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José Manuel Sánchez Ron: «Hoy faltan Galileos y sobran inquisidores»

José Manuel Sánchez Ron: «Hoy faltan Galileos y sobran inquisidores»

Un día antes de subir al cadalso y recibir la seca descarga de la guillotina en 1794, en la primavera parisina del Terror, Lavoisier escribió una carta a su primo Auge de Villers que no podemos leer sin estremecimiento. En ella, el padre de la química moderna, el sabio universal que apenas unos años antes había apoyado la Revolución como un ciudadano más, se siente orgulloso de su vida, se despide de sus seres queridos y sólo lamenta que «el ejercicio de servicios importantes a la patria y una carrera empleada con provecho para el progreso de las artes y los conocimientos humanos no bastan para protegerme de un fin siniestro y para evitar perecer como un culpable». Al día siguiente, cuando su cabeza ya había rodado por el suelo ensangrentado de París, alguien sentenció: «No ha hecho falta más que un instante para cortarla, puede que cien años no basten para producir otra igual».

Las cartas de los grandes científicos nos permiten reencontrarnos con su humanidad, con su complejidad a veces rayana en la locura, con las caóticas y nada obvias vicisitudes que les llevaron hasta sus descubrimientos, con sus cuitas, sus dudas, sus miedos. Y hasta el día de hoy no contábamos en español con una historia epistolar de la ciencia internacional de la ambición y alcance, de la extensión y variedad de personajes, como la que acaba de publicar el físico, catedrático de historia de la Ciencia y miembro de la Real Academia Española José Manuel Sánchez Ron (Madrid, 1949) con el título de Querido Isaac, querido Albert (Crítica, 2023). Setenta y seis capítulos y más de 800 páginas en imponente edición de lujo por las que desfilan los Newton y Einstein a los que alude el título junto a matemáticos, químicos, biólogos, filósofos, políticos e incluso un novelista cazador de mariposas.

«Tal vez decir que a este libro le he dedicado toda una vida sea decir demasiado», nos confiesa Sánchez Ron en su cubil de la RAE, «pero sin duda ha sido mucho tiempo, se trata de un libro que ha ido adquiriendo forma mientras publicaba otros, un libro que plasma una auténtica afición. Siempre me atrajeron las cartas entre científicos y llevo décadas reuniendo el material y persiguiendo las fuentes. Pero ojo: después de reunir el material tuve que seleccionar y buscar la misiva en cuestión que encarnaba un hito en la historia de la ciencia. Sólo la correspondencia de Newton, por ejemplo, ¡ocupa siete volúmenes! Y después he ido comentado y contextualizado todas y cada una de las cartas». La última obra del académico ofrece así al lector una vía de acceso rápido a los grandes hallazgos científicos de la historia y a las complejas personalidades de los más grandes científicos. Es un libro también que suena a despedida porque, aunque su autor confía en escribir alguno más, «es hora de ir cerrando puertas».

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—Newton fue un ferviente creyente que se interesaba por la alquimia, y Pierre Curie creía que se podía hablar con los muertos. La ciencia ha logrado hoy tal ascendiente en la sociedad que parece un sistema perfecto caído del cielo. ¿Las cartas entre científicos nos devuelven la humanidad y el contexto de azares y luchas que hoy solemos obviar?

"Los seres humanos no podemos no pertenecer a nuestro tiempo"

—De azares, luchas, encuentros y desencuentros. A veces observamos aquí cómo el genio extraordinario tiene también versiones, digamos, menos rigurosas. Pienso, por ejemplo, en el gran matemático Georg Cantor y sus transfinitos quien, por otra parte, defendía sin muchas pruebas que el autor de las obras de Shakespeare era en realidad Francis Bacon. O Newton, cuya mente diría que ha sido la más poderosa que ha existido nunca. Pues Newton en realidad escribió mucho más de temas teológicos, cronología de los reinos antiguos o alquimia que de física o de matemáticas. Los seres humanos no podemos no pertenecer a nuestro tiempo.

—»Ni los físicos jóvenes ni los viejos pueden servir a la sociedad con eficacia hasta que el pasado se despliegue ante sus ojos como el intenso drama que fue», escribió el físico John Wheeler. No atender a las cartas entre científicos nos hurta su proceso creativo. Y además, como usted señala, en la intimidad de una correspondencia privada, los científicos se muestran más dispuestos a proponer ideas arriesgadas.

—Claro, abordar la historia de la ciencia sólo a través de los artículos o los libros publicados resulta tan engañoso como pobre. Eso es solo la punta del iceberg. ¿Cómo se les ocurrió? ¿Qué caminos tomaron? Pensemos en Einstein. En sus cartas a su mujer, Milena, observamos sus dudas y desamparo cuando aún no era nadie. Porque si vamos al artículo donde presenta la relatividad especial en 1905… ¡no hay ni citas! ¿De dónde ha surgido eso? ¿Cómo se le ha ocurrido? Las cartas nos aportan algo esencial.

—Por cierto, advierte de una amenaza tan paradójica como potencialmente destructiva para los futuros investigadores de la ciencia: el correo electrónico.

—Es que será imposible para los futuros historiadores de la ciencia estudiar los emails como yo he trabajado las cartas. Porque los formatos van cambiando, por ejemplo, pero, sobre todo por el gigantesco volumen de información. ¿Cómo abrirse camino ahí? Por no hablar de los contactos por Zoom, Skype… Va a ser imposible, y no hay vuelta atrás.

—Los Principia Mathematica son la Biblia de la física moderna y el alfa y omega de la Revolución Científica. Y, sin embargo, si su amigo y editor Halley no insiste a Newton para que lo terminase… tal vez no hubiéramos tenido leyes de la gravitación universal. ¿El azar gobierna los asuntos humanos como los científicos no serían capaces de confesar?

—El azar y las personalidades. Newton fue un tipo muy complicado y suspicaz, y su pobre amigo Halley tuvo que apañárselas tratando con él para calmarle cuando veía ataques por todas partes y lograr que terminara su obra.

—Es impresionante la carta de Lavoisier antes de pasar por la guillotina, que nos recuerda la figura del científico como mártir de la razón, cuyo quizás mayor exponente sea Galileo. ¿Quiénes son los Galileos de hoy? ¿Los que defienden por ejemplo que el sexo existe aunque otros se empeñen en lo contrario?

"Hoy faltan Galileos y sobran inquisidores. Aparecen inquisidores a toda velocidad y por todas partes"

—Hoy faltan Galileos y sobran inquisidores. Aparecen inquisidores a toda velocidad y por todas partes. Y fíjese, sin justificarlos pero, al menos, los inquisidores que juzgaron a Galileo defendían una serie de razones de las que estaban convencidos. Pero los posmodernos inquisidores de hoy ni siquiera eso, lo que dicen es que todas las razones son igualmente válidas. Respecto a lo del sexo y el género que usted señalaba… ¿cómo va a valer lo mismo una razón científica que una ideológica?

—¿Y han alcanzado esos inquisidores el último reducto del conocimiento? ¿Usted cree que en las universidades de élite estadounidenses, y cada vez más en el resto, se está abriendo un pozo de ignorancia debido a la corrección política y a la llamada «cultura de la cancelación» que socavan la actitud crítica que siempre impulsó a la ciencia?

—Me gustaría pensar que, aunque soy consciente de que ocurre todo eso, en las universidades el espíritu crítico no se ha echado a perder como sí ha ocurrido en las redes sociales. Pero quiero dejar claro que, a pesar de todo, la ciencia avanza, la tecnología avanza, el conocimiento avanza. Para bien o para mal.

—Es muy curiosa esa carta de Darwin a Asa Gray en la que confiesa con desaliento su falta de fe. En menos de dos siglos habíamos pasado de un Newton que buscaba a Dios en la nueva física al ateo Darwin… ¿Con la teoría de la evolución la ciencia expulsa definitivamente a Dios de sus dominios?

"Copérnico nos alejó del centro del Universo y Darwin del centro de la vida, dos principios religiosos esenciales"

—Yo creo que sí, aunque es verdad que la religión siempre intenta buscar su sitio. Por ejemplo, la Iglesia católica acepta a Darwin pero apostilla que Dios es el que ha diseñado el camino de la evolución. O esos teólogos que aseguran que el Big Bang fue el momento de la creación divina. Pero, la verdad es que la ciencia actual se lo pone muy difícil a la religión. Definitivamente, Copérnico nos alejó del centro del Universo y Darwin del centro de la vida, dos principios religiosos esenciales. Seamos serios: si la ciencia aún no puede explicar el origen del universo, y no puede, ¿vamos a recurrir a Dios, otra idea que tampoco somos capaces de explicar?

—La ciencia despliega un mundo carente de sentido y un universo futuro frío y sin vida posible. Es lógico que algo así genere rechazo en unos seres humanos que necesitan en su vida sentido y esperanza.

—Y no solo eso. Eso también explica que existan científicos creyentes, lo que, a mi modo de ver, no deja de ser esquizofrénico, porque la ciencia necesita pruebas mientras que la religión es cuestión de fe. Es verdad que la ciencia puede no hacernos felices y que la idea de que seremos todos polvo cósmico en un universo frío puede ser terrible, pero lo que sí nos da la ciencia es dignidad.

—Las cartas de Einstein y su trayectoria intelectual son deslumbrantes porque en ellas podemos seguir toda una evolución. ¿Cómo se convierte el revolucionario científico de la relatividad en un reaccionario opuesto a la imagen aleatoria del mundo que ofrecía la física cuántica?

—Efectivamente. Sin embargo, hay algo que permanece en ambos Einstein, en el revolucionario y el reaccionario o conservador. Lo que se conserva es su creencia en la existencia de un mundo objetivo real, que la relatividad postula pero la física cuántica no. Y lo increíble es que Einstein fue también uno de los científicos que más contribuyó a fundar la mecánica cuántica con sus trabajos de 1905 o 1913. Es cierto que hoy no podemos dejar de pensar que Einstein debió acabar por rendirse a la eficacia contraintuitiva de los cuantos, pero debemos comprenderle también. Su error fue ser fiel a como él pensaba que debía ser el mundo, en lugar de observar sin más cómo es en realidad.

—¿Y en qué punto se halla ahora mismo esa búsqueda del grial de la física que llamamos Teoría del Todo y que combinaría al fin relatividad general y cuántica, hoy por hoy incompatibles entre sí? ¿Es posible que esa búsqueda de la Teoría del Todo obedezca más a un anhelo fieramente humano que tal vez la naturaleza no pueda corresponder?

"Hasta hace tres telediarios pensábamos que comprendíamos de qué estaba hecho el cosmos y ahora resulta que la mayor parte está compuesto de una energía y una materia oscuras"

—Tal vez. Pero sí es cierto que la ciencia, y en especial la física, siempre avanzaron unificando sus distintas leyes. Newton unifica la gravedad y el movimiento, Maxwell hace lo propio con la electricidad y el magnetismo, y por último, la mecánica cuántica ha acabado por unificar tres de las cuatro fuerzas de la naturaleza. La teoría de cuerdas prometía reglarnos la unificación total, esa Teoría del Todo definitiva, pero es tan compleja y teórica que no hay manera de comprobarla. Y luego, fíjese, surgen novedades que lo trastocan todo. Hasta hace tres telediarios pensábamos que comprendíamos de qué estaba hecho el cosmos y ahora resulta que la mayor parte está compuesto de una energía y una materia oscuras que no tenemos ni idea de lo que son.

—Ahora que la invasión rusa de Ucrania nos vuelve a recordar la amenaza nuclear, la aventura del Proyecto Manhattan resulta impresionante. La ciencia que iba a salvar a la humanidad acabó por ponerla al borde del apocalipsis nuclear.

—¡La ciencia no! Los usuarios de la ciencia, por decirlo así. Ja ja ja. Porque la ciencia, la medicina, por ejemplo, también podríamos decir que han salvado millones de vidas. Pero sí, a veces el cuchillo que usas para cortar el pan y alimentarte también puede matarte. No acusemos a la ciencia de su mal uso, sino a nosotros mismos. Es cierto que hoy, con la guerra en Ucrania, ha regresado ese fantasma nuclear que ya habíamos olvidado. Y ojo, la historia sí nos recuerda que algunos científicos no sólo tomaron la iniciativa en la carrera atómica, sino que incluso disfrutaron con ello. Como Sajarov, premio Nobel de la paz y padre de la bomba de hidrógeno soviética que confiesa en sus memorias… ¡que aquello era ciencia divertida!

—Sigamos con las amenazas científicas. La reciente explosión de la IA con ChatGPT ha vuelto a abrir el debate sobre un futuro en el que las máquinas sustituyan a los seres humanos o incluso, como postula el transhumanismo, nos fusionemos con ellas y nos convirtamos en algo distinto. ¿Esto es ciencia o religión?

"Podría ocurrir que, en el futuro, la tecnología nos transforme en algo muy distinto de lo que somos hoy"

—No es religión, es tecnología. Podría ocurrir que, en el futuro, la tecnología nos transforme en algo muy distinto de lo que somos hoy. Y el problema es que la tecnología siempre gana, el programa es que, si un desarrollo tecnológico es posible, sin duda tendrá lugar. Que las máquinas acaben sustituyendo a los humanos en muchas actividades es algo que ocurrirá, que ya está pasando. ¿Surgirán movimientos sociales contra las máquinas? ¿Nuevos luditas? No podemos saberlo, la historia no se repite. Y sinceramente, incluso en sociedades democráticas, yo no albergo mucha esperanza.

—Concluye su libro con Nabokov, que además de ser un gran escritor fue un gran entomólogo. Las relaciones entre las humanidades y la ciencia, sin embargo, no siempre se mostraron afortunadas. ¿Qué fue de la aspiración a una Tercera Cultura que uniera ambas?

—Tal aspiración guía mi propia vida y desearía que fuera general. Pero es verdad que la sociedad está dominada por personas con formación —los que la tienen, porque muchos políticos ni siquiera— de tipo humanista. Sólo saben de una de las dos culturas y no quieren saber nada de la otra, la científica. La temen incluso, porque saca a la luz sus limitaciones. Estamos rodeados de exposiciones de Lucien Freud, de premios Goya y, sin embargo, ¿dónde está la ciencia? Echo de menos un mayor interés de los humanistas por las cuestiones científicas. Uno de mis héroes intelectuales, el biólogo evolutivo Stephen Jay Gould, escribía además maravillosamente, desde una impresionante cultura humanística. Y como dice el socarrón Richard Dawkins, ahora que le han dado un premio Nobel de Literatura a Bob Dylan, un músico, ¿cuándo se lo van a dar a un científico?

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Josey Wales
Josey Wales
1 año hace

El titular ya desautoriza al entrevistado. Se nota que no conoce el proceso Galileo ni a la Inquisición. Galileo fue juzgado y condenado a retractarse y rezar los salmos durante dos meses de reclusión en el palacio de su amigo el cardenal por haberse mofado de los geocentristas y no haber demostrado satisfactoriamente su hipótesis (porque entonces lo era). Hasta ahí el proceso Galileo. Los volterianos y libelistas masoncillos deformaron el proceso posteriormente para atacar a la Iglesia, pero la verdad es tozuda.

En cuanto a que «Copérnico nos alejó del centro de Universo y Darwin del centro de la vida», oiga, ¿nos toma por tontos? Cuando estudié BUP, el libro de texto indicaba una línea evolutiva desde el ‘homo habilis’ hasta el ‘homo sapiens sapiens’, pasando por el ‘sapiens neanderthalensis’. En la Universidad aprendí que Neanderthales y Sapiens Sapiens convivieron durante siglos, hasta que los neandertal se extinguieron. Tenemos muchos científicos que quieren decir la última palabra a costa de hacer pasar hipótesis como tesis demostradas. Esquizofrénico es quien llama esquizofrénico al científico creyente. Exige que se demuestre la existencia de Dios, cuando lo que habría que demostrar es su inexistencia (cosa imposible). ¿Cuando encuentra usted un reloj tirado en el campo, cree que el reloj se ha formado por una evolución o una combinación de materiales por azar, o cree que fue construido por un ente inteligente? ¡Vamos, hombre! Son ustedes, los que dicen que el reloj encontrado en el campo fue hecho por tal o cual hipótesis, los que tienen que demostrar que el reloj se hizo por el azar, y no por un ente inteligente. Nu siquiera las hipótesis evolucionistas (las hay a decenas) pueden explicar el sentido de adaptación que supuestamente informa la evolución. ¿Por qué evolucionó así y no asá? Expliquen, expliquen el fundamento último, la causa primera que dicen los tomistas. ¿A que no? ¡Cuánta presunción!

Inigo12
Inigo12
1 año hace
Responder a  Josey Wales

Creo que usted se equivoca al pedirle a un científico que demuestre la inexistencia de Dios. Los científicos solamente pueden estudiar lo que es observable, es decir, aquello que se encuentra en el universo y forma parte de la realidad material. Para ello emplean un método sofisticado y riguroso que garantiza la validez de los resultados, al menos hasta que nuevas observaciones o experiencias puedan ampliar o incluso cambiar las conclusiones que se consideraban ciertas. Como consecuencia de ello, la ciencia no puede garantizar la verdad absoluta sobre sus propias conclusiones.

La existencia de Dios no es algo que pueda ser descartado por la ciencia. Sencillamente, no pertenece a su ámbito de estudio, pues Dios pertenece a la esfera sobrenatural. Desconozco si usted considera esto como ventajoso o perjudicial en cuanto se refiere a sustentar sus creencias. Lo que si podemos concluir, al menos por mi parte, es que cualquier información que obtengamos del universo en que vivimos no nos acercará ni alejará lo más mínimo de alcanzar una conclusión definitiva sobre la existencia de Dios.

Menciona usted como ejemplo un reloj encontrado en el campo. Yo no sé que pensaría otra persona al toparse con el reloj; puedo decirle que, en mi caso, pensaría que un excursionista lo ha extraviado. Sin embargo, creo que usted se refiere más bien al mecanismo del reloj. Debo reconocer que soy incapaz de explicarle el funcionamiento interno de las manecillas. Ahora bien, si quisiera comprender con un grado de exactitud más que aceptable dicho mecanismo, sé que podría hacerlo consultando libros sobre el tema o preguntando a un relojero. En ningún caso se me ocurriría pensar que un mecanismo sofisticado (o diseño, como prefiera) es fruto de una inteligencia sobrenatural simplemente porque no sea capaz de entenderla.

Pero volvamos a Galileo. No conozco los entresijos del proceso judicial, de manera que me dejaré guiar por su comentario. Dice usted que Galileo no fue capaz de probar su hipótesis. Aceptemos esta afirmación. ¿Por qué la Iglesia no investigó de manera concienzuda y rigurosa dicha hipótesis? ¿Acaso temía descubrir que buena parte de sus dogmas caerían como fruta madura?

Déjeme formularle una pregunta similar: ¿sería usted capaz de abandonar sus creencias si pasara a considerarlas como dudosas? ¿O tal vez preferiría aferrarse a ellas para no tener que cambiar de opinión? No hago estas preguntas para usted, sino para mí mismo: si se demostrase la existencia de Dios con pruebas concluyentes, entonces yo no tendría inconveniente alguno en cambiar de parecer y considerar como cierta su existencia. Por el momento, no me es posible afirmar o desmentir tal cosa.

Sin embargo, sí puedo afirmar lo siguiente: su manera de tratar este asunto es equivocada. Si es posible considerar que algo es cierto a pesar de la ausencia total de pruebas, entonces abrimos la puerta a fantasías y ocurrencias de toda clase. Si miro por la ventana, ¿veré a Zeus y Thor disputándose el domino de los cielos? Definitivamente no. Tampoco podré ver a Dios. Veré nubes, el reflejo del sol, y quizás algún pájaro volando; fenómenos naturales cuya comprensión me es posible gracias a la ciencia. En ningún libro sagrado encontraré una explicación más satisfactoria.

Josey Wales
Josey Wales
1 año hace
Responder a  Inigo12

El 22 de junio de 1633, en el convento dominico de Santa María sopra Minerva, Galileo Galileo fue condenado a reclusión perpetua en su domicilio y a rezar una vez por semana los siete salmos penitenciaria. Pasados tres años, todas las penas fueron levantadas. El tribunal que le juzgó estaba formado por diez cardenales (tres de ellos votaron por su absolución). Galileo dio las gracias por una pena tan moderada; era consciente de que se había indispuesto con el Tribunal al intentar tomarles el pelo, al declarar que en el libro impugnado (Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo) había demostrado la hipótesis egocéntrica (cuando en realidad la obra es un diálogo en el que se ridiculiza al partidario del geocentrismo, llamado significativamente, Simplicio). Además, obtuvo la licencia eclesiástica con engaño, ya que se le concedió con la condición de que presentara la teoría copernivana como hipótesis (no lo hizo). Por si esto fuera poco, puso en boca de Simplicio los consejos de moderación que le dio el Papa, de forma literal, lo cual, obviamente, fue entendido como una ridiculización no sólo de los partidarios de la teoría dominante, sino del mismo pontífice. En los cuatro días que duró la discusión, Galileo sólo presentó un argumento en favor de su teoría, que además era erróneo: afirmó que las mareas eran provocadas por la ‘sacudida’ de las aguas, a causa del movimiento de la Tierra. Una tesis risible, a la que sus jueces (entre los que había hombres de ciencia de su misma envergadura y a los que llamó imbéciles) opusieron otra, que además era correcta: que el flujo y reflujo del agua del mar se debe a la atracción de la Luna. Aparte de esta explicación errónea, el pisano fue incapaz de aportar argumentos experimentales a favor de la centralizada del sol y del movimiento de la Tierra.

El Santo Oficio no se oponía al movimiento de la Tierra (como inventó el periodista Giuseppe Baretti un siglo después al atribuir a Galileo la frase «Eppur si muove» y al reescribir el proceso sin conocerlo), pero la primera prueba experimental de la rotación terrestre (que no es el único movimiento de la Tierra) llegó un siglo después. Para ‘ver’ está rotación, habrá que esperar hasta el siglo XIX, con el famoso péndulo de Foucault.

Después de la condena, Galileo volvió a sus investigaciones, junto a sus discípulos. Más tarde escribiría sus ‘Discursos y demostraciones matemáticas sobre dos nuevas ciencias’, que es su obra fundamental. Por cierto, en la Universidad de Salamanca fue fundada una facultad de ciencias naturales a principios del siglo XVII por el inquisidor general Sandoval, en la que se estudiaba el sistema copernicano COMO HIPÓTESIS, a falta de demostración.

En cuanto al reloj y su mecanismo, yo no he dicho que lo atribuya a ningún ser sobrenatural, ya que evidentemente no hay nada en él que esté sobre la Naturaleza. Sí lo atribuiría a un ente inteligente, pero no al azar. Lo mismo puede predicarse de la Naturaleza o de la Creación en su conjunto. Es mucho más razonable pensar que, por ejemplo, el complejísimo y admirable funcionamiento del sentido de la vista es obra de una inteligencia superior a la que llamamos Creador, que no del azar. Por eso, la hipótesis evolucionista se contradice si, afirmando una mutación con una finalidad (la adaptación y supervivencia), niega que haya una inteligencia (evidentemente externa al sujeto), bien dirigiendo el proceso hacia una finalidad o bien estableciéndolo previamente. Saludos.

Josey Wales
Josey Wales
1 año hace
Responder a  Inigo12

Me he dejado por contestar uno de sus puntos: ¿cómo que «los científicos solamente pueden estudiar aquello que es observable, es decir, aquello que se encuentra en el universo y forma parte de la realidad material? ¿Es que el universo solamente está formado por la realidad material? ¿Entonces no existe el concepto Dios por el simple hecho de que Dios no existe para usted? ¿Entonces tampoco existe la lealtad, la envidia o lo razonable, ya que no forman parte de la ‘realidad material’?

MPG
MPG
1 año hace
Responder a  Josey Wales

No hay mayor presunción que la tergiversación, como arma de la impotencia del creyente.

Josey Wales
Josey Wales
1 año hace
Responder a  MPG

Usted sí que es un creyente. Y de los fanáticos. Argumente, hombre.

Ricarrob
Ricarrob
1 año hace

Impagable esra entrevista. Navegar por las sofisticadas respuestas llenas de matices y enrevesados sobreentendidos es una delicia. Como cuando habla de la diferencia entre las razones científicas y las ideológicas. Una delicia. Diferencia con la mentalidad y los discursos embrutecidos y sin fundamento de los políticos. Discursos científicos y razones acientìficas e ideológicas. Más que la oposición entre el eros y el tànatos como diría Freud, es la oposición entre el logos y el tánatos, entre el dios Asclepio y el dios Dioniso, entre lo racional y la locura, entre el orden y el caos. Porque la ideología es caos y destrucción, es tánatos, es borrachera incontrolada, es permanente fiesta dionisíaca hasta la extenuación de la especie, es extinción.

Respecto a los premios nobel, autodesprestigiados, podríamos ver concedérselo, un día de estos, a una influencer o a un actor porno.

JCR
JCR
1 año hace

A Russell y a Echegaray les dieron el Nobel de literatura, si no mal recuerdo. Mi admiración por usted, Sr. Ron.

Mario Loterszpil
Mario Loterszpil
1 año hace

Estimado Daniel
Le hago llegar mis felicitaciones por tan deslumbrante entrevista. Un cordial saludo y el deseo de continuar contando con su trabajo. Mario Loterszpil