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Juan Gómez-Jurado: «Quienes convierten los libros en bestseller son los lectores»

Juan Gómez-Jurado: «Quienes convierten los libros en bestseller son los lectores»

Muy pocos autores pueden salir indemnes de una pandemia y sobrevivir al sumidero que deja la enfermedad a su paso. Juan Gómez-Jurado es uno de ellos, por dos razones. La primera: sus novelas enganchan a los lectores; en lugar de contarles una historia, parece que les colocara unas esposas. La segunda: por su inmensa capacidad de trabajo delante de su escritorio, pero también lejos de él. A pocos días de sostener esta conversación telemática con Zenda, Gómez-Jurado pasó jornadas enteras compartiendo en sus redes sociales cómo se imprime un libro o cómo se embala y distribuye. Lo hizo en una imprenta, rodeado de bobinas y ejemplares recién horneados.

Ahí está su esencia, lo que explica a Juan Gómez-Jurado como autor: sabe que el libro no le pertenece, aunque lo haya escrito él. Y por eso procura que el lector entienda que esa historia no es suya, sino de ellos. Lo hace cuidando hasta el mínimo detalle, pero también saliendo a ganarse la atención de aquellos que disfrutan leyéndolo. Y eso es lo que ocurrirá con Rey Blanco (Ediciones B), el libro con el que, de momento, hará una pausa en la saga protagonizada por Antonia Scott y Jon Gutiérrez, una serie que arrancó con Reina Roja y siguió con Loba Negra. Entre ambas sumó un millón de lectores que lo tuvieron muy claro: esa historia les pertenecía… y les sigue perteneciendo.

Al otro lado de la pantalla, Juan Gómez-Jurado hace un repaso de lo que ha ocurrido con su obra. Su éxito ha sido tremendo, no porque sepa venderse, o no sólo por eso. Si él usa las redes con un marcado sentido de puesta en escena, es porque sabe que él es su propio medio. Gómez-Jurado amasa no sólo a miles de lectores y casi trescientos mil seguidores, también incondicionales que no se pierden una aparición suya en Todopoderosos, Cinesmacopazo y Aquí hay dragones, formatos que igual podrían ser una performance que un podcast y en los que participa junto al cineasta Rodrigo Cortés y los humoristas Javier Cansado y Arturo González-Campos.

Escritor, periodista y personaje, Juan Gómez-Jurado (Madrid, 1977) asaltó el mundo editorial hace más de una década. Corría el año 2006 cuando publicó El espía de Dios (Planeta), un thriller ambientado en el Vaticano que consiguió un millón y medio de lectores en 42 países. Desde entonces han pasado unos cuantos años en los que Gómez-Jurado ha recorrido todas las fases editoriales, desde la auto-publicación hasta las reimpresiones de sus libros en los catálogos de los grandes sellos.

Después de siete libros, entre ellos los superventas El paciente (2014) y Cicatriz (2015), se propuso una saga que daría un vuelco a su carrera: Reina Roja. Esta novela transcurre en Madrid y arranca con Antonia Scott, una mujer que dedica tres minutos al día a pensar en su suicidio. Alguien que sin ser policía o criminóloga posee una capacidad prodigiosa para recomponer crímenes y resolver asesinatos. Dueña de una inteligencia excepcional, Scott vive atrincherada en un ático de Lavapiés del que no piensa salir.

Un policía vasco, homosexual, elegante y levantador de piedras será el encargado de convencer a Antonia Scott de que salga de su encierro y vuelva a la acción. Se trata de Jon Gutiérrez, un hombre con motivos más que suficientes para no fracasar en su intento: está acusado de corrupción. Y así se convierte en compañero de cuitas y operaciones contra mafias y asesinos, hasta la reaparición de un personaje que amenazará a la Reina Roja sólo como un Rey Blanco puede hacerlo. El pasado viene a por Antonia, esta vez sí.

La paradoja está servida, y ese es uno de los rasgos que Gómez-Jurado ha procurado mantener en el avance de la saga con Loba Negra y ejecuta virtuosamente en Rey Blanco, una entrega literaria y estilísticamente superior a las anteriores. Si esta afirmación se formulara en forma de pregunta durante la entrevista, él diría que no, que son todas iguales. Pero vamos a dejar que él siga creyéndolo así. La realidad es una: Rey Blanco resuelve una serie de dudas para los lectores, al mismo tiempo que abre otras. Hay maestría y entrenamiento, más finura y oficio que intuición, y precisión por encima de cualquier cosa.

¿Qué siente cuando dos de sus libros figuran entre los más vendidos, al mismo tiempo, y durante cien semanas seguidas?

"Un fenómeno como el de Antonia y Gutiérrez forma parte de mí, claro, pero pertenece a los lectores"

—Mi editora, Carmen Romero, se frustra conmigo, porque cuando me da alguna noticia mi reacción inmediata es del tipo «¿qué estamos haciendo mal?». Creo que se debe a mi educación católica. Mi madre solía decir «nos estamos riendo mucho. Ya lo pagaremos». Soy incapaz de disfrutarlo, honestamente. Lo único en lo que pienso es cómo puedo hacerlo mejor. Supongo que dentro de años disfrutaré de este momento. Tengo la sensación de que nada de esto me pertenece. Siempre lo he pensado. Un fenómeno como el de Antonia y Gutiérrez forma parte de mí, claro, pero pertenece a los lectores. Son ellos quienes lo están haciendo. Una persona en Twitter me dijo que no se fiaba de los escritores de best sellers. Le contesté, con muy buen rollo, que yo escribía libros. Quienes los convierten en best seller son los lectores. Así que lo único que puedo hacer es estar agradecido.

—Un autor de best sellers tiene que ser, ante todo, un buen escritor. Un millón de ejemplares vendidos lo hace libre, pero tiene el abismo a sus pies. No se puede resbalar. ¿Por eso ha procurado publicar las tres novelas tan seguidas?

—Las dos cosas que has preguntado son ciertas al mismo tiempo. Vivo cagado de miedo. Estamos charlando ahora mismo a pocas horas de que salga el libro a la calle, y ya muchas personas me envían capturas y fotografías de que ya lo han comprado (porque una librería ha hecho trampa, por cierto), y ya tengo una ansiedad tremenda. Normalmente me ocurría mucho antes, esta vez he tardado más. Esa sensación de no ser nunca suficiente me ha acompañado toda mi vida. Desde que era un niño la he tenido. Toda mi vida mi mayor miedo ha sido que no me quieran. Todo esto sólo añade un montón de ceros detrás de la sensación de miedo que genera no querer decepcionar a los demás. Y sobre la otra parte de la pregunta, puedo decir que he tenido mucha suerte. Paré tres años para poder escribir estos libros. Los hice al mismo tiempo. Llegué a tener cinco manuscritos abiertos a la vez, porque mi pretensión es que fuese una sola historia.

¿De ahí la simultaneidad de las acciones, porque son producto de un ensamblaje?

"El modelo para la construcción de Reina Roja ha sido el quiasmo puro y las repeticiones"

—El modelo para la construcción de Reina Roja ha sido el quiasmo puro y las repeticiones. Utilizarlas de tal manera que cuando empleas una frase al principio puedas volver a utilizarla, pero con un significado distinto. Hasta cierto punto era innecesario incluso, porque estoy escribiendo género, pero yo pensaba que era la manera de hacerlo. El género puedes abordarlo de manera funcional como Dan Brown o Jon Grisham, que cuentan una historia asombrosa de la que no queda nada, o lo puedes hacer como Hammett o Chandler, y a mí me interesa esta segunda opción.

Reina Roja y Loba Negra no pertenecen a un solo género. Tienen momentos de policíaco, terror, escenas costumbristas e instantes de humor. ¿Es el thriller algo más que un género? ¿En él caben muchos otros?

—Comenzaré por la última parte: creo que la mejor novela de Juan Rulfo o Gabriel García Márquez la escribió Stephen King, y se llama El misterio de Salem’s Lot. Si consideras esa idea de pueblo pequeño, infierno grande, de la memoria como capacidad de evocación, todo envuelto en un lenguaje magistral y además con un poco de realismo mágico, tienes una novela magnífica, de las mejores del siglo XX… ¡pero salen vampiros! En La historia de Lisey, que me parece una de sus mejores novelas, Stephen King hace algo de lo que creo que Borges estaría orgulloso. Porque va construyendo, a partir del lenguaje, una historia. Es la historia de un novelista maduro, pero pone «Stephen King» en la portada… Eso trae unas cosas y otras. Si tengo que elegir entre el reconocimiento y dar de comer a mi familia, voy a elegir siempre lo segundo.

—El prurito con el bestseller tiene una impronta católica… ¡Da dinero, válgame Dios! Ya lo dijo Patricia Highsmith: si vas a escribir, no aburras.

"Mi admiración por lo anglosajón ha ido desplazándose, y en mis novelas intento acercarme más a lo nuestro"

—Eso es verdad. De todas formas, esa reacción es muy castellana y muy latina. En ese sentido me considero muy anglosajón. Mi admiración por lo anglosajón ha ido desplazándose, y en mis novelas intento acercarme más a lo nuestro, pero al mismo tiempo hay cosas de su cultura de las que yo creo que deberíamos tomar nota. Cómo dignifican el trabajo y la naturalidad de decir «hago dinero con lo que hago porque soy muy bueno». Y una cosa no quita la otra. La humildad auténtica es levantar la persiana cada mañana. El escritor levanta la persiana cada día con la humildad del panadero o del aparejador. Es la humildad de decir: «Tengo que poner más palabras aquí, y tienen que ser mejores que las que puse el otro día». Esa es la humildad de verdad.

¿Podemos retomar el asunto de la mezcla de géneros?

—Creo que es consustancial a la españolidad, y es curioso, porque España, en tanto nación cultural, siente rechazo por el género. No sé exactamente el porqué, pero es algo que he notado. La obra más grande de la literatura universal es un rechazo del género: el Quijote es un libro contra los libros de caballerías, y sin embargo es la máxima expresión del gozo de la vida y del carácter español. Cuando me planto ante una novela, lo que intento preguntarme es: ¿cómo somos los españoles realmente? Dice Arturo Pérez-Reverte que eso del humor negro no existe. Que el verdadero humor negro es español. Te puedes reír a carcajadas en un velatorio. Eso pasa, y nosotros lo hacemos, porque nuestra naturaleza es reírnos de lo que nos pasa, con cierto fatalismo, y esa esencia es lo que ha acabado filtrándose cada vez mas en mis libros. Yo tengo que mantener las reglas del género, pero intentaré hacerlo de la manera más divertida posible. Leo mucho la obra de Arturo (Pérez-Reverte) buscando cómo él ha abordado las historias, desde su propia voz y con personajes muy revertianos, para conseguir yo un camino y una voz propia para hallar lo que él consiguió, es decir, cuál es tu personaje, cuál es tu voz y tu aproximación. Ese es el sentido fatalista del mundo en Jon y Antonia, y que tiene Arturo.

Rey Blanco cierra la trilogía, y aunque no conviene desvelar nada, ¿se puede pensar que es el libro donde comenzó todo?

"Cada día siento más la responsabilidad de que dos personas y una historia eligieran a este idiota para contar sus movidas"

—No te puedo contar mucho, porque efectivamente nos cargamos todo, pero sí te puedo decir sólo que no vas desencaminada, sino que he agradecido cómo los lectores han leído esto a lo largo de los últimos años, porque han sido doce años escribiendo esta historia, y al comienzo nadie entendía lo que yo estaba haciendo. Después de Reina Roja, y que habían leído mis libros anteriores, se dijeron: «Espera un momento, ¿qué es lo que está ocurriendo aquí?». Y ahora, pues he llegado a un punto en el que voy a necesitar descansar, voy a contar otras historias, pero tengo muchas sorpresas para vosotros en el futuro y lo único que espero es seguir creciendo y haciéndolo mejor. Cada día siento más la responsabilidad de que dos personas y una historia eligieran a este idiota para contar sus movidas.

Antonia Scott nunca tiene tiempo y está huyendo, la realidad ha acabado alcanzándola. Pero ahora tiene menos tiempo, incluso el ritmo de esta entrega es más vertiginoso.

—En principio todo ocurre casi en tiempo real, pero era inevitable, no podía ser de otra forma. Al comienzo de Rey Blanco Antonia hace una meta-broma, cuando Mentor se acerca y le dice «no me pises el Chejov» y ella contesta «es un Remington 830, no es un Chejov», y hace la broma: estamos en el tercer acto y es así como quiero que se sienta esta historia. Había un gran reto de escribir una novela que pudiese leerse de manera independiente pero que, al mismo tiempo, el lector tuviera la angustia de querer leerla del tirón. Eso tira piedras contra mi propio tejado, porque me preguntarán: ¿para cuándo la siguiente? [risas]. Hay mucho esfuerzo en cada historia, para ajustar los detalles.

Tiene apego con Antonia y Jon. Es lógico, pero… ¿no se siente atrapado por ellos?

—Creo que va ser inevitable, porque ya pasa, que dentro de unos meses, cuando los lectores lleguen al final de Rey Blanco, y aunque tampoco he dicho que los dejaré, pero sí que buscaré otras historias, si vuelvo con ellos, que pase lo que ya ha empezado a pasar, que es que me paren por la calle y me digan «qué pasa». Pero no me siento atrapado, ni siento hastío lo único que siento es agradecimiento. Soy muy optimista.

—Sí, claro, no lo niego, ¿pero en realidad podría terminar odiándolos porque quisiera ser conocidos por otras cosas?

"A quienes de verdad amo es a mis villanos. Los adoro, los quiero con locura"

—Odio a todos mis personajes en general, en eso soy democrático. A quienes de verdad amo es a mis villanos. Los adoro, los quiero con locura y me encanta cómo fastidian a mis personajes protagonistas. Cuando la gente me dice «yo soy de Antonia», «yo soy de Jon», yo digo para mis adentros «yo soy de otro», y no puedo decir quién es.

Este libro tiene un uso estricto y efectivo de la técnica. El lenguaje es elegante, para que no sea cursi, pero no renuncia a lo poético.

Reina Roja fue el primer paso hacia una evolución de estilo consciente, de decir «esto es lo que quiero hacer, ¿cómo llegamos a esto?», y ahora creo que he encontrado cosas que me permiten expresarme de una forma que antes yo no sabía. En su día hablamos y me preguntaste cómo Rodrigo y Arturo habían influido, y eso es así. Poco a poco he ido encontrando una forma de comunicar y liberar lo que yo soy. Creo que para un novelista es esencial que mueran sus padres. Cuando estaba escribiendo pensaba: «¡Es que esto lo va a leer mi madre!». Y ahora he sentido una enorme liberación. Todo el dolor que sentimos cuando desaparecen los que queremos, al mismo tiempo entrega una libertad y una responsabilidad. Es sano que un novelista se vaya haciendo viejo.

Me lo dijo en una ocasión: que la madurez se parece a la niñez, porque todo se reduce a lo esencial.

—El niño de tres años no tiene filtro. Le importa tres cojones lo que piense su madre, el de ocho piensa de otra forma. Y por eso vamos envolviéndonos de cosas que a lo mejor tienen que ver con lo que creemos que queremos ser, en lugar de ir liberando lo que debemos ser. La libertad no es una definición del diccionario, sino la posibilidad de hacer lo que se debe en cada momento, y esa toma de decisiones instantánea de un escritor, si está condicionada por un yugo sentimental, es mucho más difícil.

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