Como indica Enrique Vicién Mañé, periodista y escritor en el prólogo de ¡Jaca sublevada!, con guion de Juanarete y dibujo de Manuel Granell, editado por Cascaborra, yo también pertenezco a esa generación que hemos oído hablar poco o nada de lo que aconteció en la localidad aragonesa de Jaca a tan solo cuatro meses de la proclamación de la Segunda República Española.
Ahora que tengo entre mis manos el cómic de Cascaborra me ha venido a la mente mi abuelo Pedro, que en paz descanse. Como él, estos hombres creían con fervor en sus ideales y lucharon contra la monarquía de Alfonso XIII, en un país en el que nos empeñamos en olvidarnos de aquellos que forjan la historia en segundo plano. Un 12 de diciembre de 1930 los valientes capitanes Fermín Galán Rodríguez y Ángel García Hernández se sublevan y tan solo dos días después son fusilados en el polvorín de Fornillos (Huesca). Siempre se dice que la fama es efímera, pero lo de estos pobres no fue más que una ensoñación, un suspiro. Más digno de recordar entonces, si cabe. Porque durante cuarenta y ocho horas Jaca proclamó la República. Y sin embargo, de Azaña hemos hablado, escuchado y escrito hasta la saciedad. En cambio, del germen de su éxito apenas sabíamos nada. Personalmente no tenía ni idea de esta revuelta que, al contrario de otras, ha pasado desapercibida. ¿La razón? A saber. Pero lo que ¡Jaca sublevada! nos recuerda es que, tras estos dos hombres valientes, de una ingenuidad digna de héroes, había familias, madres, esposas, hijas. Mujeres juiciosas que previenen y vaticinan la tragedia tras la carta de un general Mola que antes de ser amigo es militar. “Le tenía amistad, ya, eso dice Mola. Si no fue él quien lo mandó matar poco hizo para evitarlo”, se lamenta María Jesús Rodríguez, la viuda de Galán. «¿O es que estos hombres nuestros pensaban que iban a salir indemnes tras la rebelión?», se preguntarían Esperanza Hernández, Carolina Carabias y María Esperanza, madre, esposa e hija respectivamente de García. Tal vez alguien les hizo creer que pasarían a la historia como los ídolos que derrocaron la monarquía y restablecieron la libertad de una república que pocos meses después cambiaría el rumbo de todo un país. Quizás la juventud y la cabezonería se impusieron a la prudencia y a la contención. Lo cierto es que ellos corrieron la peor suerte de todas y sus compinches tuvieron que salir por patas al paraíso soñado que a tantos exiliados ha acogido: París, la ciudad de la luz, del amor y de los locos años 20. Y esa crónica, de los que acompañaron a la pareja de soñadores jacetanos, es la que se cuenta en un suplemento monográfico que lleva por título “La frustrada insurrección del doce de diciembre”, insertado en la revista Siglo Vigésimo, de fecha 19 de enero de 1931. Dirigido por Juan José Jameson, “aporta un estilo distinto al acostumbrado en la prensa española”, una publicación que el cómic de Cascaborra reproduce con la genialidad de sus creadores, en una conjunción tan original como efectiva. Tras la crónica están las contradicciones de una época en una nación que ansiaba la libertad, a la vez que masticaba las sombras de una sociedad que no estaba acostumbrada a que una mujer ejerciera de fotógrafa y en la que el paternalismo dentro de los círculos periodísticos cobraba tintes de normalidad y verdad absolutas. Un tiempo en el que la mujer debía demostrar la profesionalidad, mientras que en el hombre se daba por sentada. Hemos avanzado mucho en cuestiones de género, pero todavía nos queda recorrido pendiente. Aunque en el cómic de Cascaborra no es la trama principal, tanto la actitud de la viuda María Jesús Rodríguez como la de la fotógrafa Carmen Moreno dejan constancia de la desigualdad de entonces. Y son parte imprescindible para entender lo que ocurrió. Me imagino a ellas, las esposas de Galán y García, los días anteriores a la sublevación, intentando por todos los medios convencer a sus maridos de que se quedasen en casa, seguros, amados, donde la traición no tenía cabida, al abrigo de sus besos y al calor de sus cuerpos, hasta entonces su única bandera. Pero el amor, que todo lo puede, tenía enfrente a una enemiga seductora, de nombre Gloria y apellido Eterna. Sirena maldita que susurró mentiras preciosas al oído de dos capitanes del Ejército español, incautos mortales.
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Autor: Guion de Juanarete y dibujo de Manuel Granell. Título: ¡Jaca sublevada!. Editorial: Cascaborra. Venta: Web de la editorial
Felicidades por el texto, Ava, el cómic se merece esta reseña tan halagadora. Una pequeña corrección, María Jesús Rodríguez no era la viuda sino la madre de Fermín Galán, el capitán fusilado.