Los «papeles de Manglano» son una serie de documentos que han sido analizados e investigados por los periodistas del diario ABC Juan Fernández-Miranda (Madrid, 1979) y Javier Chicote Lorena (Logroño,1979).
Toda esa relevante información ha quedado recogida en un libro, El jefe de los espías (Roca Editorial), resultado de una investigación de varios años repleta de secretos sobre el contenido de más de 200 kilos de documentos que desentrañan la historia nunca contada de España. En Zenda, hablamos con sus autores.
—Hace apenas unos meses que salió a la luz el libro y ha arrasado en librerías. ¿Interés por la historia, por el periodismo de investigación o morbo?
—Chicote: Un poco las tres cosas (risas). Hicimos una buena campaña al salir en las portadas del ABC, donde dimos diez adelantos; diez historias muy potentes. Eso fue un avance muy importante para el libro.
—Juan: Realmente estas noticias previas en cantidad e interés, y sobre todo con el componente de “exclusivas”, es algo que se da muy raras veces en periodismo. Pero el material nos permitía hacerlo, y creímos oportuno, como periodistas, poner a disposición de nuestros lectores de ABC toda esta información.
—C: Realmente el libro tiene una tonelada de exclusivas, algunas totalmente nuevas y otras que ya se habían oído en su momento, como el tema de Bárbara Rey, pero aquí está el rey contando la historia. Y la verdad es que si uno lo piensa es un poco injusto, porque el libro tiene cuatrocientas cincuenta y seis páginas, el tema de Barbara Rey ocupa apenas seis, y sin embargo, es una de las partes que más se está comentando.
—J: Exacto, y ahí volvemos a tu pregunta inicial. El componente del morbo está servido, pero también es verdad que estas exclusivas han atraído a un público lector de prensa muy numeroso que al acercarse a la lectura del libro han podido conocer la otra historia menos conocida, más analítica y profunda: un relato político de los 80 y 90 hecho de manera detallada, rigurosa y muy completa. Es que hay muchas maneras de acercarse a este libro; en clave periodística, desde luego, pero también política y por supuesto como crónica social.
—C: Además, se trata de una historia de España muy reciente, con lo cual muchos de los protagonistas y testigos de este momento siguen vivos. De hecho, es un libro que se está regalando mucho de hijos a padres; gente que ha vivió esa época y quiere compartirla con los más jóvenes interesados en que conozcan también la “cara B” de aquellos hechos.
—¿Quién era, verdaderamente, Manglano?
—J: En primer lugar, era la persona mejor informada de España, y lo fue durante veinte años. Lo segundo es que era una persona con un enorme sentido de Estado; él era un militar que cumplía una misión, proteger al Estado, y eso estaba por encima de todo. Estas serían las dos llamativas pinceladas sobre lo que supuso su mandato en el CESID. Y luego ya, si entramos en el ámbito de lo personal, pues podríamos decir que era una persona metódica, ordenada, monárquica de convicción, conservadora en origen, pero liberal en su forma de pensar, con mentalidad abierta, y yo creo que, por encima de los rasgos personales, una persona que estaba dispuesta a todo por cumplir dicha misión.
—¿Qué habéis descubierto de este personaje que os haya llamado especialmente la atención?
—J: A ver, Manglano era un personaje muy complejo, y la imagen que desde entonces hasta hoy ha permanecido en el imaginario era detestable, porque su final viene acompañado de una gran polémica, un detonante político y periodístico originado en el 95 por el tema de las escuchas ilegales. Sinceramente creo que hemos logrado, estudiando para ello a fondo su documentación más privada, valorar su figura en una medida más objetiva y por tanto un poco más justa. En ese sentido, en este libro tratamos de hacer justicia con Manglano, pero no nos callamos nada.
—C: Es que estar de jefe de los servicios secretos de un país nuevo, como era la España de la transición, desempeñando un cargo asignado inmediatamente después de un golpe de estado y tras tantísimos años no es tarea que pueda llevarse a cabo sin incluir sombras en las decisiones. Seríamos muy naíf si creyéramos que se podía desempeñar ese papel y salir sin una arruga en el traje. Por otro lado, es un error juzgar con los ojos del 2022 los sapos que tuvo que comerse Manglano en aquellos años. Por tanto, creo que la gran aportación de este libro es que permite ver la gran complejidad de un personaje colocado en un lugar como ese. Nosotros hemos hecho una especie de autopsia a su vida tratando de mantener la objetividad periodística en todo momento.
—¿No os chocó que un hombre que construye y moderniza el CESID cayese en esa falta absoluta de discreción al tener todo apuntado y además conservarlo?
—J: Cuando se nos pregunta cómo accedimos a “los papeles de Manglano”, Javi y yo siempre decimos lo mismo: hay una primera decisión que la toma el propio Manglano al no destruir sus archivos. Por otro lado, él nunca dijo ni dejó orden ni planteó el deseo a sus familiares de que aquello debía salir a la luz tras su muerte. Luego se produce la segunda decisión: sus hijos sí toman la determinación de buscar a unos periodistas que ordenen la documentación y escriban el libro sobre su padre. Conclusión (y es nuestra interpretación): Manglano sí quería que se dieran a conocer las peripecias por las que él pasó, algunas muy favorables para España y otras muy negativas para España, pero todas ellas con el eje común del Estado.
—C: No deja de ser una desclasificación de secretos. Es decir, si en España esto alguna vez se regula y se hace como en EEUU también podríamos decir: “Por discreción hay que quemarlo todo”. Pero en este sentido, y lo hemos hablado muchas veces Juan y yo, la conservación de estos papeles fue el último servicio a España de Manglano.
—J: Los papeles de Manglano son un aldabonazo en un país donde los secretos oficiales están olvidados, protegidos, sepultados. Ocho años después de su muerte, Manglano, a través de este libro y de la conservación oficiosa de sus documentos lo que hace es mandarnos un mensaje a un país democrático que tiene que abordar este debate de una vez por todas.
—C: Quiero dejar claro que los hijos, cuando nos encargan el trabajo, ignoraban todo lo que había ahí. La prueba más palpable es que en muchos cuadernos las hojas se habían pegado unas con otras por efecto de la tinta y la humedad y nosotros nos lo encontramos así. Las únicas personas que conocemos la dimensión real del contenido del archivo Manglano somos nosotros una vez finalizado el trabajo arduo de investigación.
—¿Cómo os sentíais “espiando” a un espía?
—J: Pues, como periodistas, muy emocionados. Es una emoción indescriptible, periodística e histórica. Probablemente en todo lo que nos quede de vida periodística no volvamos jamás a encontrarnos con un hecho ni con una oportunidad similar. Realmente, lo que hemos hecho no es espiar sino algo más complejo; es poder mirar a través de los ojos de Manglano todo lo que sucedía en aquella España. Es que él hablaba con todo el mundo; con el rey, presidente del gobierno, jefes de empresas, confidentes… Y todo lo apuntaba en sus cuadernos minuciosamente, a veces de manera descriptiva y otras reflexiva, añadiendo aún más valor si cabe al conjunto.
—C: Yo me he sentido afortunado, muy afortunado. Profesionalmente es el gran regalo de mi carrera: poder espiar al hombre mejor informado de España. No hay ningún archivo en nuestro país que contenga más secretos y de tanta trascendencia como éste.
—¿Con qué parte de la historia, que abarca desde el 23-F hasta las famosas escuchas ilegales a la casa real, fin de la carrera de Manglano, habéis descubierto que os haya resultado completamente nueva?
—C: Por dimensión con la actualidad, destacaría el manejo de los fondos reservados a la Casa del Rey de Margarita Robles, ministra de Defensa.
—J: Sí, es verdad, esa es una de las grandes informaciones. La otra, desde mi punto de vista, es cómo se financió la transición española. Porque es verdad que de la transición se ha escrito prácticamente todo a nivel social, jurídico y político, pero no económico. Pero aquí tenemos por primera vez al rey diciendo en primera persona que el rey saudí le dio 36 millones de euros para financiar la transición, y además lo explica. Como segunda derivada en esa misma confesión, asistimos a la información del origen de la fortuna del rey y de cómo se inicia ese patrimonio del que tanto se habla hoy, cuarenta años después.
—Algunos medios de comunicación señalan este libro como lleno de falsedades y también como ocultador de verdades.
—J: Las confesiones del rey a Manglano, por ponerte un ejemplo de la parte más polémica, confirman la versión oficial del golpe de Estado. Encajan con la versión de que verdaderamente el rey paró el golpe de Estado. No hemos ocultado ni falseado nada.
—También os acusan de “operación blanqueo” de la imagen del rey Juan Carlos I.
—J: Eso es ridículo. En este libro aparecen fragmentos que confirman las acciones del rey acertadas y definitivas para la marcha de la incipiente democracia, como te comentaba antes, pero quince páginas después se cuenta que Zarzuela dio seiscientos millones de pesetas a ETA, según anotó Manglano.
—C: Nos han acusado de una cosa y de la contraria. Los guardianes de las esencias de derechas nos dicen que estamos destruyendo la imagen del rey emérito, mientras que en el otro extremo de la ideología política nos acusan de blanqueo. ¿En qué quedamos? Este libro es una vivisección del sistema, que sigue vivo y que por tanto exige una lectura honesta, es decir, completa. No es un libro “escrito para”.
—¿Cómo se aborda una investigación tan delicada y tan explosiva?
—J: A ver, la figura de Manglano pasa a la historia sin el reconocimiento que debe por su salida abrupta del CESID y todo lo que eso llevaba aparejado, tapando todo lo demás. Los hijos, legítimamente, tenían esa amargura de que la figura de su padre y su importancia en un fragmento de la historia de nuestro país, con sus luces y sombras, no tuviera el reconocimiento que le corresponde. Por tanto, buscan a un periodista, a poder ser de la siguiente generación para evitar la inevitable contaminación, que abordara el tema. Y así fue. Contactaron conmigo, y cuando yo vi la dimensión del archivo fui consciente de la relevancia y del trabajo inmenso que allí había, y por eso llamé a Javi (Javier Chicote), estupendo periodista de investigación, uno de los mejores, y amigo mío. Y entre los dos pudimos hacer un equipo para poder abordar este trabajo, que indudablemente es inmenso, pero sobre todo delicado.
—¿Cómo elegisteis el tono tan ameno que tiene el libro que para contar todo esto?
—J: Nosotros queríamos contar de manera ágil para facilitar el acceso a la información a un público diverso; no queríamos aburrir con el relato. Por eso elegimos la narración en presente, obligándonos a contextualizar de otra manera, buscando siempre un resultado más cercano, más fresco.
—C: No hacer una crónica periodística, sino un relato de época; por eso hemos tratado incluso algunas escenas como fragmentos cinematográficos, como si fuesen un guion para un documental. O una novela.
—J: Teníamos claro que queríamos llegar a todo el mundo, pero en especial pensábamos en esos alumnos de periodismo que fuimos nosotros hace veinticinco años.
—¿Se podría hacer un género de espías en la literatura española con todo esto?
—J: Yo creo que los libros de género periodístico que se han escrito en España, en general, se entienden poco. Juegan con la ambigüedad y con las fuentes no desveladas. Aburren un poco. Pero nosotros, creo, hemos demostrado que existe un campo de cultivo excelente para desarrollar la novela española de espías. Y no solo la novela, sino también el relato periodístico en el mundo del espionaje.
—¿Creéis que hay una carencia editorial en el mundo del periodismo de investigación?
—J: Pues es curioso, pero una editora nos contó que los libros de periodismo de investigación que tanto se publicaron en los 80 y 90 habían ido disminuyendo paulatinamente hasta casi desaparecer. “No nos llegan apenas manuscritos porque los periodistas se autocensuran”, nos confesó esta editora. A mí eso me parece un drama profesional. Así que tal vez este libro sirva, sin pretenderlo en un primer momento, para dar un golpe en la mesa sobre nuestra profesión.
—C: Esa pregunta, precisamente, coincide con mi tesis doctoral; de hecho, cuando me pongo a investigar sobre el periodismo de investigación me doy cuenta de que ya no se hace. Y la titulo precisamente así: El periodismo de investigación en España: Causas y efectos de su marginación. Así que como empiece a hablar de esto se acaba la entrevista aquí. (risas).
—Bueno, pero puedes resumirlo en un titular…
—C: Te diría que detrás de todo lo que se vende como periodismo de investigación, casi un noventa por cuento es tan solo “buzoneo interesado”. Y a eso añádele la falta de medios y la crisis económica del sector de los últimos años. Es que el periodismo de investigación es caro, porque necesitas tener a gente liberada (que no produzca “churros”; esto es, que no tenga que escribir todos los días) pero cualificada, con un sueldo decente y que además tiene que moverse, viajar, etc. Y, por otra parte, algo que lo hace aún más caro, incómodo y peligroso: este periodismo genera muchos enemigos. Cabreas a gente que sostiene económicamente el periódico, por ejemplo un anunciante. Si tú como medio alcanzas la independencia económica eres libre, claro. Pero eso hoy en día es cada vez más difícil.
—J: Dicho lo cual, y para descargo de ABC, nuestro trabajo recibió un respaldo tanto de la dirección del periódico como de la propiedad. Nosotros hemos podido publicar las 10 entregas de los “papeles de Manglano” sin trabas y sin ningún problema. Esto, creo, es absolutamente excepcional. En otro periódico esas portadas no habrían salido nunca.
—C: Luís Enríquez, el consejero delegado de Vocento, dijo en una entrevista a propósito de estos reportajes: “Somos monárquicos, pero no ciegos”. Pues eso. Periodismo.
—¿Este libro os traído consecuencias personales? ¿Habéis recibido “advertencias” o amenazas?
—C: Sí. Amenazas de divorcio. (risas)
—J: Bueno, el libro está dedicado a dos personas que han nacido en mitad de estos años de investigación y escritura del libro, que son su hija (de Chicote) y mi hijo (de Juan). Así que, al esfuerzo monumental de trabajo habría que añadir esa situación familiar intensa, nueva y maravillosa, curiosamente paralela en ambas familias.
—C: En serio, y volviendo a lo de las amenazas, yo es que incluso estoy un poco enfadado, porque no hemos recibido nada de nada. Pero es que ni siquiera han llegado cartas a la redacción del periódico. Silencio absoluto. Descontando las tres o cuatro columnas de algunos idiotas de ultraderecha y ultraizquierda que deberían sentir vergüenza de leerse a sí mismos, nada.
—¿Da para otro libro esos kilos de papeles de Manglano?
—C: Da para diez o doce más.
—¿Os queda algo por contar?
—C: Bueno, hemos guardado algunas cosas, pero porque eran asuntos personales que tal vez habrían dado muchos clics pero que no tenían trascendencia histórica. Hemos valorado y decidido no sacar algunas miserias, pero no como una bala en la recámara sino simplemente por su carácter íntimo, sin importancia pública. Lo importante está contado en este libro.
—J: Este libro es una biografía de Manglano y está hecho con la finalidad de que quien lo lea pueda entender la complejidad de la figura del personaje. No tiene, por tanto, vocación de continuidad.
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