José Antonio Ritoré (Madrid, 1977) pide disculpas preventivas a Zenda por si acaso la vista se le va en exceso al móvil: “En muy poco tiempo, perdí a mi padre, me separé, mi exmujer murió, y estoy pendiente de mis hijos”. El periodista, fundador de Unoentrecienmil —organización de lucha contra la leucemia infantil—, exdirector de Change.org durante tres años y CEO de la plataforma de creadores en español Qultu, acaba de publicar Egoísmo del bueno (Plaza y Janés, 2023), un libro de autoayuda en el que invita, grosso modo, a ser egoísta ayudando a los demás. Partiendo de la pérdida, instando a la acción, relatando casos concretos y reivindicando la cotización de la palabra “gracias”. Con la percha del lanzamiento, conversamos con un fan de El hombre en busca de sentido que, en los últimos veine años, ha tenido “el privilegio de entrevistar como periodista y de acompañar como activista a centenares de personas que un día decidieron pasar a la acción, rebelarse”.
******
—Señor Ritoré, ¿por qué se hizo periodista?
—Es muy tópico: me gustaban las historias y quería contar historias. Por influencia de mi padre, me encantaba el cine desde pequeño. Mi padre y mis hermanos eran del mundo del derecho, y yo tenía una reacción casi instintiva contra ese mundo (risas) y a favor de la creatividad, de las historias y del periodismo.
—¿Un periodista puede ser activista?
—Es complicado. Hay veces en las que, además del periodista, están la persona y sus creencias. Durante mi trayectoria profesional, he concebido el periodismo como un altavoz, como un conector de esas historias que me han emocionado, que me han impactado, y he buscado siempre, a través de la comunicación, del periodismo o de la publicidad, poder ser altavoz de causas que yo he creído justas.
—¿Cuándo se zambulló en la piscina de las causas justas?
—Lo que más me conectó con la justicia social fue cuidar de mi abuelo un tiempo. Cuando yo era un adolescente, mi abuelo tenía cerca de noventa años, pasaba los veranos con nosotros y veías su vulnerabilidad, la vulnerabilidad de una persona mayor que necesita cuidados y ser escuchado. Haciendo el libro, me ha pasado con Carlos San Juan, el creador de la campaña “Soy mayor, no idiota”: nos cuesta escuchar y entender a las personas mayores.
—¿Qué es un “emprendedor social”?
—Alguien que pone en marcha un proyecto que tiene un impacto positivo en la sociedad. Puede ser una empresa, una organización, un reportaje… Para mí, el concepto no sólo está ligado al empresario, aunque la mayoría la formen empresarios. Un periodista que tiene un blog o una cuenta de Twitter puede generar cierto impacto.
—¿Cómo acabó en Change.org?
—Entre otras cosas, porque conocía la plataforma desde que nació. Siendo periodista, entrevisté al creador de la plataforma homóloga en España, Actuable, que se llamaba Francisco Polo. Seguí la plataforma española y la americana porque me encantaba el modelo: una plataforma capaz de dar voz a personas anónimas, generarles una audiencia y un respaldo social para enfrentarse al poder, a las empresas, a los políticos… Era la época del 15-M, había pequeñas victorias… Ciudadanos normales habían encontrado una oportunidad, que antes no existía, de generar algún cambio.
—¿Qué aprendió durante el lustro que pasó ahí?
—Dirigiendo estuve tres años; antes, estuve dos como director de campañas. Aprendí mucho de las personas con las que estuve. Aprendí a no resistirme al sufrimiento en vano, a enfrentarme a los dramas, a las tragedias, para darles un sentido. A todos nos van a pasar cosas jodidas a lo largo de nuestras vidas, pero podemos encontrar el camino para darles sentido. Y aprendí bastante de comunicación y de campañas, a cómo ayudar a una persona que tiene una reivindicación desde el minuto cero hasta que logra cambiar una ley. Aprendí las técnicas de activismo, las claves de por qué algunas campañas funcionas y otras no.
—Más de catorce millones de españoles han firmado alguna petición en la web y, tal y como indica, ha conseguido más cambios de leyes que la iniciativa legislativa popular (ILP).
—La ILP en España no pretende que se participe, está diseñada para bloquear la participación. Es muy exigente en los requisitos. Y lleva cuarenta años sin modificarse, no ha evolucionado con el signo de los tiempos. Necesitas 500.000 firmas físicas, con DNI, reunirlas en un periodo de tiempo determinado, que creo que está en torno a los seis meses. Eso es una barrera enorme para que un ciudadano pueda participar o proponer un cambio. Tradicionalmente, lo han hecho organizaciones que tienen estructura económica o territorial. Lo que hemos visto con plataformas como Change.org es que no necesitas esa estructura legislativa, sino que un ciudadano que consigue el suficiente respaldo social, audiencia en medios de comunicación, es capaz de llamar la atención de los políticos para que se sienten con esta persona. Es una vía alternativa a la ILP, un atajo.
—Si yo le digo “Juan Carlos Quer”, usted me dice…
—Juan Carlos Quer es un luchador nato, con mucha determinación y mucha resiliencia. Además, luchó en una situación tremendamente complicada: la muerte de un hijo.
—Y si le digo “Anna González”…
—Anna González también es determinación, propósito, capacidad de comunicar y de conectar… También es amor. Hubo mucho amor en su campaña, con todas las personas que le ayudaron, incluidos algunos políticos que la escucharon.
—En Egoísmo del bueno, invita al autor a dedicar “un tiempo al bien común”: “Invierte en dar porque, al final, el beneficio es tuyo”. Desarrolle, por favor.
—Esa es la tesis del libro. Está contrastada con cientos de personas. En el altruismo, en el voluntariado y en el activismo late la satisfacción personal, y con mucha fuerza. Hay una parte que es pura ciencia. Durante años, la comunidad científica buscó una explicación a las excepciones de la teoría de la evolución de Darwin. No se entendía por qué había animales sociales, como la hormiga o la abeja, que eran capaces de sacrificarse por la comunidad. Y un biólogo británico, William D. Hamilton, encontró hasta una fórmula matemática que lo explicaba. Básicamente, la fórmula relaciona el parentesco con el acto de altruismo. Es decir, cuanto más beneficias a tu parentesco, a tu comunidad o a tus descendientes, es más posible que se produzca el hecho altruista y, además, que se contagie. O sea, que hay una parte que tiene que ver con la ciencia, y otra que tiene que ver con el empirismo de la vida real, con haber conocido a decenas de activistas y voluntarios que, cuando han empezado sus campañas, han descubierto que eran muy felices y les provocaba una satisfacción.
—Entonces, ¿el hombre tiende al bien?
—Creo que sí.
—¿No es un lobo para el hombre?
—De los emprendedores o activistas que he conocido, me impactó mucho Cristóbal Colón, el fundador de La Fageda. Él creía fervientemente que el hombre aspira, en general, a la bondad y a la belleza. Me gusta creer en eso. Evidentemente, no puedes negarte a ver que hay mucha maldad en el mundo, pero he decidido creer en la bondad. Prefiero quedarme con lo que veo de bondad.
—También aconseja decidir, “aunque te equivoques”.
—Me costó aprenderlo cuarenta años. Fue algo que me transmitió mi padre antes de morir. Decidí entrevistarle en plan periodístico. Estaba muy enfermo del corazón, sabía que no le quedaba mucho de vida. Habíamos tenido ese tipo de relación que en la gente de mi generación es bastante habitual y que pasa por no tener mucha intimidad con tus padres, por no tener conversaciones profundas sobre la vida, aprendizajes, etcétera. Dije: “Es el momento de tenerlas”. Y me transmitió eso, cosa que le había transmitido su padre. Durante años, nunca tuve esa idea presente ni sentí que me la transmitiera previamente. Desde que me metí eso como un mandamiento, siento que me va mejor y creo que es fundamental. Intelectualizamos mucho la vida y las decisiones y, a veces, el instinto te dice: “Esta es la decisión correcta”. Intento tomar decisiones con rapidez, aunque haya algunos asuntos que requieran su tiempo de reflexión claro. Intento no enredarme.
—Cuenta que, en una época de transición profesional, contrató a un coach que le descubrió su “gran vulnerabilidad: la dificultad para comprometerme”. Esta dificultad no es exclusivamente suya…
—(Risas) Mirarse en el espejo es complicado y yo, por cuestiones de la vida, me he mirado mucho en el espejo con coachs y psicólogos. Al mirarte en el espejo, abres la caja de Pandora y verás cosas que no te van a gustar. En aquella época, descubrí que elegía mucho mis compromisos y que, a veces, no los elegía bien. Me comprometía y, al poco, me echaba para atrás o me relajaba. Si has decidido comprometerte, por pequeña que sea la decisión, como acompañar a tu hija a un acto social, o estar disponible para un amigo, cumple.
—¿Cómo le han ayudado en su vida la música, la literatura y el cine?
—Muchísimo. Son un refugio para mí y para muchísima gente. El cine ha sido mi refugio desde que era pequeño. La literatura ha sido refugio y aprendizaje. Literatura de todo tipo, incluida la autoayuda. Hay momentos en la vida para todo. Lo importante es entender cuál es tu momento vital y elegir en función de eso. Y la música también es compañía, además de una especie de dinamizador de tus estados de ánimo. En mi caso, ha sido muy importante entender que cada momento de la vida requiere un tipo de película, de música o de libro.
—¿Por qué los libros de autoayuda tienen tan mala prensa? Hace unos meses, Arturo González-Campos me definía la autoayuda como “un peligro”, y, hace unos años, Íñigo Errejón me describía estos libros como “criminales”.
—No sé si tiene que ver con prejuicios… Entiendo que el fuerte de los libros de autoayuda no es su calidad literaria. No es lo que se le pide a un libro de autoayuda. No me planteo Egoísmo del bueno como una obra de gran calidad literaria. Evidentemente, hay que escribir. Creo que la editorial vela por que haya un estándar de calidad, pero estos libros cumplen otra función que tiene que ver más con ofrecerte aprendizajes que puede que necesites en algún momento de tu vida. Esas críticas son habituales. Nunca subestimes el poder de un género para un determinado momento vital. A mí me ha ayudado mucho Viktor Frankl.
—En su libro subraya dos títulos: I Am Not Your Negro, de James Baldwin-Raoul Peck y El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl.
—Sí. Y he leído cosas que me han dado pistas o me han ayudado, desde Mario Alonso Puig a Marián Rojas Estapé. Jorge Bucay está muy denostado, pero sus libros me han servido muchísimo.
—Y, para finalizar, cuenta que ha hecho “cosas que no creía posibles” y que Egoísmo del bueno “es un buen ejemplo”. Amén de este libro; ¿qué otras cosas que no creía posibles ha acabado realizando?
—Por ejemplo, me daba mucho reparo ir a terapia. Y estoy convencido del poder de la terapia. Por ejemplo, sobreponerme a tragedias familiares. Por ejemplo, tener dos hijos, sentirte capaz de acompañarles, ayudarles, etcétera, también me parece un proyectazo. Es el proyecto más importante de mi vida.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: