Larga vida a John Wick. La saga del personaje que ha proporcionado a Keanu Reeves una segunda vida artística ha sido de las pocas películas capaces de crecer, de generar una marca propia en un panorama dominado por franquicias, lemas registrados y otras señales de humo fruto del marketing transversal facturado en serie. De la serie B elegante, concisa y relativamente humilde de la primera entrega, sus responsables han ido aumentando la apuesta de una estilizada revenge movie para dirigirse a una serie de películas de acción cada vez más épicas con la vista puesta, siempre y en todo momento, en la plasmación limpia y sin ambages de la pura física coreográfica y la labor de los especialistas, en la conjunción planetaria del vehículo de acción oriental con el videojuego y el actioner norteamericano.
John Wick 4 culmina, al menos de momento —su formidable rendimiento comercial ya hace que sus responsable se planteen la quinta, además de un spinoff y una serie— esta ascensión al Olimpo de la saga. Es la más grande (no la mejor: ese honor pertenece a la segunda, Pacto de sangre), la más ambiciosa y, también, la más dependiente de ese universo de secundarios que se congregan alrededor del legendario Baba Yaga. Esto tiene dos caras: por un lado permite la incorporación como antagonista de Donnie Yen, que no tiene problemas en comerse la película entera. Por otro, el menor tiempo concedido al personaje titular, que repercute en cierto desgaste en sus motivaciones que, afortunadamente, el director Chad Stahelski remedia con contundencia al final.
Hay una honestidad en toda la saga John Wick, ya sea como película de lo que antaño considerábamos “de videoclub” (la primera ni siquiera se estrenó en cines en España, una de las jugadas más estúpidas que se recuerdan en la exhibición de los últimos años) o como ambicioso blockbuster (¿o podríamos decir glockbuster?) que ya es esta cuarta entrega y que se escapa a explicaciones. Stahelski no puede evitar que el esquema se resienta, que la falta de novedades de peso genere cierto desgaste, pero es tal el nivel de iconicidad logrado por el personaje que puede permitirse vivir de las rentas con comodidad sin que pueda acusarse a John Wick 4 de menospreciar a su público.
En John Wick tenemos toda una revisión del camino del héroe mitológico. A Stahelski, sin embargo, le interesa más adoptar texturas de western de neón (la hora final en París es todo un Solo ante el peligro) que guiñarle el ojo a Joseph Campbell. Lo que la película ofrece a cambio es un mundo que se rige por normas propias que el mismo relato no deja de revisar y ampliar a medida que John Wick avanza en su misión. La ironía que se desprende la orgía de piruetas y balazos, todas ellas sin más truco que el de una serie de actores “interpretando” la acción, adquiere más que nunca tintes existenciales y un punto paródicos, como en la formidable secuencia de las escaleras o esa extraordinaria vista cenital del tiroteo del apartamento que parece heredada de un Arcade tragaperras.
Resulta difícil dilucidar cómo la serie ha logrado compaginar la ironía con la absoluta seriedad sin perder el compás: por el camino hay homenajes a James Bond (en la escala internacional de la aventura y en esa partida de póker con un irreconocible Scott Adkins: gracias Stahelski por introducir al actor en un blockbuster USA) que delatan que, en su sistema nervioso, la película no acaba de admitir lo que realmente es: estamos ante El Padrino del cine de acción, ante una rica obra de arte cuya mera existencia supone, en cierto modo, un motín a la seriedad moral y escasa ambición formal del cine de Hollywood actual.
-
Una confesión en carne viva
/abril 18, 2025/El escritor Julio Valdeón cuenta en Autorruta del sur un viaje por varios de los lugares sagrados de la música, la literatura y la historia del sur de Estados Unidos. Una crónica novelada desde Nashville, capital del country, hasta Memphis, cuna del rock and roll, de Muscle Shoals, hogar de estudios míticos de soul, a Tupelo, donde nació Elvis Presley, y de Clarksdale, puerta del Mississippi, hasta alcanzar Nueva Orleans. En este making of Julio Valdeón explica cómo nació y de qué trata Autorruta del sur (Efe Eme). ***** Supongo que hay viajes malditos y otros esperanzados, como los de…
-
Siempre fuimos híbridos
/abril 18, 2025/Lo ejerce a dos escalas: primero, hace zoom para ir a lo micro (por ejemplo, cómo nuestros cuerpos se ven afectados por la invención del coche, el avión o, por qué no, por el síndrome del túnel carpiano); después, se aleja para atender a lo macro (pongamos por caso, cómo el aumento exponencial de los dos medios de transporte mencionados tiene una importancia capital a nivel sistémico —ecológico, geográfico, estándares de velocidad, etc.—). «Hacer cosas sin palabras» significa remarcar la agencialidad silente, es decir, la agencialidad no-humana, lo que conduce a repensar la filosofía de la técnica heredada, donde esa…
-
Odisea, de Homero
/abril 18, 2025/Llega a las librerías una nueva traducción (en edición bilingüe) del gran poema épico fundamental en la literatura griega. Esta edición bilingüe corre a cargo del doctor en Filología Clásica F. Javier Pérez, quien la ha realizado a partir de las dos ediciones filológicas de H. van Thiel y M. L. West. En Zenda ofrecemos los primeros versos de la Odisea (Abada), de Homero. *** Háblame, Musa, del sagacísimo hombre que muchísimo tiempo anduvo errante después de arrasar la fortaleza sagrada de Troya; y conoció las ciudades y el pensar de muchos hombres. Él, que en el ponto dolores sin…
-
La mansión Masriera, refugio de artistas reales y alocados editores ficticios
/abril 18, 2025/Tras La librería del señor Livingstone, Mónica Gutiérrez sigue explorando los entresijos del mundillo editorial. Esta vez lo hace reivindicando un edificio emblemático —y abandonado— de Barcelona: la mansión Masriera. Ahí ubica la editorial de un curioso —y alocado— señor Bennet. En este making of Mónica Gutiérrez cuenta el origen de La editorial del señor Bennet (Ediciones B). *** En 1882, el Taller Masriera fue una de las primeras edificaciones de l’Eixample barcelonés y, probablemente, la más extraña: un templo neoclásico y anfipróstilo, de friso a dos aguas y columnas corintias, inspirado en la Maison Carrée de Nimes, en el…
Yo la vi ayer y salí aturdido, el ruidajo de metralletas y pistolas aún repica en mi cabeza. Ni aún con esta columna logro encontrarle sentido. Me siento como un extraño en el mundo de hoy.