En contra del «realismo cutre» y la literatura «emocional» que detesta, José María Guelbenzu (Madrid, 1944), se zambulle en el mundo de la sátira en su nueva novela porque, dice, eso le permite «atizar» a quien quiera: «Lo políticamente correcto es muy desagradable», sostiene.
Ya lo hizo en su novela Los poderosos lo quieren todo (2016) y ahora vuelve con En la cama con el hombre inapropiado (Siruela), dentro de lo que llama la «novela del disparate». Porque, recuerda en una entrevista con Efe, como el realismo y la autoficción no le interesan nada, decidió que se iba a «tirar de cabeza en la sátira salvaje y corrosiva», siguiendo un modelo como es el del esperpento de Valle-Inclán. «La sátira es una salida muy buena: dices lo que quieres, le atizas a quien quieres y lo pasas bien, con la confianza en que el lector va a disfrutar. A estas alturas de la vida, ¿qué más se puede pedir?», indica Guelbenzu, para quien lo políticamente correcto es muy desagradable: «Una cosa es ser educado, que está bien, y otra cosa es ser políticamente correcto, que es una cursilería y una ridiculez». Para Guelbenzu, «la sátira te lleva por el camino de la verdad pero por un sistema de tomarse la verdad lo suficientemente en broma como para que te afecte mucho más que cuando te lo tomas en serio». Por eso cree imposible que hoy un político utilice la sátira en un discurso en el Congreso, porque «tienen tal ataque de trascendencia… Se ven a sí mismos como seres extraordinarios y creen que poseen el mando. Son todos muy autoritarios, todos quieren tener la verdad en la mano. Cuando estas en esa posición ¿cómo te vas a reir, cómo vas a hacer bromas?», se pregunta.
Su novela está protagonizada por María del Alma, una «malcasada de provincias, ingenua, romántica y soñadora», que decide abandonar su matrimonio tradicional justo cuando España pasa del nacionalcatolicismo a las libertades que abren las costumbres y las mentes de los españoles. En su libro Guelbenzu hace una defensa «de la ingenuidad como un valor» a través de este personaje, una mujer que se encuentra con la modernidad de golpe «y tiene que defenderse en un mundo nuevo, en el que entra con ingenuidad, aunque va evolucionando» y mantiene su rectitud «aunque haga barbaridades». «La calidad intelectual y personal de los políticos es cada vez más detestable y no vendría mal algo de candidez», indica Guelbenzu, por cuya novela desfila «un surtido variado de tópicos masculinos».
El autor, que ha obtenido el Premio de la Crítica, el de Novela Plaza & Janés, el de la Fundación Sánchez Ruipérez de periodismo o el Torrente Ballester de Narrativa y dirigió las editoriales Taurus y Alfaguara, se acerca al mundo de la escritura, esa «feria de las vanidades» donde «hay mucho donde morder y se puede entrar a saco», indica. Y recuerda que ha visto la «degeneración» del mundo editorial, que antes, pese a ser algo comercial, tenía un componente cultural, lo que ahora es minoritario. Por eso cree que la sátira está en desuso en la literatura, porque solo persigue el entretenimiento y busca una «seriedad dramática trascendente».
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