El escritor norteamericano John Irving está convencido de que «el fascismo está de vuelta en el escenario» y también considera que la política sexual está yendo hacia atrás, especialmente en Estados Unidos y en lo que se refiere a los derechos de la mujer y de la comunidad LGTBI+.
John Irving ha presentado este martes en una rueda de prensa telemática su nueva novela El último telesilla, editado en español por Tusquets, una historia de amor y familia que se publica siete años después de su anterior obra.
Irving (Exeter, New Hampshire, 1942) es uno de los narradores norteamericanos más reconocidos de las últimas décadas y autor, entre otras novelas de El mundo según Garp, El hotel New Hampshire y Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra, que inspiró la película de Las normas de la casa de la sidra.
En El último telesilla y a través de una familia que desafía todas las convenciones, incluidas las sexuales, el autor ridiculiza los prejuicios y hace una reivindicación de una visión plural de la sexualidad y el género.
Por el contrario, ha dicho, la política sexual va hacia atrás en la actualidad. «No soy politólogo ni profeta y no puedo decir por qué el fascismo está de vuelta en el escenario, pero parece que está volviendo claramente al escenario».
«No sería la primera vez que los seres humanos no han aprendido las lecciones de la historia y vuelven a tropezar con la misma piedra. Sabemos que el pasado se repite siempre», ha destacado el escritor que ha señalado que aunque Estados Unidos nunca fue un país completamente unido «la polarización actual es tan extremada y tan variada como nunca antes había visto».
Una sociedad que está mucho más polarizada que en la guerra de Vietnam, ha indicado Irving, para quien es fácil señalar con el dedo «a un mentiroso tan terrible y fraudulento histriónico como Donald Trump, pero las personas que le apoyan y que están detrás de él ya estaban antes que entrara en escena, esperando que llegara un demagogo xenófobo para que se convirtiera en su portavoz».
El autor defiende que haya «algo incómodo o perturbador en una novela», ya que es lo que empuja a leerla: «Me atrae ese tipo de incomodidad, una preocupación que te engancha porque quieres saber lo que les pasa a los personajes».
Y su protagonista pronto se percata de que a muchas personas les molesta profundamente que otros vivan en libertad, mantengan las relaciones que quieran y construyan modelos familiares alternativos.
El propio autor se interesó por los derechos de las mujeres y de la comunidad LGTBI desde adolescente porque su madre trabajaba como asistente en un centro de asesoramiento familiar a jóvenes embarazadas y sus dos hermanos, hombre y mujer, eran homosexuales.
«No crecí con derechos de las mujeres ni del aborto, ni del colectivo LGTBI. Yo me convertí en un aliado de sus derechos porque es la forma en la que me eduqué», ha indicado.
Es su novela mas larga y para la que necesitó seis años de escritura transcurre en 80 años y en ella hay un personaje, el de la madre del protagonista, que incomoda porque «siempre se pasa de la raya y va demasiado lejos».
Un personaje que niega que tenga nada que ver con un acontecimiento que vivió Irving con una mujer adulta cuando tenía 11 años: «Siempre digo que en ese momento no me sentí asediado sexualmente, lo sentí más tarde cuando tuve hijos de esa edad. Si algo así le hubiera ocurrido a uno de mis hijos me hubiera enfurecido, pero no tuvo ningún efecto terrible en mí. No me sentí manipulado ni abusado», ha indicado.
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