Jean Daniel, adiós a uno de los grandes pensadores

Falleció en los días últimos de febrero uno de los pensadores que más me conciernen, que más he leído y con el que más de acuerdo estoy: Jean Daniel. Solo unas pocas notas en la prensa han dado eco a la desaparición de este notable ser humano.

Comparto un párrafo de uno de sus libros:

“La existencia de la muerte nos obliga, sea a renunciar voluntariamente a la vida, sea a transformar nuestra vida a fin de darle un sentido que la muerte no pueda arrebatarle. Me siento en verdadera comunión con todos los hombres de este siglo que han intentado hacer de esta reflexión de Tolstói su credo o su ideal. ¿Qué es lo que la muerte no puede arrebatar? ¿Un sentido o una intensidad? ¿Cómo acomodarnos a nuestro deseo de ser felices?

Escribo para todos los jóvenes que, lúcidos e insumisos, temerarios y fraternales, se creen capaces de mirar al sol y a la muerte de frente, para aquellos que, inquietos en el escepticismo, sienten aún pasión por lo bello, por la creación, y que no pudiendo imaginar aquí y ahora otra cosa que lo efímero y lo fugaz, conservan el respeto por el misterio, el sentido de lo sagrado,

Para aquellos, en fin, que amenazados por el aislamiento, la dependencia y el capricho de los otros, son los menos viejos entre todos después de haber sido los más jóvenes, y quieren encontrar en otro lugar que no sea la muerte el secreto del rechazo a envejecer».

JEAN DANIEL (1920-2020). Escritor y periodista francés, director de Le Nouvel Observateur. Está considerado uno de los intelectuales más influyentes de Europa. Originario de una familia judía, estudió en Argelia y en París, donde se licenció en Filosofía. Durante la Segunda Guerra Mundial fue sargento mayor de la división Leclerc, con la que participó en las campañas de Normandía, París y Alsacia. Ha sido profesor de las universidades de París y Orán (Argelia), desempeñando un papel muy destacado en la vida cultural francesa de la segunda mitad del siglo XX. Escribió en el Express, en el periódico norteamericano The New Republic y en Le Monde, hasta que, en 1964, fundó, junto con André Gorz, Le Nouvel Observateur, del que es director desde 1978. En 2004 se le otorgó el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades.