A comienzos de los años 80, cuando Juan Carlos Rentero irrumpió en el panorama cinéfilo madrileño al frente de la librería de la Filmoteca, ya era editor. Fundador y único responsable de Ediciones JC, casi cuarenta años después sigue al frente de esta pequeña editorial a la que la suerte, según sostiene él mismo, ha acompañado desde el comienzo de su andadura. De los libros de cine, que fueron su primer objetivo y aún sigue publicando de forma testimonial, ha pasado a los textos sobre la historia del baloncesto. Pionero en ambos menesteres, ha sabido mantener su hueco en el sector mientras los grandes grupos se apoderaban de él e incluso ha superado la crisis de Internet. Hoy es uno de los editores más veteranos, pero aún recuerda los días de la Filmoteca. “Llevé la librería hasta que la sala pasó del cine Príncipe Pío al Círculo de Bellas Artes. Este último es un periodo que recuerdo con mucho cariño, porque al cerrar nos íbamos de copas a Huertas y entonces era una zona que estaba muy bien”.
—¿Siempre quisiste ser editor o decidiste serlo para publicar tus libros? ¿Cómo fue eso?
—Fue una cosa casual. Como casi todo lo que ocurre. Empecé a escribir sobre cine muy joven, con 18 años. Había asistido a un ciclo sobre Marco Bellocchio en la Filmoteca, que entonces estaba en los cines Duplex, y escribí un trabajo. Lo mandé a Dirigido por… y aunque me contestaron que no lo iban a publicar, también me dijeron que les gustaría que colaborase con ellos. En aquella redacción conocí a mucha gente, como el crítico Juan Hernández Les, que entontes también escribía en un periódico ultraderechista dirigido por Emilio Romero, El Imparcial. Cuando Hernández Les se fue a Mundo Obrero, a mí me dejó en El Imparcial. Fue allí donde escribí mi primer artículo sobre Woody Allen. Le gustó mucho al director y me encargó una serie de contraportadas: Sophia Loren, John Wayne… ¡Vivía como Dios! Recuerdo que entonces ganaba más dinero como colaborador que mi hermana, que trabajaba en un banco.
—¿Qué pasó entonces?
—Pues que en un momento dado el periódico cambió de director, dejó de ser muy de derechas y se hizo anarquista. La gente dejó de comprarlo y se hundió. Para entonces también había empezado a colaborar en revistas como Fotogramas y Casablanca. Pero me di cuenta de que el mundo de las colaboraciones en prensa era muy inestable. Pagaban bien cuando pagaban bien. A veces mandaban los cheques sin firmar, no te pagaban lo acordado o, directamente, no te pagaban. Luego fue más serio, hubo una temporada en que las cosas fueron mejor para los colaboradores. Pero a principios de los 80 aquello era un cachondeo. De modo que llegué a la conclusión de que no tenía que depender de nadie. Si había que equivocarse, era mejor hacerlo por mí mismo. Así que decidí montar la editorial para publicar mis libros.
—Y el primero, aquel monográfico sobre Woody Allen, fue un éxito…
—No sólo el de Woody Allen, del que hice tres ediciones en menos de un año. Todos los primeros libros sobre directores de cine que publiqué fueron un éxito. Si no, la editorial no hubiera podido funcionar, porque yo no tenía dinero. Sólo tenía fondos para la mitad del primer libro. Constituir la empresa también fue muy caro. Hubo que pagar bastante al ayuntamiento por registrar la marca. Recuerdo que puse a la editorial mi nombre porque era más barato. No me gustaba, porque la gente se creía que Ediciones JC tenía algo que ver con Jesucristo o con la religión. Sin embargo, me dijeron que si ponía otro nombre había que hacer una búsqueda, para averiguar si estaba cogido, y eso tenía un precio.
—Salvo algunas traducciones de Fundamentos, otras de Alianza y la legendaria colección de Rialp, entonces apenas se editaban textos sobre cine en España y, desde luego, todos eran traducciones…
—Hombre, el padre de Fernando Mendez-Leite, que se llamaba igual, había publicado algunas cosas…
—Sin ir más lejos, una historia del cine español, en dos tomos, en Rialp…
—Yo recuerdo especialmente una cosa sobre la etapa alemana de Fritz Lang… En efecto, cuando empecé había cosas sueltas, pero editoriales que se dedicasen en exclusiva al cine no había ninguna. En el mejor de los casos, tenían una colección. Anagrama, por ejemplo, publicó un texto sobre Berlanga de Hernández Les y Manuel Hidalgo… Creo que estuve muy acertado cuando, tras el mío de Woody Allen, publiqué uno de César Santos Fontenla sobre Coppola. Santos Fontenla fue un crítico bastante importante [escribió, entre otras publicaciones en el diario ABC y en la revista Triunfo] y ha caído en el olvido más absoluto. También publiqué el Hitchcock de José María Carreño, un libro maravilloso, y el Humphrey Bogart de Manolo Marinero, que fue un bombazo tremendo. Todos estos títulos, firmados por críticos ya consagrados, supusieron el arranque de la editorial. Y la verdad es que fueron muy bien.
—Y luego llegaron los críticos que se daban a conocer entonces…
—Carlos F. Heredero, Quim Casas, Manuel Hidalgo, Antonio Weinrichter… A todos esto los publiqué yo por primera vez…
—¿Hasta cuándo funcionó el boom de los libros de cine?
—Se mantuvo durante mucho tiempo. De los diccionarios de directores y actores vendimos varios miles. Yo creo que la caída empieza a comienzos de este siglo, en el 2003 o el 2004. A finales de los 90 se editó muchísimo cine y el mercado se saturó.
—Que fue cuando empezaste a publicar libros sobre baloncesto…
—Sí, pero fue por casualidad. Un autor tenía un amigo, Juan Francisco Escudero, que había escrito un libro sobre Dražen Petrović y había hecho una pequeña tirada en Internet. Me sugirió que lo publicase yo, y ya va por la quinta edición.
—¿Sólo publicas aquello que te gusta? ¿Nunca te dejas llevar por la comercialidad?
—Es verdad que me gusta mucho el baloncesto y lo sigo con avidez. Pero, insisto, empecé a publicar libros sobre el tema por casualidad. Como también es verdad que cuando llegaron los primeros a las librerías, no se publicaba nada sobre este deporte. Pero, en fin, fue un poco de rebote… Lo que no es ningún rebote es la colección sobre ciclismo. También es un deporte que me gusta mucho y hasta el momento he publicado tres: Historias del Tour, Historias de la Vuelta y Elogio del gregario… Siempre me ha gustado la bicicleta. Todavía monto en bicicleta. Me muevo en bicicleta por Madrid.
—Volviendo al baloncesto: sin esa difusión de la que goza ahora la NBA entre los aficionados españoles, ¿hubiera sido un éxito tu colección?
—La NBA ha sido una influencia determinante. Desde que en los años 80, en el programa Cerca de las estrellas de TVE, empezaron a retransmitir todas las semanas un partido de la NBA, siempre que aparece en algo la NBA eso tiene mucha audiencia y mucho seguimiento. El momento cumbre fue en el año 95, creo recordar, cuando Canal + compró los derechos de la NBA en España y contrató a Andrés Montes, que se hizo muy famoso con su forma de narrar. Hasta el extremo de que diez años después le fichó La Sexta para el mundial de fútbol de Alemania en 2006. Pero bueno, ahí ya no tuvo tanto éxito porque el fútbol es una cosa mucho más inmediata. Sin embargo, el baloncesto tiene muchos tiempos muertos, que Montes aprovechaba para hablar con Antoni Daimiel de pinchos, de cine, de música y de muchas cosas. Aquello dio a la NBA una proyección en España inimaginable hasta entonces. A mí me llegó a contar Daimiel que estaban en cuarenta o cuarenta y cinco mil seguidores todas las madrugadas. La difusión que alcanzó el baloncesto a partir de entonces redundó en el éxito de la colección. Porque, ya digo, en aquel momento no había publicado nada sobre baloncesto. Los escasos libros que pudiera haber eran sobre técnica, no sobre historia, que es lo que publico yo. Mi suerte fue llenar un vacío.
—¿Cuáles son los títulos que más se han vendido?
—Los relacionados con la NBA: Generación NBA, de Juan Francisco Escudero; Michael Jordan, de Máximo José Tobías; 101 historias de la NBA, de Gonzalo Vázquez…
—¿De cuántos ejemplares hablamos?
—Las tiradas son muy cortas: mil, mil y pico ejemplares. Excepcionalmente, tres mil. Pero normalmente se reeditan. Ahora mismo, el que más se está vendiendo es 101 historias NBA: Relatos de gloria y tragedia, de un grande del baloncesto español, Gonzalo Vázquez, que tenía un programa de radio y trabaja en Eurosport. De este hemos vendido unos cinco mil ejemplares, ya va por la cuarta edición… Del de Petrović también hemos vendido muchísimos. Cerca de cinco mil. Ya va por la quinta edición… Otra cosa que tiene el libro de baloncesto, y esto sí que es bueno, es que, al igual que el libro de cine, es un libro de fondo. Todos los meses se vende algún ejemplar de cada uno. Naturalmente, hay títulos que no hay forma de moverlos. Pero, por lo común, el libro de baloncesto, a diferencia de la narrativa, según me cuentan otros editores, es un libro de fondo.
—¿Se ha visto afectado por Internet el libro de baloncesto?
—Los de referencia, igual que los de cine. Entras en Internet, tecleas el nombre de un actor o un director y te salen un millón de páginas. Ante semejante panorama, el lector ya no compra un libro sobre ellos. Ahora mismo, no sé si vendería cien ejemplares de aquellos diccionarios de actores y directores que fueron algunos de los grandes éxitos de la editorial. Con los jugadores o entrenadores pasa exactamente igual.
—¿Cómo pueden sobrevivir los editores pequeños en un sector tomado por los grandes grupos?
—Ahora, curiosamente, se dan condiciones mucho más favorables. Fundamentalmente son dos. La primera es la irrupción brutal, tremenda, de Amazon en la venta de libros. Un terreno que, incomprensiblemente, se han dejado comer casadellibro.com (que era el líder) y FNAC. En Amazon no diría que los pequeños editores estamos en las mismas condiciones que las grandes, pero no estamos muy lejos. En las librerías tradicionales las grandes editoriales fuerzan para tener más espacio y más presencia; en Amazon no pueden hacerlo. Todos somos iguales. Luego hay otra cosa muy importante, la segunda condición: en épocas de crisis, como la que estamos viviendo, los gastos fijos (nóminas y todo eso) son los que te machacan, y en las pequeñas editoriales son mucho más pequeños. La estructura de las grandes les obliga a tener una serie de best sellers, y cuando no surgen, cuando un libro no satisface las expectativas puestas en él, la cosa chirría.
—O sea, que Amazon ha sido una bendición para los editores pequeños…
—Hay mucha gente que les odia. Pero yo creo que lo hacen muy bien. Tienes conexiones en un montón de sitios. Para empezar, en casi todas las reseñas de los libros. Se han movido muy bien, han sido muy listos. Por eso, el dueño de Amazon es el hombre más rico del mundo.
—¿Nunca te ha propuesto ningún grupo comprarte la editorial?
—Hubo una oferta en su momento. Pero no se concretó en nada. Fue muy sui generis.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: