biografías de mujeres deliciosamente escritas, me ficharon para escribir. Yo había sido el primer lector de las biografías, y opinaba. Y opinaba que lo que faltaba era hacer trampa, porque la vida tiene eventos que no te puedes inventar, y faltaba una narrativa clásica de planteamiento, nudo y desenlace. En estas historias que ya eran inventadas fuimos a machete. Desde el primer momento me convertí en un pesadísimo de la estructura, que ahora es más de guion, más visual que literaria.
—I: El que tuvo la idea del cómic fue Nacho, y sobre todo el que dijo que tenía que haber acción, conflictos todo el rato, porque sin conflicto no hay historia. El objetivo fue hacer un libro aventuras divertido, donde metiéramos objetivos de sostenibilidad, pero necesitábamos un guionista como Nacho que hiciera de esto una película.
—Pero también dejáis conflictos sin solución, como el de la Cañada Real. De hecho, jugáis con temas muy angustiosos y oscuros. ¿Cómo hacéis para que no estrangulen la aventura?
—N: Desde el punto de vista creativo fue ponernos en la cabeza de un niño, que todo lo vive con una intensidad brutal. El peligro es horrible pero jamás le deprimes, siempre se pone en acción.
—I: Los Goonies son un referente para todos. Cuando comenzamos en febrero de 2020 no había llegado todavía la pandemia y el confinamiento. Entonces nos preguntamos qué sentido tenían los Objetivos de Desarrollo Sostenible, pero ahora nos damos cuenta de que tenían más sentido que nunca. Al final de cada libro hay una entrevista a un experto, una metarrealidad, porque en realidad somos nosotros, pero en el libro son los niños. Y esta gente, desde el Padre Ángel a Javier Martos, de Unicef, o Marta Cañas de Médicos sin Fronteras, ellos que están en primera línea de fuego nos dieron unas dosis de optimismo brutales. No nos lo creíamos, pensábamos que iban a estar enfadados pero nos dijeron que cada vez somos mejores, que por cada dos pasos hacia atrás damos dos hacia adelante. Si estamos en esto significa que el problema es ya uno social, que está encima de la mesa, y eso es positivo.
—Estos libros van a tener una dura competencia en las librerías. Hay sagas, franquicias, series superventas… y vosotros apostáis por lo educativo.
—N: Sí, viene marcado por el espíritu de la editorial, que tiene peso en texto y educación y divulgación, pero nos viene muy bien. Había ganas de hablar de temas sociales, y allí estaban los objetivos desarrollo sostenible. Hhabía un marco de trabajo, y eso nos motivó.
—I: Tampoco queríamos libros pedagógicos, sino cuentos que sacudieran conciencias. Teníamos las pastillas explicativas para aportar datos y que la historia no tuviera tanto contenido como nos pedían los ODS. Queríamos que la historia fluyera como una serie de TV.
—Un momento: sois tres creadores, como Carmen Mola. Pero no habéis elegido pseudónimo…
—I:. (ríe) Hay muchos guionistas y escritores que trabajan a tres manos —Lorca y Juan Ramón Jiménez lo hicieron—, y otros en los que todo el mundo ponía de su cosecha. Nosotros, como guionistas, tratamos de estudiar mucho, hicimos todo un máster en ODS, y tras la lluvia de ideas escaletábamos los capítulos como en un guión. Hicimos un cadáver exquisito: uno empieza, el otro sigue, y cuando el cuerpo está armado nos juntamos los tres para pelearnos como una familia italiana. Lo bueno es que cuando el libro llega a la editora llega con pocos cambios.
—N:. Nuestra editora nos dice que somos melodramáticos, pero también lo somos en el proceso.
—I:. Y no pasa nada. Después de insultarnos paramos y nos vamos a dormir.
—¿Y no os planteáis dar el salto de obras de niños a otras para edades superiores?
—(Nacho señala a Itziar discretamente) Ofertas hay, pero la literatura infantil la lee más gente de la que pensamos. Las biografías de Miranda empezaron como serie infantil aunque el target fue brutal. Se amplió muchísimo, de niñas de ocho años a mayores de 65. Hay gente de 40 y hasta club de fans. Esto es claramente juvenil, es partir diez u once, pero se va a ampliar hacia arriba. Es verdad que tengo alguna historia y que sí, no sé si como Carmen Mola o individual… pero la colección está yendo bien. No hay nada cerrado, pero tenemos todos novios para hacer cosas.
—N: Sí me gustaría para adultos, porque me parece mucho más difícil la literatura juvenil en la que yo ya soy supermayor.
—Es que el rechazo de un niño puede ser radical…
—N: Yo he hecho teatro infantil en una compañía muy buena que decía que los niños no son tontos, son niños. Tienes que entrar en su sintonía, que es distinta a la nuestra, y eso requiere esfuerzo.
—I: La primera reunión con Edelvives fue terrorífica. Quedamos en un sitio precioso con una cerveza, todo muy amable. Y de repente aparece una niña de ocho años y me dicen que le cuente un cuento. Un capítulo antes de acabar le dijeron a la niña que se tenían que ir, si quería llevarse el libro o si lo dejábamos. Vi todo mi futuro en manos de esta niña. Ella dijo que el libro no había acabado y se lo quiso llevar, y yo pensé: gracias. Mi carrera es gracias a ella. Luego entendí que era una estrategia, una prueba de la editorial.
—¿Creéis que todos los niños son como Miranda y Tato, tan aventureros y solidarios?
—I: Los hay. Trabajamos también con el instituto Jane Goodall, y es increíble la cantidad de chavales como ellos que hay, y muchos que lo son pero no saben que el instituto existe. Ver cómo la escuchan es emocionante porque luego esos chavales luego transforman a los padres. Nosotros queremos que con Miranda pasara esto, y creo que sucede, por lo que me viene de colegios, la editorial y también de la calle, donde afortunadamente me ponen cara por la serie. Y sí, se transforman. Hay libros que me han transformado, las películas también. Todo eso transforma nuestra la manera de ver la vida.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: