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José Félix Valdivieso: «Es imposible decir algo perfecto»

José Félix Valdivieso: «Es imposible decir algo perfecto»

Hay quien piensa que son arte o que son una manera de mandar un mensaje; y también hay quien piensa que son directamente basura. Sea como sea, los grafitis nacen bajo el estoicismo con el que sus autores aceptan tanto el anonimato como el hecho de que su obra puede desaparecer al minuto de haberla realizado. Son el Mono no aware, ese sentimiento que produce la fugaz naturaleza de las cosas; o de que estas son bellas precisamente por su impermanencia.

Si hay un fenómeno artístico distintivo en las ciudades del mundo, ese es el grafiti. Podrá gustar más o menos, será arte o basura, pero ahí está reclamando su espacio. El libro Grafitis del mundo ha sido recientemente galardonado con el I Premio Internacional Cuadernos del Laberinto de Pensamiento 2020. El libro recoge grafitis de Sídney a Nueva York pasando por Pekín, Londres, etc., e intenta desentrañar la lengua de la calle, contando sus historias, escuchando el grito de la ciudad. “El grafiti es la expresión de un latido, que quiere sacudirse de encima la presión que lleva dentro (“ex”: hacia fuera), para decir lo que el grafitero cree que no se ha dicho, o si se ha dicho, no se ha dicho suficientemente” —comenta el autor y políglota José Félix Valdivieso. Otra cosa es si es legítimo expresar, sacar fuera, todo lo que llevamos dentro —añade— emparentando los grafitis con las redes sociales.

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Dices en la Nota del autor que siempre te agrada que alguien mande un mensaje.

"He recogido lo que me topaba en passant. Partía del principio de ver lo que tenía alrededor, en Pekín, Quito, Nueva York"

—En una reciente conversación con el grafitero #pastron7, coincidimos ambos en que los grafitis son el paleolítico de las redes sociales. Son un mensaje que quiere llegar, de ahí el vagón de tren, pintado de arriba abajo, que se mueve de un destino a otro, para que lo vea cuanta más gente mejor. Otros grafitis son estáticos, pero repetidos ad nauseam por doquier, lo que les da otra movilidad, como aquel “Sin verdad, eres perdedor” (“sem verdade, tu és perdedor”) que bombardeaba Lisboa en 2004. Este grafiti parece que inventó el tuit. ¿Se puede decir más con menos? Pero es mucho anterior a Twitter & Co. Los grafitis son una antorcha protesta, que quiere alumbrar en lo obscuro. “Llego con la oscuridad y dejo mensajes que después, con la luz, todos pueden ver” —dice Sniper en El francotirador paciente de Pérez-Reverte—. En este sentido, en el de comunicar, sí, me agrada que alguien mande un mensaje.

No hay vagones pintados en el libro.

—Cierto, la verdad es que no busqué fotografiarlos, como tampoco busqué grafitis de Banksy, al que cito en el libro y del que se puede disfrutar en Madrid en la expo del Círculo de Bellas Artes. He recogido lo que me topaba en passant. Partía del principio de ver lo que tenía alrededor, en Pekín, Quito, Nueva York… como una especie de mantra, que me recordara que con ver lo que uno tiene alrededor, lo que parece poco, mirado bien, es mucho, y al final, termina despertando un universo. Irónicamente fueron detenidos en la “Operación Despertar”, el noviembre pasado, 99 grafiteros en toda España, acusados de pintar vagones.

Insistes a lo largo del libro con algún personaje, como Lumen Cox, en la importancia del acto de ver.

—Lo más grande que puede hacer una persona en este mundo es ver algo y contarlo de la forma más sencilla. Cientos de personas pueden hablar por una que puede pensar, y por miles que pueden pensar, hay una que puede ver. Ver claramente es poesía, profecía y religión, todo en uno. No lo digo yo, sino el gran y olvidado John Ruskin. En su memoria, intento ver todo lo que puedo.

“Lo que mejor define la efímera existencia humana es el propio concepto de palimpsesto, en el cual se van dejando diferentes capas de escritura, de rastro, lo máximo a lo que se puede aspirar”, dice el apócrifo sociólogo Hans-Maria Bauer. En otras historias hablas de «memoria mundial». ¿A qué te refieres?

—El palimpsesto era básicamente una cuestión económica. Se escribía sobre lo escrito para aprovechar al máximo los escasos papiros y pergaminos existentes antes de la invención del papel. Ahora bien, el palimpsesto también es una metáfora de cada uno de nosotros, pues los humanos nos superponemos los unos a los otros, somos seres que nacen y mueren y que básicamente repiten lo que han hecho sus ancestros. Y a lo máximo que podemos aspirar es al recuerdo de lo que queda de nuestra vida tras la muerte, cuando otra vida se le superpone, la sobrescribe, la sobrevive. Ni que decir tiene que somos también una cuestión económica de la que conviene guardar una memoria.

Diría que en Grafitis del mundo hay un par de llamadas planetarias.

"Decodificamos una lengua, intentamos resolver nuestros problemas laborales, sentimentales, de toda índole, traduciendo lo que se nos presenta a una lengua inteligibIe que nos haga comprender y nos de paz para actuar"

—Sin duda. El mismo grafiti es un fenómeno planetario que se registra en todos los continentes, del mismo modo que la salud de nuestro planeta nos atañe a todos. No es otra cosa la cruzada del grafitero Hans Williamson contra la Tendencia a la Oquedad, a lo hueco, a lo falso, por la que hace una llamada mundial a pintar con la propia sangre de uno la palabra fake (falso), y particularmente hace esa llamada a su novia, para que pueda cobrar los 500.000 dólares que le lega en testamento. El problema estriba en que, enfrentados a problemas globales, luchamos con estructuras estatales. Pero creo que gradualmente empezaremos a dar soluciones globales a problemas globales. Contra la pandemia, por ejemplo, ha habido muy tímidos intentos de dar soluciones mundiales. ¿Sería un contrasentido una cruzada de grafitis mundial contra el nacionalismo global? Los japoneses tienen admiración por los héroes derrotados, por las causas perdidas o makeikusa (負け戦). Algo de la energía de este espíritu japonés inquebrantable nos hace falta para luchar sin descanso contra los retos del planeta. El Brexit es un golpe en la línea de flotación de las causas globales.

¿No eres demasiado optimista?

—Simplemente creo que es indispensable hacer algo más por este mundo que coexistir con nuestros semejantes, aunque coexistir ya es muchísimo. Y si no, que se lo digan a Combo, al que casi matan de una paliza por negarse a borrar su grafiti.

Las lenguas son cruciales en tu vida. ¿Qué es intentar descifrar la lengua de la calle?

"Creo que el arte ha de ser estético, porque la vida, al final, es una cuestión estética, pero si nos quedamos en lo estético per se podemos morir de vacío estético, de vanidad narcisa, de qué bonito es todo"

—Todo es traducción. Decodificamos una lengua, intentamos resolver nuestros problemas laborales, sentimentales, de toda índole, traduciendo lo que se nos presenta a una lengua inteligibIe que nos haga comprender y nos dé paz para actuar y estar en paz con el mundo. Me parece importante tomar el pulso a la ciudad, descifrar su código y traducirlo a significado, écfrasis, a historias como las que he intentado contar en este libro. Es un ejercicio más.

Algunos personajes del libro mantienen una guerra en torno al eje estética vs. compromiso/crítica social, como en el grafiti de Snowden.

—Ese grafiti en Brooklyn más simple no puede ser. El nombre de Snowden en letras moradas, sin caligrafía especial. Sin embargo, es el contexto el que da valor a las cosas. “Lo más disruptivo y artístico que vas a ver en América es este Snowden, que se ha cagado en la Patriot Act y en la puta madre de quien se crea que lo puede todo por encima de todo… Nada más triste que ponerse a saber lo que uno no puede saber. Al final también terminas largando mierda”, comenta un personaje del libro. Creo que el arte ha de ser estético, porque la vida, al final, es una cuestión estética, pero si nos quedamos en lo estético per se podemos morir de vacío estético, de vanidad narcisa, de qué bonito es todo.

El humor desempeña un papel crucial en lo que escribes ¿Es cierto que «Reímos menos», como se titula una de las historias?

—El mundo es un negocio serio, porque es un milagro. Somos los únicos habitantes de nuestra galaxia. Pero al mismo tiempo, esta soledad galáctica es insostenible sin el requiebro y compañía de la risa. Otra historia, titulada «Operación diversión», trata sobre las peripecias del ornitorrinco que pidió Churchill, que era famoso por sus extravagantes peticiones, al gobierno australiano en plena guerra mundial. La historia tiene el contrapunto cómico que busco en las cosas serias, para que se vea que son realmente serias. Las cosas, en comparación, revelan aún más su naturaleza. Lo mismo ocurre con la gran broma que pone colofón al libro, reflejada en un grafiti del casco histórico de Vallecas. Sin duda, hoy en día reímos menos, porque vivimos en herida, en guardia, y queremos ofendernos rápidamente con lo que se dice.

"Todo es un juego de imperfecciones, un resumen, casi una broma, pues es imposible recoger en unas frases todo el abanico de experiencias de una situación, por lo que ¿de dónde viene tanta ofensa?"

En relación a lo que se dice, hablas de la teoría del Non detto (Lo no dicho), basada en la teoría de Tiziano del Non finito.

—Sí, Tiziano dejaba sin terminar un cuadro para con ello romper la perfección, el dominio ilusorio de las cosas. Del mismo modo, no se puede ser perfecto al decir, así que el Non detto aludiría al dominio ilusorio de la expresión, de lo dicho. Todo es un juego de imperfecciones, un resumen, casi una broma, pues es imposible recoger en unas frases todo el abanico de experiencias de una situación, por lo que ¿de dónde viene tanta ofensa? Si partiéramos de este principio, relativizaríamos los comentarios llamados ofensivos. Es imposible decir algo perfecto.

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Autor: José Félix Valdivieso. Título: Grafitis del mundo. Editorial: Cuadernos del Laberinto. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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