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Jesucristo y Stanislavsky

Jesucristo y Stanislavsky

La religión y el teatro son dos negocios que tienen mucho en común.

En ambos casos se nos habla de la existencia de una verdad, inefable, inasible, indefinible, que nos será revelada si tenemos fe, somos disciplinados y escuchamos atentamente al sumo sacerdote.

El camino para llegar a esa verdad excluye cualquier otra ruta. El líder de una secta rechaza a los líderes de las otras sectas. El significado exacto de las palabras del fundador es siempre motivo de debate. La discusión sobre qué quiso expresar exactamente cuando dijo… nunca termina, y los defensores de interpretaciones diferentes se vuelven enemigos irreconciliables.

Uno de los caminos del teatro para llegar a esa “verdad” es “el método”, pero ¿qué es exactamente “el método”? ¿Se puede transmitir ese método? ¿Sabremos lo que es el método cuando terminemos este libro?

"Stanislavsky empieza a buscar otra manera de hacer teatro. Define unos principios, reúne a un grupo de actores y empieza a investigar"

Isaac Butler nos ofrece un ensayo que recorre cien años de la búsqueda de un sistema para que los intérpretes puedan encarnar personajes más reales, auténticos y creíbles. Una incansable búsqueda para conseguir que cada representación sea la mejor.

En más de cuatrocientas páginas, nos narra el viaje desde la creación por parte de Stanislavsky y Nemiróvich, del Teatro del Arte de Moscú, hasta la llegada del método a Estados Unidos y su difusión entre los actores del cine de Hollywood. Antes del método, el estilo de actuación “expositivo” consistía en gestos y entonaciones pautadas y predeterminadas para expresar las emociones. Los actores aplicaban este repertorio o se limitaban a copiar a los actores de la generación anterior. En algunas escuelas lo que se esperaba de los actores era que copiaran la manera de interpretar de los maestros. Actores copiando a actores, ni rastro de la vida real.

Stanislavsky empieza a buscar otra manera de hacer teatro. Define unos principios, reúne a un grupo de actores y empieza a investigar. Como todos los innovadores, no sabe exactamente lo que está buscando, mucha parte del camino está bastante perdido y fracasa casi tantas veces como acierta, pero durante el proceso aparecen una serie de herramientas que se siguen usando cada día en los escenarios.

Memoria afectiva, supertarea, circunstancias dadas, concentración, relajación, objetivos… ¿Qué es lo que define exactamente al método? Esa es una discusión que recorre todo este volumen y que se repite una y otra vez en los camerinos de los teatros. El secreto de una buena actuación se resiste a ser formulado. Un fantasma que nadie sabe describir pero que todos han visto alguna vez.

"¿Cuál es el mejor método para aprender a interpretar? ¿Hay un método mejor que otro?"

¿Cuál es el mejor método para aprender a interpretar? ¿Hay un método mejor que otro? Tengo la sensación de que a un buen actor le funcionará cualquier método y a un mal actor no le funcionará ninguno. La enésima versión de “lo que Natura no da, Salamanca no presta”. A quien siempre le funciona es al profesor. Los métodos definen a las escuelas, no al arte de la interpretación, que como todas las artes, huye de las definiciones académicas y aparece libremente donde mejor le parece.

En realidad, nunca sabemos si el actor está aplicando el método o no, solo podemos ver los resultados, la interpretación, el personaje. Nunca vemos un método, vemos una buena o una mala interpretación. Y nadie se salva cuando un mal actor ocupa el escenario. Es la paradoja de que siempre es mejor un mal texto con un buen actor, que un buen texto con un mal actor.

Chéjov sufrió esto en sus carnes en el estreno de La gaviota. Uno de los críticos escribió después de la función: “He asistido a muchos fiascos, pero no recuerdo nada similar a lo ocurrido en la escenificación de La gaviota“. Cuentan que Chéjov se pasó la segunda parte de la obra encerrado en el camerino sin querer mirar lo que ocurría en el escenario. Le entiendo perfectamente. Los autores conocemos la refinada tortura china que consiste en ver tu texto mal interpretado.

Se atribuye a Ira Gershwin el comentario: “No sabía lo buenas que eran nuestras canciones hasta que se las oí cantar a Ella Fitzgerald”. Es lo mismo que sentimos los dramaturgos cuando sobre el escenario se hace realidad lo que meses, o años antes, imaginamos y vemos al público disfrutar con una buena representación. Así que gracias a las actrices y actores que buscan métodos para hacer su trabajo cada día un poco mejor, gracias por mostrarnos esa verdad inasible que, a veces, se ve sobre el escenario.

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Autor: Isaac Butler. Título: El método. Editorial: Alianza Editorial. Venta: Todostuslibros.

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