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Jaume Arbonés, el “Indiana Jones” catalán que busca primeras ediciones de “El Principito”

Jaume Arbonés, el “Indiana Jones” catalán que busca primeras ediciones de “El Principito”

No va tocado con sombrero ni usa bandolera, y ni siquiera lleva látigo, pero el catalán Jaume Arbonés es lo más parecido a un Indiana Jones de la actualidad, en su caso a la búsqueda de todas las primeras ediciones de El Principito, el famoso libro de Antoine de Saint-Exupéry, en todas las lenguas del mundo.

Aunque no ha sido perseguido por agentes nazis ni por tribus caníbales, Arbonés no ha dudado en volar miles de kilómetros para hacerse con algún rarísimo ejemplar, como cuando se plantó en un bar de Caracas (Venezuela) para que un contacto le trajera una primera edición de El Principito en papiamento, una lengua que se habla en la isla de Curazao.

En una entrevista con Efe, Arbonés, que llegó a tener en 2011 unos 800 ejemplares de El Principito y fue el primer coleccionista en conseguir las 217 traducciones publicadas hasta entonces, explica que se ha propuesto ahora un nuevo reto: “El hallazgo de tres primeras ediciones de tres lenguas asiáticas que nadie ha encontrado todavía, una búsqueda por esos países que se recogería en un documental”. Esas ediciones evocan que El Principito fue un libro prohibido y perseguido por algunos regímenes y en determinadas lenguas, una faceta que también fascinó a Arbonés, que afirma que a través de la cronología y circunstancias que rodearon estas publicaciones se puede explicar parte de la historia de la segunda mitad del siglo XX.

Nacido en Barcelona en 1972, este licenciado en Administración de Empresas empezó a coleccionar “principitos” en diferentes lenguas a los 18 años, con motivo de un viaje familiar a Italia, y desde entonces no perdía ocasión de hacer lo propio en cada desplazamiento que se le presentaba, además de pedir a amigos y conocidos que le trajeran ejemplares de los países que visitaran. Lo que inicialmente comenzó como un entretenimiento se llegó a convertir en casi una obsesión para conseguir las traducciones más recónditas, y le llevó a pujar en subastas por internet o a contactar con personas en el extranjero que pudieran ayudarle a conseguir los volúmenes. “Los libros raros no salen en estas subastas, y entonces te adentras en una búsqueda mucho más comprometida, que implica más esfuerzo y contactar con gente local para que te puedan localizar el libro porque no se encuentra en ningún otro lugar”, explica Arbonés.

Pero lo que realmente dio un empujón a su colección fue la estratégica decisión de convertirse él mismo en editor de El Principito, al comprobar que no se había publicado en lengua aranesa. La labor de hacerse con los derechos editoriales no fue fácil, pues los otorgaba la editorial francesa Gallimard, y él no era editor, lo que de entrada suponía una barrera, pero a fuerza de insistir y de negociar durante seis meses con la persona encargada de los derechos internacionales, finalmente obtuvo el permiso para publicar en 2005 Eth petit prince. De este modo, los grandes coleccionistas que antes le ignoraban y no contestaban a sus requerimientos u ofertas eran los que ahora contactaban con él: poseía un libro que ellos deseaban y Arbonés solo intercambiaba su novedad por otros ejemplares que él no tuviera. Más adelante, editó también el libro en mallorquín, Es petit príncep, y en valenciano, El príncep xiquet.

Arbonés iba tachando ejemplares de su larga lista hasta que le quedó sólo una traducción por conseguir, la del turcomano, publicada en Turkmenistán en 1976. “Al final lo obtuve a través de una empresa turca de alfombras que viajaba todos los meses a la capital de Turkmenistán, Asjabad; me prometieron que lo encontrarían, y así fue”, relata Arbonés. De este modo, logró en 2011 hacerse con las 217 traducciones conocidas, lo que aparentemente suponía el fin del trayecto, pero una buena oferta por sus obras de un coleccionista suizo en una época en la que su situación económica había empeorado y acababa de nacer su segundo hijo hizo que se desprendiera de ella.

Confiesa Arbonés que con la venta de los libros “me quedé un poco huérfano: era algo a lo que había dedicado muchísimo tiempo, era mi mundo, con lo que yo me divertía, y me iba a dormir todas las noches pensando que mi colección estaba en casa de ese señor…”, pero dos años después una amiga iraní que le había facilitado la primera edición en farsi y que sufría un cáncer terminal le conminó a “volver a empezar”. Así se lo prometió Arbonés, que en esta segunda etapa optó por un reto más difícil: buscar sólo las primeras ediciones hasta 1989, el año de la caída del Muro, mientras antes le valía cualquier edición.

Jaume Arbonés no ha logrado aún tener todas las primeras ediciones de El Principito en todas las lenguas y dialectos —en la actualidad pueden superar el medio millar—, pero sí las tiene documentadas y se propone ahora la búsqueda homérica de tres ejemplares que ni él ni ningún coleccionista han conseguido encontrar, de lo que querría dejar testimonio en un documental. Pertenecen a lenguas de tres países asiáticos que se publicaron en difíciles circunstancias entre los años 60 y 70, de los que Arbonés prefiere no dar detalles porque su identificación le ha supuesto mucho tiempo de dedicación y no desea facilitar la labor a posibles competidores.

Jaume Arbonés concluye que de El Principito se identifica con el ansia de viajar y de descubrir que es inherente al ser humano, “un viaje de ida y vuelta en el que aprendes un poco el sentido de la vida”, que se puede hacer con un libro o sin él, “pero si por en medio hay la excusa de un libro, lo hace más interesante”.

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