Portada: La pintora Marcelina Poncela, madre del comediógrafo Enrique Jardiel Poncela.
Enrique Jardiel Poncela perdió a su madre cuando era un niño de 16 años. Pero, aunque la vida los separó muy pronto, el recuerdo o el amor materno filial les mantuvo unidos permanentemente hasta el punto de que existió una colaboración mutua que contribuyó al éxito teatral del huérfano. Al menos eso creía él sin duda alguna.
Entonces Jardiel recurrió a “su muerta”, como él decía. Viajó en su propio coche, solo, desde Madrid hasta la tumba de su madre, Marcelina Poncela, enterrada en Quinto de Ebro (Zaragoza), para buscar, en silente diálogo con ella, la solución al problema, la solución al terrible enredo que se planteaba en los dos primeros actos y que habría de resolverse en el tercero, aún no escrito. En el cementerio permaneció Jardiel varias horas, hasta que, al atardecer, tomó de nuevo el coche y regresó a Madrid. En el camino tuvo que hacer un alto en La Almunia de Doña Godina para meterse en un cafetín del pueblo, donde anotó todo lo que se le acababa de ocurrir: la sinopsis del tercer acto, que le había surgido por inspiración materna. “El famoso tercer acto podía considerarse desde aquel instante terminado. Ya apenas si me faltaba otra cosa que escribirlo”, anotó el comediógrafo en el prólogo explicativo que escribió en la edición impresa de sus comedias.
En esa crónica previa, Jardiel cuenta las circunstancias en que se ideó, se escribió y se estrenó Cuatro corazones con freno y marcha atrás, comedia que se estrenó con otro título: Morirse es un error. Téngase en cuenta que se alzó el telón el 2 de mayo de 1936, cuando la gente moría de gripe, se estaba fraguando la guerra incivil y se producían algunos muertos por disparos en las calles de Madrid. Cuando se repuso la obra, Jardiel le cambió el título por el de Cuatro corazones con freno y marcha atrás, mucho más simpático y menos comprometedor.
Como no les puedo contar la trama de la obra, les daré una pista de las dificultades que entrañaba la resolución, feliz y graciosa, de la historia urdida en la comedia. El primer acto transcurre en Madrid en el año 1860; el segundo, en una isla desierta del Océano Pacifico; y el tercero en Madrid en 1935 con los mismos personajes y sus divertidas circunstancias.
La muerta de Jardiel, su madre, a la que recurría de pequeño y también de mayor cuando tenía problemas, era la vallisoletana Marcelina Poncela Hontoria, nacida en el año 1864 (aunque su lápida funeraria dice 1867, que era el año que a ella le convenía, pues se quitaba años para no tener la misma edad de su marido) y muerta en Quinto de Ebro en 1917. Se casó con Enrique Jardiel Agustín, periodista de El Globo, después de La Nación y más tarde y durante muchos años, redactor parlamentario del periódico La Correspondencia de España.
La madre de Jardiel estudió en la Escuela de Bellas Artes de Valladolid, siendo alumna de José Martí y Monsó, y compaginó sus estudios artísticos con los de magisterio. Cuando se marchó a Madrid llamó la atención por ser una de las seis mujeres que ingresaron en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado, gracias a un permiso especial del rey. Fue pensionada por la Diputación y por el Ayuntamiento de Valladolid. Remitió algunos trabajos a la Escuela de Artes y Oficios de Valladolid, que fueron premiados en las exposiciones que anualmente realizaba. Fue una pintora con deseo de dar a conocer su obra y por ello participaba en las Exposiciones Nacionales (al menos entre los años 1892 a 1915), obteniendo medalla en 1901. Acudió también a las Bienales del Círculo de Bellas Artes y a la Exposición Internacional de 1892, donde obtuvo una mención. Fue profesora de dibujo en las Escuelas Normales de Madrid y Zaragoza y cultivó con especial acierto el paisaje, la figura y el bodegón.
En el Ayuntamiento de Valladolid se conserva el retrato de la reina María Cristina con Alfonso XIII niño, que envió como muestra de gratitud, en 1891. Posee también obra suya la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción y nos consta que asimismo hay un par de cuadros de su firma en la colección particular de un coleccionista vallisoletano que no quiere que diga su nombre, por si le asaltan la casa los discípulos de Erich el Belga, pese a las alarmas instaladas.
Termino expresando mi satisfacción por haber escrito este artículo que a Jardiel le hubiera gustado leer, a sabiendas de que se escribe para conmemorar el 88º aniversario del estreno de Cuatro corazones con freno y marcha atrás. 88 es un aniversario no redondo pero sí orondo.
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