Vive en el pasado porque el presente no le importa un «rábano», le «obsesiona» su relación con Dios y escribir «grandes novelas» y es «extremadamente ordenado». Así es James Ellroy, un bull terrier que ladra con la misma intensidad que viven los personajes de su última novela, Esta tormenta.
Con una de sus habituales alegres camisas y una mirada intensa que se convierte en incisiva a través de sus redondas lentes, el escritor estadounidense (Los Ángeles, 1948) recibe a Efe en Madrid con motivo del lanzamiento de la que es la nueva entrega del Segundo Cuarteto de Los Ángeles (Penguin Random House).
Es una continuación de Perfidia en la que sitúa al lector en enero de 1942, un año en el que Los Ángeles se ha convertido en un polvorín tras el shock de Pearl Harbour y donde aparece el cadáver de un hombre, un caso que más allá de ser algo rutinario se convierte en el inicio de un gran caos en el que se moverán los 93 personajes a los que ha dado vida.
—Vuelve a presentarnos un avispero de personajes profundos llenos de pasiones. ¿Piensa en el lector a la hora de escribir?
—Quiero tener una relación interactiva y profunda con mis lectores, porque ellos piensan y reflexionan. Mis novelas están en gran medida centradas en mi obsesión y quiero sacar a mis lectores de su vida cotidiana y obligarles a leer los libros de forma obsesiva, compulsiva, que se concentren de forma obsesiva en ellos, y esto seguramente puede reflejar la forma obsesiva en que yo escribo los libros.
—¿Por eso viven también de forma obsesiva sus personajes?
—Los años en que transcurren las novelas de este nuevo cuarteto fueron difíciles para Estados Unidos. Los japoneses atacaron Pearl Harbour, dieron mucho miedo y Los Ángeles se convirtió en un lugar de locura, un lugar erizado. Se empezaron a hacer unas alianzas extrañas, la gente bebía más de la cuenta, se drogaban, se enamoraban de forma indiscriminada de cualquiera. Visto de forma retrospectiva parece un tiempo interesante sobre el que escribir.
—Un escenario en el que asistimos al resurgir del populismo, igual que sucede en la actualidad.
—No hablo nunca del mundo, no me interesa un rábano lo que pasa en el mundo hoy.
—¿Quiere decir entonces que no lo veremos nunca escribir basándose en el presente?
—Es imposible.
—¿Es feliz viviendo en el pasado?
—Sí, muy feliz.
—¿Y qué es lo que más le obsesiona?
—Mi relación con Dios y escribir grandes novelas, algo que he conseguido, ¡Aunque no he terminado!
—¿Cómo es su relación con Dios?
—Soy una persona religiosa, voy a la iglesia a misa, leo la Biblia, rezo, me arrepiento de mis pecados…
—Sin embargo, sus novelas están llenas de personajes que cometen un pecado tras otro. ¿Están basadas en experiencias de la realidad o imaginadas?
—Esta es una pregunta que nunca respondo. Me gusta que la línea entre la realidad y la ficción no esté tan clara. Lo que trato es de crear una verosimilitud más o menos, y a partir de ahí dar a mis lectores lo que es la infraestructura de los grandes acontecimientos de la historia.
—¿Se encuentra más cómodo en los personajes masculinos o femeninos?
—Key Lake (personaje que aparece también en Perfidia) es realmente mi gran protagonista, es la gran protagonista del Segundo Cuarteto de Los Ángeles, ella es quien tiene la presencia mental y el valor moral de tratar de destruir el mal, que está representado por Dudley Smith.
—¿Y de quién se fía más, de los hombres o de las mujeres?
—Es una pregunta difícil. Yo no tengo muchos amigos, pero tengo una amiga, mi segunda exmujer. Estamos divorciados, pero al mismo tiempo es mi novia, y ella es la persona en la que más confío, pero no vivimos juntos, sino que tenemos dos apartamentos en la misma planta y en el mismo edificio. Es muy buena idea.
—Vive usted una relación sentimental que no parece ser compatible con el pasado…
—Pero no tengo ordenador, no tengo ni idea de cómo se utiliza, no tengo móvil, solamente veo boxeo y películas policíacas en televisión. Vivo en Denver, Colorado, hace frío, y sí que vivo en el pasado. Leo libros policíacos que se publicaron en la década de 1950, releo libros que leí de niño y escribo libros sobre la II Guerra Mundial en Los Ángeles.
—¿Cómo es su casa?
—Soy obsesivamente ordenado. Tengo un apartamento con dos habitaciones, está amueblado con muebles de mitad de siglo muy austeros, las paredes de mi despacho son grises y todo está perfectamente limpio. Tengo muchos libros perfectamente ordenados en sus estanterías y las paredes de mi salón están pintadas de azul índigo porque no me gusta el desorden.
—¿Sigue sin tener ordenador y móvil?
—Mis libros están mecanografiados en tomos de bastantes páginas. Escribo a mano, pero tengo un fax.
—En España casi nadie usa ya el fax…
—Lo siento por ustedes. No recibirán ninguno mío.
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