La revista Ñ de Clarín se hace eco del estreno en el Teatro Real de Madrid de La ciudad de las mentiras, ópera de la compositora española Elena Mendoza basada en cuatro relatos de Juan Carlos Onetti, que cuenta la historia de una ciudad en miniatura donde cuatro mujeres crean un universo paralelo a través de sueños e historias para escapar de la propia realidad, y en la que la mentira se erige como la base de las relaciones sociales.
Por Roberto Herrscher. Desde Madrid
Se abre el telón… Bueno, no se abre el telón porque no hay. Como en el teatro de vanguardia de los 80, cuando el público llega a la sala ya está en funcionamiento el bar de mala muerte que se extiende en escaleras que suben y bajan para convertirse en sitio de confidencias, restorán cochambroso, oficina de un agente teatral arruinado, estudio de radio polvoriento y terraza donde las mujeres lánguidas e imposibles de Juan Carlos Onetti mueren matando.
La joven compositora sevillana Elena Mendoza, formada musicalmente en Alemania, y el veterano director teatral y escritor Matthias Rebstock crearon una obra extraña, inclasificable, para traer a Madrid el universo de uno de sus exiliados latinoamericanos más ilustres.
En la época en que García Márquez, Vargas Llosa y José Donoso se afincaban en Barcelona alrededor de su agente Carmen Balcells, Onetti se amodorraba para fumar en la cama en la avenida América de Madrid con su esposa Dorotea Muhr, Dolly. Onetti siempre fue distinto: fue Balcells quien había tenido que ir a buscarlo a Montevideo. El escritor no se levantaba de la cama ni para ir siquiera una vez a escuchar los conciertos de su esposa, concertista de la filarmónica.
Dolly sí fue hace días al Teatro Real de Madrid a ver La ciudad de las mentiras, la obra basada en cuatro cuentos terribles de su marido en la que los cantantes, más hablando que cantando, cuentan las historias de Santa María, la ciudad creada por Onetti.
Son historias de horror pudoroso sin lugar, que parecen suceder dentro de la cabeza del lector. Como explica Antonio Muñoz Molina en su introducción a los Cuentos completos de Onetti, sus narraciones carecen “tan radicalmente de color local como las de Franz Kafka, con las que a veces no dejan de guardar un cierto parentesco”.
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