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Javier Castillo: «Cuando se ha hablado de los abusos en colegios religiosos siempre se ha pasado por encima»»

Javier Castillo: «Cuando se ha hablado de los abusos en colegios religiosos siempre se ha pasado por encima»»

Hace un año el escritor Javier Castillo ya avisó de que el personaje de Miren Triggs no se acababa en La chica de nieve, así que por eso ahora regresa con El juego del alma, otra historia de ritmo trepidante y atmósfera envolvente en la que el malagueño se confirma como un «autor de tramas».

Así lo reconoce él mismo durante la entrevista con Efe en Madrid, donde se ha desplazado desde su ciudad natal, esa que ama y desde la que describe a la perfección gracias a Google Maps el neoyorkino barrio de Rockaway Beach, el «pequeño espacio» donde transcurre la acción de esta nueva entrega (Suma de Letras) en la que maneja con arte distintos puntos de vista del suspense.

«No me gusta mucho atarme a un personaje, soy más un autor de tramas. Necesitas una buena trama porque si no las historias son inverosímiles», destaca Castillo (Málaga, 1987) con el objetivo de avanzar que nadie se espere, por ahora, que el personaje de Triggs tendrá una tercera entrega, porque él no es de trilogías, sino de bilogías, algo inusual en el género del suspense. Y no lo hará, aunque puede que en la próxima novela «sorprenda» con la inclusión de una de las subtramas de El juego del alma, porque si en la primera entrega de Triggs se centraba en la evolución «externa» de su protagonista, una joven estudiante de periodismo con un pasado complicado que le ha provocado una incapacidad para amar, ahora nos da a conocer esa «evolución interna».


Por eso ahora el lector se encontrará a una profesional de éxito que lucha por callar sus demonios interiores, y que retoma la investigación de la desaparición de Gina Pebbles, la joven que tratará de encontrar junto a su mentor y compañero Jim Schmoer y el policía Ben Miller, con un resultado al que el lector llegará después de vivir unos cambios y giros que le asegurarán una lectura imparable. «Necesitaba continuar con ella», confiesa Castillo acerca de la gratitud que tiene a esta mujer «espectacular» con cuya primera entrega ha vendido 300.000 ejemplares en su primer año de vida.

Poco habituado a meter la tecnología en la búsqueda de las víctimas, aquí también ha rehusado a ello y ha tirado del auténtico periodismo y de la intuición policial para resolver esta trama salpicada de críticas «sutiles», reflexiones en concreto sobre el papel de la prensa, profesión a la que da «un toque de atención» para remarcar la importancia que le da a una máxima: «la búsqueda de la verdad».

Pero en El juego del alma también pone el objetivo en el fanatismo, en concreto el religioso, porque la desaparición de Gina Pebbles sucede en el colegio religioso en el que también estudiaba Allison Hernández, la joven cuyo asesinato relaciona Triggs con el de Pebbles y con la que Castillo arranca esta entrega. «Es un tema que ha pasado muy tapado, y cuando se ha hablado de los abusos en colegios religiosos siempre se ha pasado por encima, y aquí siempre tiene que primar también la verdad y que se haga justicia, porque no hay nada más horrible que la sensación de que no se haga justicia. Y a mí me gusta mojarme«, lamenta.

Metido ya de nuevo en su nueva novela, Castillo reconoce que «intenta» que cada libro sea «el mejor»: «Me preocupa pensar que me pase algo y que sea el último», añade este autor superventas que no puede ocultar la ilusión que muestran los principiantes de cualquier disciplina. No puede, porque siempre juega con la «ilusión», esa que tiene cada vez que arranca una nueva trama, ya que lo único que le preocupa es «divertirse» mientras escribe estas novelas en las que las mujeres son las grandes protagonistas. «No lo hago por nada en concreto —concluye el autor malagueño, con más de un millón de ejemplares vendidos con sus anteriores novelas— sino para reforzar el punto emocional de la trama. Las chicas son más pasionales y empáticas. Hay más verdad emotiva en las mujeres de manera general, y eso me permite que compartamos más el dolor».

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