José Manuel García-Margallo (Madrid, 1944) cita a Dante –“Los lugares más calientes del Infierno están reservados para aquellos que, en un momento de gran crisis moral, mantienen su neutralidad”– para reivindicar su compromiso con lo que él llama “temas centrales”: la unidad de España, los derechos y libertades, la economía social de mercado, el europeísmo o el respeto a las instituciones internacionales. Zenda entrevistó al eurodiputado del PP a propósito del lanzamiento de su último libro: Memorias heterodoxas de un político de extremo centro (Península, 2020). El exministro de Exteriores nos recibió en el salón de su casa, donde tiene la Biblia de Alba, también llamada Biblia de Arragel, un libro extraordinario, un portento magníficamente ilustrado que da miedo –o, cuando menos, respeto– tocar, por eso de que igual se corre la tinta, se daña una página, etcétera.
–Míralo tranquilo –me anima Margallo mientras posa para Jeosm–, no te preocupes. Me la regaló Carlos, el duque.
–Hace poco estuvimos con su hermano Cayetano.
–No se llevan del todo bien –dice, divertido, el exministro.
Memorias heterodoxas es un libro didáctico y entretenido. Da la sensación de estar escrito por quien lo firma: un político que ha estudiado —licenciado en Derecho en la Universidad de Deusto, ganó las oposiciones a inspector técnico fiscal del Estado, obtuvo el grado de Master of Laws y el International Tax Program por la Universidad de Harvard—, que ha viajado y que ha toreado en la faena democrática española que nació al poco de que muriera el dictador Franco. Puede que a Margallo no le duela España como tal, pero sí que sufre mucho con las dolencias que padece el país que le apasiona. Le obsesionan tres asuntos: Cataluña, Gibraltar y la reforma de las “leyes viejas”, en especial, la de la Constitución. Soraya Sáenz de Santamaría no es santa de su devoción –muy interesante el epígrafe titulado “Los diez negritos”–. Y no descarta que el presidente Sánchez termine pactando con PP y Ciudadanos.
Conversamos pocas horas después de que el preso Junqueras soltara un mitin en el Parlament por una “comisión de investigación del 155”.
—Señor García-Margallo, ¿usted ha escrito este libro?
—Sin duda, absolutamente.
—Que a un político le escriba su libro un negro literario a usted le parece…
—Ni me parece ni me deja de parecer. Yo sé lo que a mí me gusta. Para transmitir mis experiencias, prefiero hacerlo yo mismo. El protagonista de este libro es España. Y lo que intento hacer es contar cómo he visto yo, cómo he vivido la Historia de España. Y, como digo al final, yo no pretendo que esa sea la verdadera Historia de España, pero sí la verdadera Historia de España que yo he vivido. Y eso exige un toque absolutamente personal.
—Tuve la certeza de que este libro lo ha escrito usted…
—¿Ah, sí? ¡Menos mal! (risas)
—…cuando llegué a la página 245. Ahí cuenta que Rajoy se hizo “buen amigo” suyo en julio de 1991, “cuando mi exmujer me dijo que no quería veranear conmigo y que se llevaba a los niños. En esa tesitura —otras consideraciones aparte—, me pregunté: ‘¿Y ahora cómo me organizo yo en verano?’. Con eso en la cabeza, un día en el Congreso me puse a pensar: ‘De estos bárbaros de la derecha, ¿quién puede saber leer y escribir?’”. Permítame un inciso: ¿hay diputados que no saben leer o escribir?
—Ahora sí. Entonces no. Es una licencia literaria diciendo: “¿con quién me puedo yo entender, con quién puedo tener más puntos de contacto?”. Me pareció obvio que con quien los podía tener era Mariano Rajoy, que era registrador de la propiedad y, por lo tanto, había hecho una carrera, digamos, brillante, había hecho unas oposiciones y podía tener puntos de contacto conmigo. Pero vamos, en este momento creo que sí puede haber diputados que no sepan leer ni escribir; en aquel momento, no. Es una hipérbole y una licencia literaria.
—Cuenta que una de las cosas que más le sorprendieron al llegar al Parlamento Europeo desde el español es que el nivel de los eurodiputados es impresionante. Le pregunto: ¿porque el de los diputados españoles no lo es?
—Esto es una comparación entre los componentes de dos parlamentos y es obvio que los componentes del Parlamento Europeo tienen una formación normalmente superior a la de los del Parlamento nacional. Entre otras cosas, hablan idiomas, están más viajados y les preocupa lo que ocurre en una escena menos doméstica. Rebasan con normalidad lo que son las fronteras nacionales. En ese sentido, es evidente que el nivel es superior. Hay varios ex primeros ministros, varios exministros de Exteriores, varios miembros de los parlamentos nacionales que ya están rodados… Es jugar la Champions y no la liga nacional.
—Continúo con el fragmento que dejé a medias: “Los repasé mentalmente a todos y, al llegar a Rajoy, pensé: ‘Pues este gallego, que es registrador’. Sin pensármelo más, me fui hacia él y me senté en el escaño contiguo al suyo, mientras le decía: ‘Oye, Mariano, ¿tú estás soltero?’. Él me miró con mucha suspicacia y, medio espantado, me respondió: ‘¿Y a ti qué coño te importa?’”. ¿Sigue siendo “buen amigo” de Rajoy?
—Digamos que la relación de amistad se ha enfriado como consecuencia de discrepancias políticas que cuento en el libro. Cuando él me cesa, cuando me dice que no cuenta conmigo en el Gobierno, le digo: “Por favor, te ruego que no cejes en las tres cosas que más me han importado: la reforma de la Constitución, Cataluña y Gibraltar”. Hubo un momento de una cierta reconciliación, cuando yo escribo una carta en El Mundo, y luego hubo otro momento de enfriamiento cuando yo hago una apuesta decidida en favor de Pablo Casado. En fin, no es la parte sustancial de la historia: la parte sustancial de la historia es cómo he visto yo la Historia de España desde que entré en política ya por los años sesenta, afiliándome en las Juventudes Monárquicas Españolas, y en un terreno no especialmente fácil, porque yo estudiaba en el País Vasco.
—¿Por qué esos tres pilares: Cataluña, Gibraltar y la Constitución?
—Cataluña sigue siendo la cuestión más importante de la política española. Cambó escribió en 1928 un libro que se llama Por la concordia. En plena dictadura de Primo de Rivera, dice que la cuestión catalana ha condicionado y condicionará la política española. Y es absolutamente cierto que, en este momento, es la cuestión más importante que tenemos encima de la mesa. Una crisis económica se supera, un atentado terrorista se puede superar también, pero la disolución de la nación es un hecho irreversible. Si se produce una fragmentación de España, eso ya no tiene remedio. Por eso considero que es extraordinariamente importante.
—Gibraltar.
—Es de plena actualidad en estos momentos. Las negociaciones para establecer las relaciones futuras entre el Reino Unido y la Unión Europea deben culminar el 31 de diciembre de este año. Estamos, por tanto, a once meses vista del Día D. Y en ese marco de relaciones futuras, la UE tiene que decidir cuál es la situación jurídica, el estatus de Gibraltar. Hasta ahora, lo que se ha aprobado, cuando se aprobó el acuerdo de divorcio, es que la UE y Reino Unido no podrán acordar nada sobre Gibraltar si previamente no hay un acuerdo entre el Reino Unido y España, que es exactamente lo que dice Naciones Unidas. Por tanto, tenemos una ocasión como no hemos tenido desde 1713, cuando se pierde Gibraltar, de recuperar la soberanía, en este caso, la cosoberanía. Ahí, lo que yo propongo es una fórmula que tiene varios factores: en primer lugar, insisto, cosoberanía en materia de relaciones exteriores, defensa e inmigración. ¿Por qué en relaciones exteriores? Porque el Tratado de Funcionamiento de la UE dice que la legislación europea se aplica a Gibraltar en tanto en cuanto un Estado miembro es responsable de sus relaciones exteriores. Cuando el Reino Unido se vaya, deje de ser Estado miembro y esa condición no se cumple, si los gibraltareños quieren seguir ligados a la UE, como votaron en el referéndum, necesitan que esas relaciones exteriores las lleve otro Estado miembro que, en ese caso, sería España. Eso se complementa con una fórmula de doble nacionalidad, que es una aspiración que entiendo perfectamente de los gibraltareños, con un estatuto de autonomía que está previsto en nuestra Constitución y, lo que es más importante, con el establecimiento de una zona económica especial para hacer de todo el área, no sólo del Peñón, sino de todo el área circundante, incluida Ceuta, un área especial económica para aprovecharse de parte del comercio que viene de Oriente a través de Suecia y que ahora se va a Róterdam, porque no tenemos ninguna zona de acogida; para aprovecharse de las empresas que tienen que invertir en el Magreb: la UE va a tener que invertir mucho dinero en África porque el crecimiento demográfico va a ser exponencial, y si no hacemos algo allí, nos exponemos a tener un gigantesco problema en materia de inmigración. Pero eso exige vencer la resistencia mental de las personas del Campo de Gibraltar o que trabajan en Gibraltar, la cifra que se da es de 9.000 ó 10.000 españoles, o en aquellas áreas especialmente circundantes al Peñón que se benefician de Gibraltar. ¿Eso en qué ha resultado? La frontera económica entre Gibraltar y el terreno que rodea al Peñón es la más abrupta del mundo. La diferencia de renta es de 1 a 6: la renta del Campo de Gibraltar es seis veces inferior a la del Peñón, cosa absolutamente inexplicable, cuando el Peñón no tiene recursos naturales especiales. Es una economía artificial que a la izquierda, por alguna razón que entiendo, no le resulta especialmente escandalosa. La izquierda protesta porque hay un paraíso fiscal en Panamá, y no porque lo hay en…
—¿Por qué?
—La izquierda dice que los paraísos fiscales son un nido de corrupción. ¿Por qué no protestan sobre Gibraltar en este sentido? No lo sé. Supongo que porque no han entendido el tema de Gibraltar, porque el tema de la soberanía no es un tema que les llame o motive especialmente. Eso me lo contaba Alfredo Pérez Rubalcaba, que era muy amigo mío: “Eso a la izquierda no le llama mucho la atención”. Lo más importante es que si queremos contar con la colaboración o, como mínimo, con la comprensión de las personas que viven en el Campo de Gibraltar, hay que sacar a esa zona de la situación en la que se encuentra, una situación de desempleo, droga y tal, que es realmente notable.
—¿Y eso es sencillo?
—A mi juicio es sencillo. Pero tienen que estar convencidos de que lo vas a hacer, y que lo vas a hacer con urgencia. Es relativamente sencillo: si queremos que haya esa zona económica, que sea una fórmula win-win para el Peñón y para lo que circunda al Peñón, hay que rehabilitar la zona, que conectar el Puerto de Algeciras con el Corredor Mediterráneo, lo cual sería un activo más para quedarse con ese comercio que viene desde Suecia y que ahora se va a Róterdam, hay que hacer un aeropuerto en condiciones… En definitiva, dar trabajo a 10.000 personas no me parece que pueda ser un problema para la cuarta economía de la zona euro cuando nos estamos jugando tanto.
—¿Y qué me dice del tercer pilar, de las “leyes viejas”?
—Yo fui constituyente en el año 77. Hubo defectos originarios. Las cosas que no salieron bien, entre ellas, el tema de la organización territorial…
— En ese sentido, ya entonces hubo voces que alertaron de los errores. Por ejemplo, Julián Marías, uno de los autores que usted más menciona, encontraba dos: el mimetismo y el narcisismo.
—Julián Marías hizo un libro, Cinco años de España, que se publicó a los cinco años de UCD, creo que es de 1982. Lo que en ese libro intenta Marías es resolver el problema que España se ha planteado siempre. Es decir, los regeneracionistas, Ortega, Laín, toda esta gente, dicen: “Pero Dios mío, ¿qué es España?”. Entonces, siempre surgía el tema de las dos Españas enfrentadas desde 1812, que se salda, precisamente, en la Constitución de 1978, que es una constitución hecha por consenso entre las dos Españas y que sirvió para darnos cuarenta años de prosperidad. Entonces, Julián Marías dice que lo que hay que buscar es esa idea de la España de la concordia que nace en 1977, una España nueva, joven, y por eso lo cito tanto. Marías tiene una frase que me gusta mucho: dijo que “UCD murió de éxito”, que no fuimos capaces de digerir esa aventura tan imaginativa, tan creativa, de un partido que se presenta a sí mismo como heredero de ninguno de los dos bandos que lucharon en la Guerra Civil, por eso ganamos las elecciones, y de un partido, es frase de Suárez, en que “a nadie se pregunta de dónde viene, sino a dónde va”, y que es capaz de hacer una síntesis de las tres grandes corrientes europeas, democristianos, liberales y socialdemócratas en un partido de centro. Por eso cito tanto a Julián Marías.
—Por cierto, desde la disolución de UCD, menudo carajal fue la derecha a lo largo de los ochenta.
—Bueno, nosotros no éramos derecha: éramos centro (risas). Vamos a ver: ¿por qué es posible la Transición, que es lo que hay que extrapolar para entender lo que hay que hacer ahora, que estamos en otro momento de transición? Esto ya no es un juego entre dos partidos, uno de centro-derecha y otro de centro-izquierda, que se alternan pacíficamente en el poder sin que crujan las cuadernas de la convivencia ciudadana. Esto se altera cuando emergen dos partidos nuevos, Podemos y Ciudadanos, que están para quedarse. Hay un multipartidismo que no sabemos cómo manejar. Entonces, ahora, si hay que reconstruir eso, el centro-derecha tiene que buscar, y el centro-izquierda también, por qué fue posible la Transición. En estos momentos, se está negando, se está adulterando la Transición. Ahora no hay un acuerdo en lo fundamental. La Transición fue posible porque corresponde a dos partidos, UCD y PSOE, los dos nuevos…
—¿El PSOE nuevo?
—Tenía sus años de historia, pero era nuevo desde que Felipe González se hace con las riendas. Es una generación que nada tiene que ver con la generación de Llopis. Los partidos de la derecha, Alianza Popular, y de la izquierda, el PCE, que sí arrancan resabios del pasado, son descartados por el pueblo español. El PSOE, además, completa esa evolución al centro cuando Felipe González en el año 79 convoca un congreso y abjura del marxismo como instrumento de acción política. El PSOE pasa a ser un partido socialdemócrata, claramente centrista. Y remata la faena cuando acepta estar en la OTAN. Todo es perfectamente tranquilo. ¿Eso cuándo se quiebra? En el 82: cuando el centro-derecha sociológico decide que su corresponsal ya no es UCD, que nos hemos ido, en su opinión, demasiado a la izquierda, sino una Alianza Popular que en 1979 era insignificante, tenía 9 escaños. Al escoger un representante, un mandatario que está tan a la derecha, esa derecha no puede ganar nunca. Entramos en un escenario a la mexicana, que es lo que quieren hacer ahora sustituyendo al PP por Vox. Tienes un partido que se presenta a las elecciones, legitima el sistema, esto sigue siendo una democracia perfectamente homologable en el sentido de que hay elecciones periódicas, pero esa derecha no tiene posibilidades…
—¿El PSOE aspira a ser un PRI?
—Exactamente es lo que ellos pensaron: el PRI con el PAN. El PRI, que se funda en 1929 por Calles, está en el poder hasta el año 2000. Yo presidí la delegación parlamentaria en las elecciones en que accede Fox. Pero insisto: estábamos en el año 2000. El PRI era un oxímoron: Partido Revolucionario Institucional (risas), es bastante pistoresco. Pero a eso aspiraban. Y es verdad que tuvo que pasar de todo. Lo primero que tuvo que pasar es que Alianza Popular se centra, se convierte en el Partido Popular. Cambia su simbología y, sobre todo, cambian sus alianzas en Europa, que es lo que te visualiza donde estás. Los diputados de Alianza en el Parlamento Europeo estaban con los conservadores británicos y daneses, y pasan a sentarse con el Partido Popular Europeo, que es el gran partido del centro. El congreso de Sevilla es en el 89; en el 93 ya estamos muy cerca de ganar, y en el 96 se gana. El bipartidismo imperfecto pasa a ser un bipartidismo cuando el PP se centra. ¿Qué es lo que ocurre luego? Que eso se paga en 2004. 2002, 2003 y 2004 son años capitales en la historia de España. Los Pactos de la Moncloa que calman la calle, allanan el camino y pacifican la situación económico-social en una crisis como la del 73, hacen posible el diálogo que termina en la Constitución. ¿Qué pasa en 2003? Que se rompen los tres principios sobre los que se había basado ese entendimiento entre los grandes partidos, que eran: primero, cualquier reforma importante, sobre todo si es constitucional, se hace de la ley a la ley pasando por la ley. ¿Qué es lo que pasa? Que Zapatero intenta modificar el bloque constitucional a través de un estatuto de autonomía que presenta Maragall que tiene rasgos completamente inconstitucionales porque quiere alterar la propia Constitución. Segundo, el método, que era el consenso: no se abordaba ninguna reforma sin acuerdo de las dos grandes fuerzas políticas, y él lo intenta hacer con ERC, orillando, marginando y condenando al ostracismo al PP. Y tercero, una regla de prudencia, y es que no se puede poner encima de la mesa aquello que no puedes solucionar, abrir la caja de Pandora. Pío Cabanillas decía: “No se puede abrir el circo sin saber qué van a hacer los domadores”. Y eso es lo que Zapatero rompe: apuesta por el guerracivilismo, que es lo contrario a la reconciliación; intenta, a través de un estatuto, modificar el bloque constitucional; intenta hacerlo sin contar con media España, con todo el centro-derecha, y pone encima de la mesa cuestiones que nadie estaba planteando, como el tema de la definición de Cataluña como nación, que abre toda la caja de Pandora y que se va a volver a abrir ahora. Y Sánchez remata la faena en este tema. Zapatero inicia una evolución en el PSOE que es muy peculiar. Se da cuenta de que un partido socialista ya no se puede sostener sobre el proletariado clásico: ya no hay obreros de la cadena de producción organizados en grandes núcleos sindicales. El proletario se ha aburguesado y no le puedes pedir que asalte el Palacio de Invierno. ¿Qué es lo que hace? Convertirse en un Partido Radical a la italiana. Entonces, capitanea y amalgama a los distintos colectivos cuyas identidades han sido ninguneadas alguna vez: el colectivo gay, las feministas, los ecologistas extremos, las religiones minoritarias y son las nacionalidades periféricas. Y ahí es donde entra el proyecto que no le sale a Zapatero pero que Sánchez quiere hacer. Se alía con los nacionalistas periféricos, como decía Trotski, cuando los jugadores se reparten la banca: “Ustedes me apoyan en Madrid, yo les doy a ustedes la Generalitat de Cataluña”, que es el segundo pacto que va a hacer con ERC, que se apoyará en los comunes y en el PSC para gobernar en Cataluña orillando a JxCat; el Partido Socialista de Euskadi apoyará al PNV cuando lo necesite para completar una mayoría para presupuestos, y están en el asalto a Galicia, que ya lo intentaron cuando pactaron con el BNG. Entonces, el PSOE allí pierde posiciones, pasa a ser un agente subalterno, pero es el único partido nacional que tiene presencia en esas nacionalidades; tú no la tienes y, por tanto, no puedes vertebrar la nación y no puedes gobernar. Entonces, llegas al PRI. A un PRI minusvalorado, porque la base es la de ceder protagonismo a las nacionalidades históricas. Y eso es lo que quieren hacer. Por eso cambian “Estado nacional con autonomías” por un “Estado plurinacional”; un “Estado autonómico” por un “Estado federal”, con una consulta en parte del territorio, que es lo que quieren hacer. Eso es lo que quieren hacer.
—Dice estar seguro de que, “en un futuro no muy lejano”, Sánchez formará un Gobierno de coalición con el PP y con Cs. ¿No es este un planteamiento ingenuo?
—Vamos a ver… Vivimos en unos tiempos líquidos en los que cualquier cosa es posible. Si a Sánchez se le tuerce mucho, y cuando digo mucho, es mucho, el tema en Cataluña, no va a tener más remedio que intentar una fórmula química alternativa y diferente. En Cataluña, cada día están ocurriendo cosas y, cada día, van a ocurrir más. El problema es que tiene un pacto cerrado con ERC, pero ERC tiene que mirar por detrás qué pasa con JxCat. Ahora va a haber un gran acto en Perpiñán de Puigdemont. Y lo que le importa a ERC de verdad es gobernar en la Generalitat. Están convencidos de que si gobiernan en las instituciones, desde las instituciones, que es puro Gramsci, llegará un momento en que tengan una base social lo suficientemente amplia y que, cuando eso se manifieste en unas elecciones, hacer el proceso de independencia irreversible. Eso lo resume Oriol Junqueras muy gráficamente: “Hoy paciencia, mañana independencia”. Es lo que pasó en Irlanda entre De Valera y Collins. JxCat está en otra cosa: “Hay que buscar la ruptura, ir a la declaración unilateral”, etcétera. Si a ERC le sale mal el tema y esto no le da el rendimiento, el fruto que ellos pretenden cobrar y no se quedan con las instituciones, entramos en otro lío. Aquí te levantas por la mañana, lees el periódico y piensas: ¿a Torra lo van a inhabilitar como diputado o no? Si se niegan y hay desobediencia, ¿qué pasa con ERC? Hoy (la entrevista se hizo el 28 de enero) ha estado Junqueras en el Parlament y ha dicho: “Lo volveremos a hacer y no me pida usted que renuncie a la independencia, porque es la razón de ser de mi partido”. Y él es independentista desde siempre. Si llega un momento de emergencia nacional… en la emergencia nacional, se crea una unión sagrada entre los partidos constitucionalistas: “Tenemos que ponernos de acuerdo porque esto se nos va de las manos”. Esto habría que hacerlo sobre la base de un programa, reforma de la Constitución, etcétera, lo mismo que se hizo en el 77; una reforma económica muy profunda, porque estamos en un escenario en que viene la ralentización y puede haber una crisis a la japonesa, con crecimiento muy bajo con un desempleo muy alto, sobre todo, en el sector joven, con déficit de futuro, y hay que decir además que la digitalización, la reconversión de la economía a una economía verde, exigen pactos de tanto calado, que tenemos que ponernos de acuerdo las grandes fuerzas nacionales. Eso es lo que habría que hacer. ¿Que vamos a perder tiempo y que esto, si pasa, será porque Sánchez no logre hacer lo que quiere hacer con los independentistas? Sí. Ahora no veo una moción de censura alternativa, pero insisto: esto va muy deprisa. ¿Quién te iba a decir a ti que en Italia, cuando se rompiese la alianza entre Salvini y Di Maio, Di Maio iba a hacer una alianza con el Partido Demócrata, que ha sido su adversario histórico? ¿O que Kurz en Austria pasaría de pactar con la ultraderecha a una alianza con Los Verdes?
—Alerta de que “el adoctrinamiento en las escuelas ha sido capital para avivar el fuego nacionalista en Cataluña y Euskadi, y mucho me temo que, si no acabamos con él, en algunos años habremos perdido la batalla”.
—Ese es su planteamiento: que los cambios demográficos, cuando tú dominas la escuela y los medios de comunicación, necesariamente te llevan a una mayoría del 6o-70% y entonces, plantean el tema.
—¿Y qué hizo el PP, desde su trinchera, para combatir este adoctrinamiento?
—Hubo dos intentos: el de Pilar del Castillo con el Gobierno de Aznar y el que hizo Wert con la Ley Wert. En el momento en que tú estableces pruebas nacionales, puesto que al Estado le corresponde la homologación de títulos… Esas pruebas nacionales eran capitales. Lo que pasa es que hay un momento en que Wert desaparece, es sustituido por Méndez de Vigo y lo que hace es…
—Echar gaseosa.
—Eso es, eso es. Y ese es el problema.
—Por cierto, cuenta que redactó un Estatuto de Cataluña alternativo. ¿Cómo era ese estatuto?
—La parte que redacté era lo que se refería a las lenguas, que luego hay una ley de lenguas desarrollada en otro libro mío, Por una convivencia democrática, y, sobre todo, el gran tema de la financiación. Acuérdate que todo esto empieza cuando Mas plantea un pacto fiscal. Tengo una conversación con Mas, con Duran y con Homs y digo: “El pacto fiscal, como pacto bilateral, no es posible”. Primero, no tiene amparo constitucional, solamente se amparan el concierto y el convenio que habla de los derechos de los territorios forales, no de otros, y segundo: si hacemos eso, abrimos el melón en todas las comunidades autónomas, porque todo el mundo va a querer una relación bilateral. ¿Cuál era la solución? La solución era…, a ver cómo te lo explico, que técnicamente es complicado. (Piensa) Lo que tienes que hacer es definir cuáles son los servicios esenciales, que van a ser universales y gratuitos, y definir, por exclusión, los que no lo son. Por ejemplo: la educación, la sanidad y los servicios sociales sí que son servicios esenciales básicos que tienes que prestar a la ciudadanía, sea cual sea su nivel de renta, de financiación pública. No tiene mucho sentido que haya financiación pública para otras cosas: si usted quiere tener 27 canales de televisión, que sean sus votantes los que los paguen; o si quiere tener embajaditas para difundir su mensaje, se lo paga usted y se lo explica usted a sus contribuyentes. Y una vez que hemos hecho eso, tienes que fijar cuál es el umbral que nos podemos permitir como nación sin romper la caja. Es decir, en educación nos podemos permitir un profesor cada veinte alumnos. O en las carreteras, en las autopistas, podemos hacer tal cosa. Si usted quiere mejorar ese umbral y dice: “Oiga, me parece que un profesor cada veinte alumnos no va, tiene que ser cada diez. Y además quiero que para fomentar el atletismo, hagan equitación en el recreo”. Mire: eso se lo tiene que pagar usted. ¿Cómo se financia, que es el tema? Mi tesis era que eso lo tenía que financiar la administración central en un régimen de igualdad absoluto: la mochila escolar de un niño en Sabadell es la misma que la de un niño de Vigo o de un niño de Melilla. Con lo cual, cumplimos el precepto básico de la igualdad, que está en la Revolución Francesa, vamos. Ahora, ¿con qué impuestos paga el Estado sus funciones más la transferencia que tiene que hacer a las comunidades autónomas? Desde el principio, esto está pagado. ¿Con qué? Con los impuestos que están armonizados en Europa. ¿Por qué los hay? Porque son los que distorsionan la competencia del mercado interior. ¿Cuáles son? El impuesto de la renta, que grava el ahorro, y el que grava los rendimientos empresariales, que tiene que ser impuesto de sociedades, el impuesto sobre el valor añadido y el impuesto sobre el gasóleo. Porque esos afectan a la competencia y no puede haber impuestos diferentes en cada comunidad autónoma sin que se rompa el mercado interior. “El resto de los impuestos, patrimonio, sucesiones, tabaco, alcohol, más pesos políticos, los administra usted, y si quiere establecer 27 canales de televisión, establece un canon, y si quiere que sus carreteras sean como las de Bélgica, ponga usted un peaje, haga lo que quiera, pero no me exporte el tema”. ¿Eso a qué te obliga? A que cuando tú quieras hacer un gasto, tengas que explicar a los contribuyentes lo que cuesta. Lo que no puedes ir es a un sistema como el que tenemos, que se inaugura un instituto escolar y “visca el president”, pero no pones un ambulatorio donde quieres y la culpa la tiene Madrid. Clarifiquemos eso. Y eso te aproximaba mucho al Concierto Vasco en toda España, porque dabas a la autonomía unos medios para ejercer de verdad su autonomía política. Y eso es lo que no han querido: lo otro es tirar con pólvora del rey.
—¿El Gobierno de Rajoy le hizo una encerrona a los policías y guardias civiles destinados en Cataluña durante el 1 de octubre y las semanas posteriores a la, en palabras del juez Marchena, “mera ensoñación” independentista?
—El Gobierno partía de la base de que no iba a haber urnas. Yo tuve una conversación con Rajoy el día antes, y le dije: “Mira, yo creo que va a haber urnas, y si hay urnas, no se os ocurra meter las fuerzas de seguridad, porque vamos a tener unas imágenes realmente negativas en donde se juega el partido, que es fuera”.
—Mi mejor amigo vivió la resaca del 1-O en Finlandia. Y muchos finlandeses le veían como si viniera de un Estado opresor y totalitario. El mensaje nacionalista caló muchísimo, señor Margallo.
—Eso también es injusto, eh. Yo vivo en Bélgica, he visto las cargas de la Policía en Francia… y bromas hay las justas. Pero vamos, nos hizo daño. Yo creí que lo que no se podía celebrar, y por eso insistí en que se inutilizasen, se requisasen las papeletas y las urnas, fue el primer referéndum, el del 9 de noviembre de 2014. El Gobierno se hartó de decir que no iban a votar, y mis hijos, uno desde Londres y el otro desde Bruselas, me llamaban y me decían: “¡Papá, que están votando!”. Y eso indujo a error a los independentistas. Creían que esto se podía repetir impunemente, y entonces van al 1-O. Creo que el camino que se eligió en Cataluña fue malo desde el 2003. El 9 de noviembre de 2014 yo dije: “Hágase imposible la consulta popular, el proceso participativo, negóciense las tres cosas que estaban encima de la mesa”, que eran, primero, la disposición adicional primera del Estatuto, que decía que durante siete años las inversiones en infraestructuras en Cataluña serían equivalentes al peso relativo del PIB catalán respecto al PIB nacional. ¿Qué era eso? El 19%. ¿En qué se concretaba? En Rodalies y en el Corredor Mediterráneo. Segunda medida: una ley de lenguas para acabar con este conflicto que envenena toda la convivencia de Cataluña. Y tercera: hagamos una reconversión de lo que es todo el aparato estatal español: un Senado territorial, delimitación de competencias, un título sobre la UE en que se especificase el papel de las CCAA en la toma de decisiones en ejecución, la corresponsabilidad fiscal… y hagamos luego todos los pactos que hay que hacer para evitar duplicidades. Esto es muy parecido, ya que a ti te gusta la Historia, a 1898, cuando se produce el desastre de Cuba, Puerto Rico, Filipinas, Guam y Marianas. Hay una escuela de pensamiento en La Veu de Cataluña, unos días antes de perder Cuba, diciendo: “España es un barco que se va a pique, y los pueblos que quieran salvarse tienen que cortar amarras”, y otra son los regeneracionistas, que dicen: “No, España está sin pulso, pero hay que volcarse sobre ella y ponerla a andar”. ¿Cómo se hace eso? Europeizando Europa. Son los “vientos huracanados” de los que habla Unamuno…
—“España es el problema; Europa, la solución”.
—Eso es, todo eso. Pues esa es la operación que debimos hacer en 2014. Fue una ocasión de oro: se había ido el Rey y venía otro; la economía la teníamos boyante y era mucho más barato haber hecho la financiación autonómica y las infraestructuras que el programa de proveedores o el Fondo de Liquidez Autonómica.
—Con el auge de los populismos —a izquierda y a derecha—, el Brexit, etcétera, ¿su deseo de conseguir los “Estados Unidos de Europa” está más cerca o más lejos de cumplirse que hace, por ejemplo, diez años?
—Está más lejos pero, al mismo tiempo, se siente como una necesidad. Los populismos han nacido porque nosotros no hemos avanzado suficientemente en ese proyecto y el proyecto ha hecho aguas. ¿Cuándo empieza a quebrar Europa? Cuando se produce una crisis económica en que los mecanismos de rescate y la solidaridad interna no funcionan lo suficientemente, o cuando tenemos una crisis de inmigración y de refugiados en que la solidaridad europea no funciona. Son las deficiencias del funcionamiento del proyecto europeo las que explican el nacimiento de los populismos. La solución es más Europa, no menos Europa. Ojo, creo en Europa exactamente lo mismo que creo en España, eh. Por cierto, no me has dicho si te ha gustado o no el libro.
—Sí, y no se lo digo por compromiso. Sus memorias me han parecido que están bien escritas, que son interesantes y, en ocasiones, divertidas.
—A quien seguro que no le gusta tanto es a Soraya (Sáenz de Santamaría).
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: