Una vez jubilado como profesor de Anatomía Patológica, a Javier Pardo (1947) le ha dado por la mejor de las escrituras: aquella que trata de conservar la memoria. En este caso, de su pueblo de nacimiento, Maella (Zaragoza): dos mil cien habitantes a día de hoy. Después de situar allí su primera novela, El año de la desgracia, rebusca en la memoria de una maellana, Candelaria Brau Soler (1888-1973), que mató de un tajazo a su pareja, el supuesto Borbón, Carlos Edgardo Serge de Borbón, en un hotel de París en 1932. La novela, Asesinato de un Borbón: La verdadera historia de Carlos Edgardo Serge de Borbón (Caligrama, 2024), es un cruce entre narrativa e historiografía.
******
—¿Qué hace un señor como usted en un sitio como este? Sé que había publicado también en Caligrama su anterior novela, El año de la desgracia, que fue la de debut, que recibió un premio. Ahora ataca esta, que es histórica.
—También escribí un libro sobre Leonardo da Vinci, Curiosidad apasionada. Me dediqué a investigar dónde había aprendido Leonardo todo lo que sabía de medicina, todo lo que había escrito… Un libro del que estoy muy orgulloso, además de todo lo que he escrito para mi profesión médica. Cuando me jubilé tenía interés por un asesinato que había habido en Maella que nunca se supo quién fue el autor, y me dediqué a investigar eso. Se tituló El año de la desgracia. Porque las familias que acusaron a otras familias, como en el crimen de Cuenca, pues se referían al tema este como «el año de la desgracia». Al poco de terminarlo, cayó en mis manos un artículo de un periódico de Murcia de 1932, sobre una mujer de Maella que había matado a un Borbón. «Joder», dije yo. No he oído hablar nunca de esta mujer porque la familia ha desaparecido de mi pueblo y estaba muy desligada de Maella. Fueron falleciendo y no tenían ninguna relación. En 1961 vendieron la última casa que tenían: una familia pudiente que fue desapareciendo. Empecé por la parroquia de mi pueblo y luego seguí con el archivo diocesano de Zaragoza. Luego me revisé todos los periódicos de la provincia: Heraldo, Amanecer, El Noticiero… Y había muy pocas noticias. Entonces, a la vista de esto, contraté una empresa francesa que te recoge periódicos de un año o de un tema y ¡me mandaron trescientos cincuenta artículos de periódicos de Francia sobre el caso! Llegas a la conclusión de que cuando oyen la palabra «Borbón» en Francia se les hace el culo agua. Y de ahí pasé a los Archivos Nacionales de Francia: tengo el sumario entero del juicio a esta señora de 1933.
—En el libro aparecen extractos de ese juicio a esta Candelaria. ¿Quién era Candelaria?
—Cualquiera que lea el libro se dará cuenta de que me gusta investigar, y no sé si he conseguido reflejar que era una mujer inteligente, que era una mujer muy valiente, que no necesitaba a nadie, que era una feminista total, que era una feminista acérrima y que era una mujer con más paciencia que Job, porque el tal Borbón le amargó la vida durante los doce años que estuvieron juntos. Y a los doce años, un día en París, este jeta, viviendo a costa de esta mujer, le dice: «Nos vamos a ir a Niza». Sin explicarle por qué ni nada: un culo inquieto que no paraba en ningún lado. Esta mujer dijo: «No me voy». Y esa discusión fue lo que llevó a que a las cinco de la mañana de un día, según salió en el juicio, se enzarzasen y Candelaria, con una navaja, le cortase el cuello. Yo no sé si habrás visto que el forense dijo que él cree que lo mató mientras dormía. Yo también lo creo.
—Me parece que es muy difícil que, según la describe un comisario en tu libro, «una mujer de alrededor de 40 años de piel grasa, tendiendo a gorda, de mirada fría…» consiguiera esto tan cinematográfico de cortar el gaznate de un señor fornido. Me creo la teoría de que lo mató en la cama.
—El forense dijo que la mancha de sangre principal estaba allí, en la cama donde apoyaba la cabeza. Y yo también lo creo así. Pero lo que pasa es que este tío era un bandolero de tal calibre… Creo que vieron una mujer sola, delgadita, que no era mucha cosa físicamente entonces, aunque de joven era una mujer guapa, y entonces declaró y ellos le aceptaron la legítima defensa.
—¿Cómo se cruza una mujer de Maella, además con un hijo a cuestas, con un supuesto Borbón?
—Tú te tienes que imaginar una mujer que se ha separado de su marido en 1917. Una separación que indica que no estuvieron juntos casi nunca. Esta mujer se casó con un individuo que se la lleva a Filipinas. Con un niño que está enfermo, en una isla donde no había ni un hospital, no había apenas médicos. Y entonces llega un momento en que ya decidió que se volvía para Barcelona: cogió el barco y se volvió. El otro vino una vez o dos, pero ya estaba roto el matrimonio y se separaron. Pues Candelaria anda un día en el hotel Majestic, que habían recién inaugurado en Barcelona, en el Paseo de Gracia. Estaba ahí sentada y se le presenta un tío y le dice: «Buenas tardes, llevo varios días mirándola y estoy totalmente fascinado por usted. Yo me llamo Edgardo Carlos Serge de Borbón y soy hijo bastardo del emperador Francisco José I de Austria». Pues se volvió loca por él. Fíjate que esta mujer, que era muy religiosa durante toda su vida, nunca permitió que nadie pudiera pensar que vivía arrejuntada con un individuo sin casarse. Se pasó los doce años juntos disimulando hasta en la pensión que puso en la calle del Bruc. Hay una declaración en el juicio de uno de los que estuvieron en la pensión, donde decía que aunque vivían en dos habitaciones separadas todos sabían que tenían una relación.
—Carlos Edgardo de Borbón. Usted juega a no dejar claro si es Borbón. Era un arribista y un bocazas, un bocazas y un caradura. ¿Tuvo relaciones con Mussolini?
—Tengo copias de cartas, que transcribo ahí, donde él escribía a la embajada de Italia o a Mussolini directamente para preguntarle por su hija. Firmaba como Borbón. Y su hijo Rodolfo también se hacía llamar Rodolfo de Borbón. Por eso el hijo mandó un abogado al juicio contra Candelaria para defender y tratar de mantener su nombre.
—¿Este Borbón llegó a tener dinero alguna vez?
—Creo que en algún momento debió de ganar dinero, no por vender armas, sino por hacer de intermediario. Lo que ganaba luego se lo gastaba de festejos y puteríos. Es muy típico: mi supuesto Borbón es una figura de la que no invento nada. Habrás conocido tú también gente de esta: no hay nada dentro de su cabeza.
—La época es absolutamente fascinante, de entreguerras, permanentemente de fondo.
—Es impresionante, porque a él, por ejemplo, le gusta mucho hablar de la Gran Guerra y entonces contar historias tan impresionantes como que su padre le había mandado a Bulgaria para lograr que este país se aliase con Austria y Alemania. Él daba a entender que solo Bulgaria se adhirió a las potencias del Eje y que algo tendría que ver.
—Cuando no intervino en nada.
—Claro, eso se lo inventó todo. Pero el tío mantuvo el invento para que un tío se case en Estados Unidos con una nieta de un embajador y entonces le ponga el apellido Borbón al hijo y sin nada más, sin más papeles ni nada. Y luego eso le sirve para durante años recibir dinero del hijo y vivir de él.
—¿Tiene noticia de que alguien de la familia Borbón le reconociese?
—Él decía una cosa pero queda probado que no fue así. Decía que cuando Alfonso XIII se fue a París, que lo había recibido: pero no he encontrado ninguna razón y ni aparece en ningún sitio ni nada, ni en el sumario ni de ninguna manera.
—El juicio. Ella tuvo mucha suerte, ¿no?
—Ella pensaba en la guillotina. La familia de Maella se entera del juicio a través de una carta que le escribe un amigo a un cuñado de Candelaria donde avisa de que en París había salido una cosa del pueblo. Tengo una copia de la carta, donde se refiere a una noticia en la que se habla del asesinato de una mujer de Maella que se dedicaba a vender cosméticos. Esta es Candelaria. Entonces escriben de vuelta inmediatamente y, a través del hijo del amigo, este les pone en contacto con la embajada en París para que la ayuden todo lo que puedan. Además, había una delegación de la empresa de este amigo en París con abogados: los pone a servicio de Candelaria.
—Es decir, ¡Maella la salvó!
—Fíjate qué cosa. Me puse a buscar en el cementerio de Maella, y en una pared de nichos, de entre los primeros nichos que se hicieron allí, me aparecieron los hermanos y la madre. Al padre no lo he localizado. A través de una persona encontré a una nieta de esta señora que ahora está en sus sesenta. Y entonces a través de ella encontré al nieto que vive en otro pueblo de Cataluña. En la Semana Santa del año pasado los invité a venir a mi pueblo. Entonces vinieron allí y me ayudaron muchísimo. Me dieron fotos, y estos fueron los que me contaron la historia del final de Candelaria. Después de que se marchó de París se fue a Barcelona, alquiló un piso y falleció en los setenta. Está enterrada allí, según me confirmaron los cementerios de Barcelona.
—¿Y ha visitado la tumba?
—No he estado, porque hace mil años que no voy a Barcelona.
—Era un buen cierre para Asesinato de un Borbón.
—El día que vaya tengo que llevar un ramo de flores. Porque para mí fue una heroína, porque era una mujer valiente.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: