Después de novelas como Corona de flores y El jardín colgante, en las que trataba sobre la corrupción del espacio público, el escritor Javier Calvo regresa con Piel de plata, una historia protagonizada por un adolescente, en la que se centra en «el espacio interior, en la vida de la mente».
En una entrevista con Efe, el escritor barcelonés, que ha vuelto a instalarse en su ciudad después de unos años viviendo en Estados Unidos, ha reconocido que, justamente, fue durante la estancia en Nueva York, bastante aislado de la vida social y cultural y con muchas horas de lectura, cuando empezó a darle forma al relato, con el que rinde un homenaje nada indisimulado al desaparecido poeta Juan Eduardo Cirlot y al británico Michael Moorcock.
«Soy culpable —precisa— de una romantización acervada de lo que es impopular. Siempre he creído que la verdad está en lo que no le gusta a nadie, y eso es lo que me ha llevado a crear a este niño de la novela, que busca una tradición oculta. Porque no hay que quedarse con lo que te ofrecen, hay que buscar la verdad, que cuanto más difícil de encontrar, más valor tiene. Sólo está al alcance de unos pocos elegidos».
Publicada por Seix Barral, la novela está protagonizada por Pol, quien a sus veinte años rememora lo que le ocurrió cuando tenía catorce: en la sala de espera del psiquiatra al que acudía conoció a la rebelde y fascinante Bronwyn, iniciando una serie de aventuras por una nocturna Barcelona, en la que pudo descubrir la obra del poeta Cirlot. Calvo, que siempre tuvo la esperanza de «ser la reencarnación de Cirlot», puesto que nació justo tres días antes del fallecimiento del autor del Ciclo Bronwyn, recuerda que se trata de una figura con la que de joven estuvo «bastante obsesionado, alguien casi de otro mundo, una especie de ser hipnótico, muy atractivo, fuera de su tiempo, incomprendido». A su juicio, «siempre ha sido un referente raro, oscuro, aunque haya escritores que lo ven como una figura de culto, un visionario, y esta Piel de plata puede verse como una revisitación del mito que creó para los lectores Bronwyn».
El hecho de que el hilo conductor de la obra sea un adolescente es porque a Calvo le gustó la idea de «un personaje que se podía asociar con una cierta idea de pureza mental, alguien que todavía no ha aprendido a pensar como se debe pensar, todavía no le han impuesto los códigos y las formas de pensar correctas, tiene un cierto grado de libertad». Es alguien al que «aún no han metido en vereda», aunque también tiene claro que «no todas las experiencias de adolescentes son interesantes». «Pero sí pienso que la adolescencia se puede entender como un estado salvaje, donde se está descubriendo todo y no hay muchas normas, puedes crearte un mundo a medida», añade. A la vez, ha buscado que la historia la cuente un Pol de veinte años, porque «es una persona que ha generado una cierta distancia y tiene conciencia de la pérdida» y que «con catorce pensaba que era libre, pero con veinte ya ve que no es más que un residuo de esa persona, ya no es libre, está en la universidad».
Muy aficionado a la literatura fantástica, hasta el punto de reconocer que es su «principal fuente de inspiración», sin embargo, Calvo precisa que no sabría escribirla, de igual manera que no cree que pudiera hacer «una novela realista sobre un matrimonio con hijos». Traductor de autores como David Foster Wallace, J.M. Coetzee o Salman Rushdie, defiende ese oficio, su «gran pasión», y avanza que ya se encuentra metido de lleno en la escritura de una nueva novela.
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