El hombre es un animal que cuenta historias. Ya lo dejó escrito Graham Swift. Y no otro es el motor de esta novela. Urdimos relatos para ordenar el caos al que, por lo que se ve, tiende la vida. O porque, de otra manera, no podríamos levantarnos por la mañana. Esta segunda es la razón que mueve al protagonista de esta novela, un americano que debe permanecer un tiempo en Siebenhoch, en el tirol italiano, la tierra de su mujer. Una vez allí, como si de un solitario pistolero se tratara, quiere saber quién mató a tres chicos una noche de abril de 1985. El autor pretende que creamos que lo hace por su mujer o por su hija porque unas veces nos dice que es por su mujer y otras que es por su hija. Pero es por él, porque necesita un motivo para levantarse cada mañana.
Su indagación emplea el método de Quirke: rondar a los lugareños. Y el final tiene también mucho de El secreto de Christine. Pero la escritura es lo contrario de Benjamin Black. Telegráfica, impresionista, la propia de la narrativa audiovisual. Veloz, muy veloz, la trama avanza líquida, como las corrientes subterráneas que recorren el Bletterbach, el lugar de la masacre. El Bletterbach es un paraje único que atrae a miles de turistas, pero también, aunque prehistórico, es un cementerio. Es también una metáfora de lo que ha sucedido con la masacre. Porque por debajo de la vida aparentemente idílica de este pueblo italiano circulan retazos de una conversación que cuenta cómo acontecieron aquellas muertes sin atreverse a confirmar quién fue el autor.
La naturaleza añade en este texto un punto de inquietud a la trama porque la naturaleza es pasado y, como tal, en el fondo, ignoto, y porque, siendo también presente, se rige por unas leyes a menudo desconocidas y, sobre todo, de consecuencias imprevisibles. Lo que desconocemos de la naturaleza despierta pavor pero mucho más lo que desconocemos del ser humano. Y lo que el narrador, Jeremiah Salinger, descubre es eso: que unos pocos, aunque suficientes, tuvieron no muchos pero sí importantes motivos para matar a los tres chicos del Bletterbach. El autor desvela con maestría el hallazgo de esos motivos, de manera que el interés de la narración nunca decae. Se diría que los hechos llevaban treinta años esperando a que alguien necesitase contarlos. Solo hacía falta que llegara un narrador solitario.
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Autor: Luca D’Andrea. Título: La sustancia del mal. Editorial: Alfaguara. Venta: Amazon y Fnac
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